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El muro como solución

La construcción arquitectónica que define mejor el tiempo político y social actual es el muro. No solo me refiero a muros de piedra, hormigón, ladrillo o acero, como el realizado por Trump en México para evitar la entrada de migrantes a EE.UU., sino también a levantar muros mentales y simbólicos construidos desde la política para renunciar e impedir el diálogo. Son muros mentales e ideológicos para protegerse de los que piensan de forma distinta, para encerrar, controlar, limitar o prohibir. Tras la crisis del 2007, tanto la extrema izquierda como la extrema derecha han basado su crecimiento e influencia política y social atrincherándose tras los muros construidos con la guerra cultural o las movilizaciones en las calles para deslegitimar la victoria política de sus oponentes ideológicos. Son muros físicos y mentales que vemos proliferar en EE.UU., Francia, Italia, España o Alemania; se prefiere consolidar y fortalecer el muro ideológico a crear nuevas plazas públicas para dirimir las diferencias entre partidos.

  

Afp

La imperiosa necesidad de construir muros y más muros debería llevar a preguntarnos si no será el muro, paradójicamente, el último lugar donde aún hay alguna posibilidad de que los enemigos irreconciliables, ya sea entre partidos o personas, puedan encontrarse para restablecer de nuevo el diálogo entre contendientes, al haberse convertido en el único sitio de encuentro, donde se vigilan mutuamente.

La escritora alemana Juli Zeh, en su novela Sobre humanos describe el muro como el último espacio con posibilidad para volver al entendimiento entre contrarios. Zeh propone que nos situemos en el muro que separa a Dora, una mujer de izquierdas, de Godo, su vecino, un nazi que vota Alternativa para Alemania. Narra cómo Godo y Dora convierten el muro en un lugar de encuentro, donde acabarán dialogando y descubriéndose, al margen de sus hondas diferencias. Estas dos personas, con concepciones del mundo tan opuestas, acabarán “unidos por el muro que los separaba”. Cuando un país llega al extremo de construir muros cada vez más altos como única salida para dirimir diferencias políticas, ha llegado el momento en que deban empezar a ser utilizados para emprender de nuevo el camino del diálogo.

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