Descuartizar políticos

A mí también me emociona ver a tanta gente, llegada de toda España, limpiando el barro en Paiporta. A mí también me interesa saber por qué Mazón no cogió el teléfono y cómo interpretar el “Si necesitan más recursos, que los pidan” de Sánchez. A mí también me dan escalofríos historias como la del conductor que consiguió salir nadando por la ventanilla y se dio un cabezazo contra el techo del túnel. A mí también me indignan esos políticos que ni ante cientos de muertos son capaces de disimular que lo único que les interesa es “quítate tú, que me pongo yo”, por cualquier medio… Entiendo que gente que lo ha perdido todo esté desesperada y furiosa, entiendo que coreen “solo el pueblo salva al pueblo” y “Sánchez y Mazón la misma mierda son”… Vale. Pero ¿qué hacemos?

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Kai Försterling / Efe

¿Indignarnos de “la incompetencia y la desvergüenza institucional”, como hace una columnista en un periódico de izquierdas, sin sugerir, eso sí, ninguna alternativa? ¿Mandar a todos los políticos a casa? ¿“Ahorcarlos y descuartizarlos”, como ha propuesto, literalmente, un columnista en un periódico de derechas? ¿Y después? ¿Esperar que el pueblo, por sí solo, salve al pueblo? ¿Con voluntarias que hacen donaciones útiles… y otros que dan lo que les sobra, sin molestarse en averiguar qué necesitan los damnificados (que se quejan, con razón, en las redes sociales)? ¿Con unos que van a ayudar… y otras, a hacerse selfies? Aun con la mejor intención del mundo, ¿qué eficacia puede tener la ayuda de personas sin experiencia ni medios y a las que nadie organiza? El caos resultante haría que muchos terminaran reclamando a gritos un “cirujano de hierro”, como pedían los regeneracionistas del 98, un “Santiago y cierra España” en su caballo blanco, un campechano golpista con el pelo naranja. Quizás es lo que esos columnistas quieren, aunque, por prudencia, no lo digan.

Entiendo que gente que lo ha perdido todo esté desesperada y furiosa, pero ¿qué hacemos?

Entre tanto, estamos perdiendo la oportunidad de reconocer, en la calle, no solo en las COP, que la emergencia climática ha llegado. Que lo que provoca las DANA es la temperatura del Mediterráneo, aunque Mazón, Sánchez o la Confederación del Júcar puedan aliviarlo o empeorarlo. Y que la responsabilidad también es nuestra. De nosotras y nosotros depende si nos informamos u optamos por la política del avestruz; si aceptamos cambiar nuestro modo de vida o preferimos seguir en la auto­pis­ta hacia el infierno climático con el pie en el acelerador (la frase no es mía, es del secretario general de la ONU), y si damos el poder –porque se lo damos nosotros– a políticos y partidos serios o a una pandilla de irresponsables. Y perdonen el sermón.

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