La ruptura trumpista

OBSERVATORIO GLOBAL

La transición de gobierno en Estados Unidos es en realidad una ruptura política con las administraciones precedentes. En primer lugar, porque hace mucho tiempo que un presidente no disponía de tanto poder. Trump ganó el voto popular y arrasó en el colegio electoral. Su partido tiene mayoría absoluta en las dos cámaras del Congreso. Y los jueces conservadores controlan el Tribunal Supremo. Sus nombramientos anuncian una nueva política. 

FILE - Tesla and SpaceX CEO Elon Musk talks with President Donald Trump, May 30, 2020, in Cape Canaveral, Fla. (AP Photo/Alex Brandon, File)

 

Alex Brandon / Ap-LaPresse

Su prioridad es la venganza contra sus acusadores legales. De ahí la designación como fiscal general y en los altos cargos de Justicia a incondicionales, incluyendo a sus abogados defensores –tras la renuncia del controvertido Matt Gaetz, ha anunciado para el puesto de fiscal general a su asesora y exfiscal de Florida Pam Bondi–. La seguridad interior, a cargo de Kristi Noem, la gobernadora ranchera de Dakota del Sur, famosa por jactarse de matar a su perra. El control de la frontera y las deportaciones, en manos del llamado Zar, el expolicía Thomas Homan. En Energía, Chris Wright, un ejecutivo de la industria del gas partidario de perforar por doquier y del fracking. En Defensa, Pete Hegseth, supremacista blanco, combatiente en Irak y Afganistán, islamófobo, opuesto a las mujeres en combate y crítico de que haya altos mandos negros en las fuerzas armadas. El secretario de Estado Marco Rubio es conocido por su posición agresiva contra Cuba, Nicaragua y Venezuela y su apoyo incondicional a Israel, coincidente con la embajadora en las Naciones Unidas, Elise Stefanik, que considera a la ONU una organización antisemita. Un nombramiento muy importante es el de Brendan Carr al frente de la comisión federal que supervisa a los medios, incluidos los digitales. Carr quiere romper lo que llama el monopolio de Google y Meta eliminando la moderación de contenidos como hizo Musk.

Sin embargo, hay claroscuros en otros nombramientos, igualmente rupturistas. Tulsi Gabbard, congresista demócrata que se hizo trumpista cuando la criticaron por entrevistarse con el dictador sirio El Asad para acabar con los bombardeos en Irak y Siria. Y sobre todo por su posición temprana de buscar la paz en Ucrania negociando con Rusia, lo que la llevó a ser considerada amiga del Kremlin. De hecho representa la política aislacionista de Trump, consistente en no dedicar recursos a guerras en las que no tienen interés directo. Excepciones: Israel e Irán. Gabbard supervisará 18 agencias de inteligencia, incluyendo la CIA. 

Una de las claves será la reducción del gasto público en un tercio del presupuesto, bajo supervisión de Elon Musk

Aún más significativo es Robert Kennedy, exdemócrata, nuevo secretario de Salud, antivacunas, pero sobre todo enemigo de las multinacionales farmacéuticas y que ha prometido acabar con la influe­ncia de estas empresas en la FDA, responsable de la aprobación de medicamentos. Kennedy tiene guerra abierta con la industria alimentaria porque alerta del peligro de las carnes procesadas y buscará eliminarlas de las escuelas. Todo ello, partiendo de la reducción del gasto público en un tercio del presupuesto total, bajo supervisión de Elon Musk y el milmillonario Vivek Ramaswamy, que prometen despedir a miles de fun­cionarios. Mientras que la angelical imagen pública de la Casa Blanca será la portavoz Karoline Leavitt, ferviente católica de 27 años y enemiga de los medios de comunicación. El Departamento del Tesoro seguirá siendo controlado por Wall Street, y el de Comercio se centrará en el proteccionismo frente a China, Europa y México.

En resumen: nacionalismo aislacionista complementado con agresividad selectiva (Irán, China, Venezuela), restablecimiento de la cultura tradicional frente al woke, control de fronteras, deportaciones masivas, seguridad interior musculada, abandono de políticas ecologistas y control de los medios, incluidas las grandes empresas digitales a quienes se opone Musk. El Senado podría parar nombramientos. Pero la Cámara de Representantes puede declarar un receso del Congreso durante el cual los nombramientos no necesitan pasar por el Senado. Excepcional, pero posible. La contrarrevolución ha comenzado.

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