Zombis en Minneapolis

POSTALES AMERICANAS

Zombis en Minneapolis

Si es cierto que a todo cerdo le llega su San Martín, habrá que considerar que como gorrino soy de lo más apresurado, pues el mío se ha presentado muy temprano. Ha sucedido en Minneapolis-Saint Paul, las twin cities del estado de Minnesota. La primera, su capital económica; la segunda, sede del gobierno del estado. Y ambas, una sola realidad metropolitana.

Off focus man lights a cigarette in front of bright red graffiti in an urban street scene.(original file size, no up sizing).

 

James Michael Kruger

Hay que escoger bien el hotel. Y eso pasa siempre, siempre por acertar con la ubicación, que es lo que finalmente marca la diferencia. Decidir en qué lugar alojarse simplemente basándose en la intuición puede significar acabar embutido en un gueto cualquiera. Y cuando eso sucede, lo mejor de esa experiencia es poder decir cuanto antes que afortunadamente se acabó. Que el error sea de uno no impide proyectar, injustamente, la culpa sobre la ciudad entera que lo acoge. Así son las cosas. Pero como de todo hay que sacar algo bueno, añadamos que haber caído en un pozo séptico por unas horas ha servido al menos para ver de cerca una de las peores caras de Estados Unidos. Un perfil sobre el que uno, hasta la fecha, solo conocía lo visto en vídeos y artículos de otros: la epidemia de la drogadicción.

El drogadicto es la peor carta de presentación de una ciudad

Todos hemos visto toxicómanos. Pero lo que para mí ha marcado la diferencia es la cantidad. Observarlos dando tumbos como zombis grupales causa impresión. Y no para bien. El drogadicto, con independencia de las causas que lo hayan conducido a su adicción –la primera de ellas, siempre una elección personal– es la peor carta de presentación de una ciudad.

No porque embrutezcan el paisaje urbano y resten glamur a las postales que quieren llevarse los turistas, que también. Lo más sustancial es que dan miedo. Un miedo profundo, pues representan el abismo por el que pueden despeñarse hombres y mujeres cuando su único nexo con el mundo real es la sustancia de la que dependen. Los demás nos convertimos para ellos únicamente en alguien a quien pedir, con mejores o peores modos, ayuda para sufragar la próxima dosis. Una degradación física y psíquica que los convierte en muertos en vida. Porque hay que decir que sí, que vistos de cerca la palabra para definirlos es la de zombis. Confieso que hubiera preferido no verlos. Con saber que existían para mí era más que suficiente.

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