En los próximos quince días lo más trascendente que pasará en el mundo son las elecciones en Estados Unidos. Todos tenemos nuestras opiniones y esperanzas –las de mis amigos americanos tienden a prever la victoria de Harris, pero lo cierto es que el resultado es extremadamente incierto. Es muy probable que en voto popular gane Harris, pero el sistema electoral americano es primitivo, y teóricamente podría permitir incluso que un candidato con un 26% del voto popular ganara una elección supuestamente basada en el principio de una persona, un voto. Como estos días el tema me obsesiona, ofrezco un par de comentarios sobre el impacto de una victoria de Trump en la política europea y española.
Una presidencia de Trump impactaría sobre Europa en múltiples aspectos, pero uno inmediato será Ucrania. Es seguro que Trump iniciará un proceso de aproximación a Putin. Personalmente lo admira y, durante su presidencia, Putin supo seducirlo por el lado en que Trump es más sensible: la vanidad. Si solo fuera eso, quedaría en anécdota, las fuerzas de fondo acabarían prevaleciendo. El problema para Europa es que las fuerzas de fondo empujan en la misma dirección.
Si para EE.UU. el enemigo principal es China, un sentimiento que Trump comparte con pasión, tiene mucho sentido que la realpolitik recomiende intentar alejar a Rusia de China. Si para conseguirlo, el precio es Ucrania y enfriar la relación con Europa, Trump lo hará. Es más: en el caso de Ucrania pagará por adelantado.
Ante esta situación, Europa tendría que aplicar la máxima que las crisis son oportunidades y acelerar los esfuerzos de integración estratégica en el ámbito de la defensa. También, practicar una política mucho más firme de solidaridad con Ucrania. Soy pesimista respecto a que esto pase. Esta crisis nos coge en un momento de debilidad de Francia, de Alemania y del eje franco-alemán. El respaldo europeo a la política rusa de Trump, con Hungría al frente, no será mayoritario, pero todo apunta a una conclusión lamentable: sin el liderazgo americano, Ucrania tendrá que claudicar con unas condiciones poco honorables para Europa. Ojalá me equivoque.
En España, la repercusión será indirecta, pero puede ser importante. La estrategia de derribo del Gobierno Sánchez, que en estos momentos pasa por hacer entrar a los partidos conservadores y de extrema derecha europeos en la brega española, puede salir reforzada. No es inconcebible que con Trump en la presidencia de EE.UU. sea más fácil que sectores conservadores europeos se apunten a proclamar la no legitimidad del Gobierno Sánchez.
Un clima político más influido por Trump debería facilitar un cierre de filas de la mayoría de la investidura
Más fácil, pero todavía difícil. Cuanto más los conservadores europeos se impliquen en el activismo contra Sánchez, más lo apoyarán el centro y centro izquierda europeos. Un factor moderador será Von der Leyen y la Comisión Europea, que al fin y al cabo puede ser entendida como el equivalente de un Gobierno de coalición.
En buena lógica, un clima político más influido por Trump tendría que facilitar algo recomendable en cualquier caso: un cierre de filas de lo que llamamos la mayoría de la investidura. Aquí soy más optimista sobre la aplicación de la máxima que las crisis son oportunidades. La mayoría de la investidura tiene a su favor la legitimidad democrática. Y, dentro de los márgenes de la constitucionalidad, se puede permitir ganar las batallas parlamentarías que se proponga. La estabilidad deseable de esta coalición implícita exigiría de cada miembro que renunciara a máximos y que votara leyes que no lo satisfagan del todo, siempre y cuando de estas también haya que lo satisfagan mucho. También, evitar desgastar el Gobierno con retórica o maniobras parlamentarias.
¿Y por qué deberían hacer todo eso? Pues porque la victoria de la coalición del derribo, ahora o en las próximas elecciones generales, no sería la victoria de Feijóo sino la de Ayuso y Aznar. Lo que está en juego no es quién gobierna, sino si el discurso de Ayuso “España es Madrid” (e implícito: “Madrid soy yo”) se impone. El PNV ya lo ha visto y es deseable que ERC y Junts también lo vean y actúen en consecuencia. Hay que centrarse en lo esencial y evitar transmitir imágenes de inestabilidad. No sirve de nada humillar al Gobierno cada vez que hay una votación en el Congreso. Rectifico: sirve para facilitar el trabajo a Ayuso y Aznar.