El diálogo y la contradicción

El diálogo y la contradicción

Desde Galicia, autonomía caracterizada por su estabilidad política, se han agitado este fin de semana las aguas de la política estatal. La campaña de las elecciones gallegas, que se celebrarán el próximo domingo, ha propiciado un sorprendente giro en el argumentario que utiliza el PP para erosionar la imagen del PSOE.

Desde antes del verano, cuando buscaba los apoyos parlamentarios necesarios para lograr la investidura como presidente del gobierno (y en particular después de que Pedro Sánchez sí los consiguiera gracias al decisivo apoyo de Junts), Alberto Núñez Feijóo ha afeado reiteradamente al socialista sus negociaciones y pactos con los independentistas catalanes. El runrún popular contra el PSOE, basado en sus concesiones a Junts, empezando por la amnistía a cambio de la investidura, ha sido constante, y el surtido de adjetivos descalificadores, de enorme variedad. De ahí la sorpresa producida por las recientes revelaciones de los mandatarios populares relativas a sus contactos con Junts y a su disposición, si se dieran determinadas circunstancias, a concederles no una amnistía pero sí un indulto, que a efectos prácticos supondría también su reinserción en la escena política.

Feijóo acertó al explorar el pacto con Junts, no al criticar al rival por hacer lo mismo

Lo primero que debemos subrayar sobre esta cuestión es, como ya hemos hecho en numerosas ocasiones, que la solución del contencioso catalán no puede venir más que del diálogo entre las partes enfrentadas. También, que cuantos más actores políticos participen en este diálogo, mejor. Y si pudieran ser todos, mejor aún.

Por tanto, nos parece una buena noticia que Feijóo abunde ahora en estos tanteos, de breve vida, pero tan significativos, que le llevaron a considerar durante 24 horas, antes del pasado verano, las peticiones de Junts, hasta finalmente desestimarlas. No fue este el caso de Pedro Sánchez, que antepuso su deseo de obtener la investidura y de pacificar la situación catalana a cualquier otra consideración, motivo por el que tras las elecciones del 23-J vuelve a ocupar la Moncloa. Se le ha acusado, por ello, desde el PP, de oportunista, y es comprensible que así sea, puesto que las contorsiones aplicadas a su propio discurso han sido notables, y porque aun hoy en día la amnistía sigue siendo un plato de difícil digestión para un elevado porcentaje de españoles.

Como apuntábamos, el principal dirigente del PP creyó que su mejor línea de oposición pasaba por reprochar a Sánchez su decisión y por acusarle de indigno, de humillar al Estado y de aliarse con los enemigos de España. Esa ha sido la columna vertebral de su oposición, no solo en el Congreso de los Diputados, sino también en los mítines de la campaña gallega... hasta hace bien pocos días.

Luego, de repente, llegó el golpe de timón. Primero fue Elías Bendodo, coordinador general del PP, quien el pasado viernes empezó a allanar el camino reivindicando el derecho de su partido a reunirse con Junts. (Desde luego, tiene ese derecho, y quizás incluso tenga la obligación de hablar con una fuerza que representa a un número notable de ciudadanos). Y luego, durante el fin de semana, ya fueron varias las fuentes populares, incluido el propio Feijóo, que reconocieron que habían sopesado durante un día entero la amnistía, y que, de cumplirse determinadas condiciones, no le harían ascos a indultar a Puigdemont y a otros dirigentes independentistas.

Insistimos en que es pertinente aplaudir esta iniciativa del líder del PP para restañar las heridas del procés . Pero es difícil no ver en sus vaivenes una contradicción de peso: carece de sentido acusar al rival político de lo que uno, con todos los matices que se quieran, dice estar también dispuesto a hacer. Así se lo reprochó ayer el PSOE. Y, asimismo, algunos dirigentes populares desconcertados.

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