Al término de un concierto o de una función teatral, la audiencia suele aplaudir para expresar la satisfacción o la admiración causada por el espectáculo. Si le ha decepcionado, silba, patea o abuchea. Pero, con mayor frecuencia, aplaude. Y, cuando la admiración es mucha, ovaciona. El significado de ese batir de palmas, basado en el reconocimiento y la gratitud del público hacia la labor de intérpretes y creadores, está bien claro.
Otra cosa son los aplausos en la política. Cuando los brindan los militantes al líder que los enardece con su oratoria, quizás sean unidireccionales, como en el auditorio o el teatro. Pero existe una variedad bidireccional del aplauso político, en la que el líder responde a la ovación de su audiencia con sus propios aplausos, hasta acompasar los segundos con la primera. Y existe otra variedad en la que unos y otros se aplauden al alimón, felices y ufanos, ya sea en reuniones de sus órganos directivos, congresos, manifestaciones callejeras o acompañamientos de un correligionario imputado, camino del juzgado que le reclama.
En esto no hay diferencias derivadas de idearios políticos, por opuestos que sean. Se aplauden entre sí los populares, los socialistas, los de Sumar y los de Vox, los independentistas y los que no lo son. Ocasiones para comprobarlo no faltan. Este fin de semana abundarán en Sevilla, donde el PSOE celebra su 41.º congreso. A principios de semana se prodigaron en Barcelona, donde la UGT se reunió para su 44.º congreso. Pero, como apuntábamos, también los partidos de otros pelajes incurren en esta práctica, quizás reconfortante y cohesionadora, pero impúdica.
Los aplausos que valen en política son los que priman el acierto, no la fidelidad
Digo esto porque participar en un festival de aplausos cruzados con los tuyos equivale a aplaudirse a uno mismo. Y hacerlo en público, ante las cámaras, es como proclamar al mundo que mereces el aplauso. ¿Qué fue del decoro? ¿Qué valor tiene que te aplauda quien opina como tú, mientras tú le aplaudes por la misma razón? ¿No es eso narcisismo? Los aplausos que valen en política no son los que te regalan los tuyos, sino los recibidos de quienes, pensando distinto, aprecian tu labor: los que priman el acierto, no la fidelidad.