Atletas, bajen de la cama
Cada vez falta menos para la inauguración de los Juegos Olímpicos de París. La llama de Grecia llegó a Marsella hace un par de semanas y ahora paseará por el Hexágono, supongo. Ordenados como son los franceses –y el Comité Olímpico Internacional que los supervisa–, ya han llegado a París, a la Villa Olímpica, las dieciséis mil camas en las que dormirán los atletas. Son individuales, fabricadas por Airweave, y hechas de cartón. Airweave es la misma empresa que se encargó de las camas de los Juegos de Tokio, en el 2020. También aquellas eran de cartón. Las hacen de ese material porque, dicen, es el más sostenible y ecofriendly. ¡Son 100% reciclables!
Pero los atletas –tanto los que estuvieron en Tokio como los que ahora estarán en París– ven ahí una intención no muy oculta: evitar que forniquen. Están diseñadas para que se derrumben bajo el peso y los impulsos de dos cuerpos en pleno fervor amatorio. Si se derrumban bajo el peso de dos cuerpos, imaginen bajo el de tres o cuatro. Son, pues, una variante indoor de la arquitectura hostil que hay en muchas ciudades para evitar que los sinhogar duerman cómodamente.
Ya han llegado a París las dieciséis mil camas en las que dormirán los atletas
En general, los atletas son personas jóvenes, con las hormonas en ebullición. Desde hace décadas, se sabe que las competiciones olímpicas tienen toda una serie de competiciones paralelas, carnales. Muchos deportistas hablan abiertamente de ello más tarde. Para no alejarnos de casa, recordemos el caso de Matthew Syed, jugador de tenis mesa en Barcelona 1992 y actualmente escritor y radiofonista. En The Times de Londres, diario en el que colabora, explicó un día: “Participé por primera vez en los Juegos en Barcelona, en 1992, y follé más aquellas dos semanas y media que el resto de mi vida”. Y ya que estamos, ¿en qué mente preclara entra que para fornicar sea imprescindible una cama?