La razón y las formas

A una anciana centenaria le preguntan cuál es el secreto de la longevidad. Dice: “No discutir nunca”. Le responden: “Va, no será eso”. Y ella concluye: “Pues no será”. Es una historia que me contaban de adolescente cuando, no es que creyera tener siempre razón, sino que sabía que la tenía y no soportaba que no me la dieran. Discutía mucho. Era una manera de medir a mi interlocutor, descargar energía y alardear de destreza e ingenio. No paraba hasta que vencía por KO. El único que se me resistía era mi padre, que partía con ventaja (era una autoridad). Mi madre ganaba sin participar, gracias al cuento de la vieja centenaria.

pique arran casa

 

X / Arran / Efe

Ahora preferiría no tener razón en muchas cosas. Sé que hay mil razones para hacerlas; algunas son legítimas y comprensibles, pero contraproducentes. Y si algo he aprendido con la edad es que la razón no puede imponerse a la fuerza y se pierde en cuanto se pierden las formas.

Los de Arran pintarrajearon la fachada de la casa de campo de Gerard Piqué y compartieron la hazaña en redes para denunciar la crisis de la vivienda. “Mientras tú tienes que irte de la Cerdanya porque no puedes pagar el alquiler, el 64% de las propiedades son segundas y terceras residencias, y se utilizan solo 14 días al año”, apuntaban. El dato es grave, tanto como para tomar medidas y llamar a la acción. “Pijos de mierda, no somos vuestro decorado”, añadían. La gravedad del dato queda oculta bajo un insulto que no afecta a los pijos, bajo un grafiti que los ricos pueden limpiar sin que les cueste (más que la molestia), y bajo la sospecha de que tal vez los vándalos se han desahogado con un vip que les cae mal.

La razón no puede imponerse a la fuerza, y se pierde en cuanto se pierden las formas

Cuando la causa se lleva a lo personal, se resignifica. Apela a las simpatías y antipatías, y no a la concienciación. Reorienta el enfoque. El vídeo ha salido en informativos y tertulias, y las protestas por el derecho a la vivienda no tardarán en criminalizarse, como si fueran cosa de niñatos malcriados de los que hay que protegerse porque son una amenaza. Se ha hablado más de esa pintada que del corte en la carretera por parte de la plataforma Pirineu Viu para denunciar los efectos del “monocultivo turístico” y defender los derechos básicos de los que viven allí todo el año. En el fondo tienen razón, pero dudo de que las formas convenzan a quienes deberían dársela.

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