Rumbo a lo desconocido

FUTUROS IMPERFECTOS

Rumbo a lo desconocido

Yuval Noah Harari escribe en Homo Deus : “No hay animal que pueda medirse con nosotros, no porque carezca de alma o mente, sino porque carece de la imaginación necesaria”. Recorriendo el Mobile World Congress, al visitante se le abren los ojos y la boca como a la Medusa de Caravaggio o al hombre que grita de Munch. Sorprende ver a robots humanoides que nos siguen con la mirada, responden a nuestras preguntas o bailan al ritmo de la música que les ponemos. Contemplar perros robotizados que desbordan afecto y brincan al vernos. O incluso descubrir coches voladores que nos permitirán huir de los atascos, despegando o aterrizando en vertical. Por no hablar de anillos que nos lo dicen todo sobre nuestra salud, móviles tan flexibles como para convertirlos en pulseras u ordenadores portátiles con pantallas transparente. El Mobile es el mayor escaparate de tecnología del planeta, un viaje al futuro desde nuestro presente cada vez más acelerado.

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Alejandro García / Efe

Pero detrás de este festival de gadgets, a cual más fascinante, con la inteligencia artificial (IA) como denominador común, surge la duda de si todo esto nos llevará al mejor de los mundos posibles o si por el camino perderemos nuestra privacidad (o lo que nos queda de ella), nuestra capacidad de decidir o nuestro sentido ético. 

Hace apenas unos meses, más de trescientos científicos especializados en IA advirtieron al mundo de que esta tecnología suponía un riesgo para la especie humana y que mitigar sus peligros debería ser una prioridad mundial. Sin embargo, el planeta vive una carrera hacia ninguna parte, en que nuestra capacidad de preocuparnos está bloqueada por nuestra disposición a asombrarnos. 

El Mobile es un viaje al futuro desde nuestro presente cada vez más acelerado

No se trata de oponernos a nada, sino de intentar controlarlo todo. O como decía el columnista estadounidense Sydney J. Harris: el problema no es que las computadoras empiecen a pensar como los hombres, sino que los hombres comienzan a pensar como las computadoras.

No me imagino ese futuro de taxis volantes que sortean los atascos, ni de perros autómatas que no salgan a la calle, ni de robots que nos saquen a bailar cuando suene nuestra canción favorita. Pero igual es divertido, sobre todo si el planeta aguanta.

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