Coppola, Berlanga y Maserati

EL PATIO DIGITAL

La tendencia del fin de semana, si descartamos que en Bilbao fletaron un extraño navío que hacía mucho que no surcaba el Nervión, es que han casado a un señor de casi cincuenta años, en cuya biografía no hay indicio anterior de que quisiera, con una cría de buena cuna, que podría ser su hija de no ser porque le saca la cabeza, y lo han retransmitido en una televisión pública. Los usuarios de las redes sociales se han cebado con el uso de indumentarias pretenciosas cuando no se tiene costumbre. Y en 2024, nadie tiene hábito salvo los Windsor.

Porque la boda del alcalde de la capital del Reino es antagonista perfecto de las redes sociales: pocos, emperifollados y con nombre propio, frente a muchos, en pijama y con cuenta anónima. Uno de estos decía que, considerando que hemos pagado la boda y la retransmisión, burlarse de la anomalía estética de la veinteañera y el cincuentón es “legítima defensa”.

El alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, y su esposa, Teresa Urquijo, a su salida de la iglesia de San Francisco de Borja de Madrid tras contraer matrimonio este sábado en Madrid

El alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, y su esposa, Teresa Urquijo, tras casarse, el sábado 

GTRES

El escritor Jordi Amat recordaba ayer que, según Jeffrey A. Winters, los oligarcas siempre actúan a la defensiva, pues la posición que ocupan desafía a las sociedades libres. Amat vinculaba la fiesta del sábado en la calle Serrano con el bodorrio que José María Aznar, a la sazón presidente, organizó en El Escorial para casar a su hija, ofreciendo la que sería foto de familia de la corrupción que poco después haría saltar por los aires su prestigio y el de sus dos gobiernos.

No fueron pocos los que habían contemplado con simpatía a Aznar –quien hasta ese día había cultivado su imagen de antítesis del carismático Felipe González con una efusión sobreactuada de probidad de afanoso pasante de notaría castellana– y ese día arrugaron la nariz ante su evidente pretensión de rivalizar con los borbones y fundar una dinastía de oligarcas: “Vienes a mi casa el día de la boda de mi hija”, resuena shakespeariano Marlon Brando.

Más allá de la naturaleza presuntuosa, añeja y un tanto ridícula del ritual –como lo es toda fiesta lujosa para quien mira desde el otro lado del seto–, era patente, como lo fue en El Escorial, que los contrayentes eran mera figuración, una coartada para ejercer de señoritos. El resultado tuvo el tono requerido de comedia de Berlanga, el mejor cronista del país desde Pérez Galdós, para que el común pudiera reírse de los que pretenden saber algo de la vida solo porque gastan mucho.

Javier Durán, guionista y comediante excelso de la red, empezó la jornada reconociendo esa identidad –“si pasan cerca de la Audiencia Nacional, al 99% de los invitados a la boda de Almeida se les conecta el wifi”–, y la acabó dedicando un tuit a la presidenta de la región, invitada principal y capitana de la francachela: “Cuatro bodas y un funeral a la madrileña: Una boda y 7.291 funerales”.

En otro orden de cosas, para José María Aznar junior no fue un mal fin de semana porque viene de ganar en Tokio su primera carrera de la Fórmula E como director de equipo. Es el capo de Maserati. Si el mundo es un pañuelo, Madrid es un garbanzo.

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