Continuidad o cambio en Galicia

Continuidad o cambio en Galicia

Galicia acude hoy a las urnas para elegir a los ­diputados del Parlamento autonómico de su XII legislatura. Lo hace en unas elecciones que fueron adelantadas cinco meses por el presidente Alfonso Rueda (PP), con el propósito de reforzar la estabilidad característica de la política gallega y amarrar un buen resultado. Pero, tras una campaña electoral a la postre dominada por el debate estatal –que Alberto Núñez Feijóo ha centrado sistemáticamente en la presunta indignidad de los pactos para la investidura de Pedro Sánchez suscritos por el PSOE con fuerzas independentistas–, esa estabilidad no parece estar ya asegurada. Al escribir estas líneas no puede descartarse que el PP pierda su mayoría absoluta y dé paso a un gobierno encabezado por el BNG en coalición con los socialistas.

Hasta esta noche no conoceremos los resultados y no podremos, por tanto, salir de dudas. Pero hay ya sobre la mesa tres posibles resultados que, a la vista de las distintas encuestas, se presentan como los más probables. La primera opción es que el PP mantenga su mayoría, con 38 o más diputados, aun perdiendo alguno de los 42 que suma desde el 2020. Si alcanzara tal resultado, podría seguir gobernando en solitario. Es pertinente recordar, en este sentido, que los populares han sido siempre, desde el año 1981, la fuerza más votada en las elecciones autonómicas de Galicia.

El PP es el favorito en las elecciones de hoy, pero no se descarta un gobierno de izquierda

La segunda opción pasa por un gran resultado del Bloque Nacionalista Galego (BNG), que dirigido por Ana Pontón ha sido la fuerza al alza durante la precampaña y la campaña, a diferencia del PP y del PSOE. Si los votos del BNG –ahora cuenta con 19 diputados- y los del PSdG-PSOE –ahora tiene 14-, representado por el candidato José Ramón Gómez Besteiro, sumaran hoy 38 escaños, habría vuelco electoral en Galicia.

La tercera opción vendría determinada por una fuerza minoritaria y muy joven. No parece, siempre según las encuestas, que ni Vox ni Sumar ni Podemos vayan a conseguir representación parlamentaria en Galicia. Pero sí se estima posible que la formación Democracia Ourensana, cuyo programa se basa claramente en la petición de más recursos para su provincia, acabe logrando un escaño que, de darse un escrutinio final igualado entre PP y BNG+PSdG-PSOE, podría inclinar la balanza a favor de un gobierno de signo conservador o, por el contrario, de otro de signo progresista.

Como se apuntaba más arriba, el resultado de las elecciones de hoy ha ido ganando en incertidumbre según avanzaba la campaña. Pero de dicha campaña pueden extraerse ya algunas conclusiones políticas significativas. La más destacada quizás sea que ha evolucionado de modo preocupante para el PP: su candidato, al que Feijóo cedió la presidencia de la Xunta al asumir la dirección nacional de los populares, relevando a Pablo Casado, no se ha consolidado; la decisión de Feijóo de llevar la campaña al omnipresente y estomagante debate estatal relativo a los pactos PSOE-Junts quizás no haya seducido al electorado gallego, más interesado, como es lógico en unas autonómicas, en los temas que afectan directamente a su comunidad; y, sobre todo, las extemporáneas revelaciones, a media campaña, sobre las negociaciones entre PP y Junts pueden tener consecuencias negativas para sus intereses, tanto en la escena gallega como en la nacional.

Tampoco el candidato socialista Besteiro, que afrontaba sus primeros comicios como cabeza de lista, ha despegado, pese a estar muy arropado por Sánchez y por José Luis Rodríguez Zapatero. A diferencia de Pontón, que tiene hoy algunas opciones de convertirse en la primera presidenta gallega.

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