Sisis contra ninis

Me ha parecido siempre terriblemente despectivo tildar de nini (ni estudia ni trabaja) a los jóvenes que mandamos al limbo, desterrados de una sociedad que parece pensar que se merecen su destino. Un calificativo que ha hecho fortuna, como tildar de menas a los inmigrantes menores de edad, que son acusados a granel de ser todos de­lincuentes y violadores por partidos y medios de extrema ­derecha.

Los que ni estudian ni trabajan son muchos, muchísimos. La cifra fría de la última EPA es 927.500, casi un millón. Tienen entre 16 y 29 años y sería muy injusto pensar que todos se parecen a los casos más extremos vistos en programas de telerrealidad, donde entrenadores cuartelarios les intentan encarrilar con métodos cuestionables mientras las cámaras­ los graban destrozando puertas a puñetazos o insultando a su familia.

FOTO ALEX GARCIA OFICINA DE TRABAJO. EMPLEO Y DESOCUPACION. PARO. POBLACION ACTIVA 2019/09/17

  

Àlex Garcia

Nos preocupamos por la salud mental de la generación que recibió el impacto del confinamiento en plena adolescencia, mientras los criticamos porque parece que no hacen nada bien. Denunciamos que los jóvenes titulados universitarios no consiguen ni ser mileuristas, mientras despreciamos a sus compañeros de generación que no tuvieron ningún interés por unos estudios con tan poco futuro. Exigimos a las nuevas generaciones que sean emprendedores y se hagan autónomos y empresarios en el país con más burocracia y trabas para la pequeña y mediana empresa, mientras cualquier convocatoria para una plaza de funcionario bate récords de asistencia.

Unos y otros se enfrentan a una tasa de paro de las más altas de Europa

Al lado de estos ninis conviven 1.060.600 sisis, los que sí estudian y/o trabajan: están empatados los que se tragaron la pastilla roja con los que optaron por la azul. Pero unos y otros se enfrentan a la misma realidad: una tasa de paro entre los más jóvenes de las más altas de Europa. Ha ido bajando, pero se mantiene tozudamente fija en torno al 30%. En un país en caída libre de fertilidad, maltratamos a los que tienen en sus manos nuestro futuro: condenados a pedalear en una bicicleta con una caja colgando de la espalda o a ser ingenieros que aún viven en casa de su madre. Un drama tan conocido como silenciado y banal: un país que castiga a ninis y sisis solo porque son jóvenes.

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