El alto el fuego de Hamas, sin opciones

El alto el fuego de Hamas, sin opciones

Cuando la guerra de Gaza acaba de entrar en su quinto mes, la mediación internacional sigue trabajando para que las partes enfrentadas acepten un alto el fuego. Estados Unidos presiona a Israel, y Qatar y Egipto hacen lo mismo con Hamas. Un impulso diplomático destinado a alcanzar una tregua de larga duración. En este marco, ayer se conoció la respuesta de Hamas al acuerdo alcanzado en París a finales de enero entre los países mediadores e Israel. Y, como se preveía, un nuevo rechazo del alto el fuego por parte de Beniamin Netanyahu.

El plan lo abordaron el secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, de nuevo de visita en Jerusalén, y el primer ministro israelí. Tras el encuentro, el político estadounidense ya avisó de que “aún hay mucho trabajo por hacer”. ¿Qué proponía exactamente el grupo integrista? Era una iniciativa en tres fases para acabar la guerra, cada una con una duración de 45 días. Preveía primero liberar a las mujeres, menores de 19 años, ancianos y enfermos israelíes mantenidos como rehenes, a cambio de un número específico de mujeres y menores en prisiones israelíes, así como la retirada militar hebrea de las áreas densamente pobladas de Gaza. La segunda fase, que empezaría tras “conversaciones indirectas” para acabar con “las operaciones militares mutuas”, preveía la liberación de todos los hombres secuestrados, intercambiados por presos palestinos, y la retirada total del ejército israelí de Gaza. Y la tercera etapa proponía el intercambio de cuerpos y restos de los rehenes y palestinos muertos. En la única tregua habida hasta ahora, Hamas liberó a más de cien rehenes a cambio de la excarcelación de 240 presos palestinos.

Netanyahu rechaza ceder en la acción militar, aunque crece la presión por los rehenes

Netanyahu se apresuró a rechazar ayer el plan asegurando que plegarse a las demandas de Hamas solo “llevaría a otra masacre” y que Israel no tiene más alternativa que conseguir una “victoria total” sobre Hamas. Así, el primer ministro avanzó que se prepara una ofensiva en Rafah, en el sur de Gaza. Su posición era esperable, pues la condición de que Israel retire sus tropas de Gaza ha sido siempre rotundamente rechazada por Netanyahu hasta que Hamas haya sido eliminado. Israel no podía aprobar un plan que no implica el desmantelamiento de las estructuras terroristas en Gaza ni la desaparición de Hamas ni la desmilitarización de la franja. El 21 de enero, Netanyahu ya rechazó una retirada militar y el final de las hostilidades a cambio de la liberación de los rehenes, que defiende que solo se puede hacer manteniendo la presión militar.

Que el grupo integrista condicione la libertad de los rehenes a un alto el fuego de 135 días era algo que Israel difícilmente podía aceptar, pero la presión sobre Netanyahu crece, alentada por los familiares de los rehenes que no rechazan un acuerdo con Hamas si facilita el regreso de sus allegados. Pero Netanyahu se enfrentaría al potencial colapso de su Gobierno de coalición de extrema derecha si accediera a algún tipo de tregua. Aceptar un alto el fuego de más de cuatro meses supondría el final del conflicto bélico, lo que permitiría a Hamas seguir vivo y gobernando Gaza.

La propuesta del grupo islamista, en cambio, no es vista con malos ojos por los mediadores internacionales que creen que, con retoques negociados, abre la puerta a una tregua de larga duración y a que Hamas entable nuevas negociaciones. Qatar, Egipto y EE.UU. llevan semanas mediando para un acuerdo que se traduzca en un intercambio de secuestrados y un largo periodo en que callen las armas. La clave pasa por lograr combinar los principales objetivos de las dos partes sin que sientan que salen perdiendo.

La enésima visita de Blinken a Israel responde también a una creciente sensación de crisis regional en la que Estados Unidos está teniendo cada vez más un indeseado protagonismo. Para Washington, un alto el fuego en Gaza sería la mejor forma de reducir la tensión en toda la zona y serviría para aumentar el flujo de alimentos, agua, medicinas y ayuda básica para los 2,3 millones de civiles que hay en la franja.

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