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Para la sed, agua de València

De vez en cuando conviene resistir a la tentación, de ahí que no escribamos sobre la conferencia que hoy pronunciará en Túnez la consellera de Acció Exterior: “Serret viaja a Túnez a explicar la gestión del Govern contra la sequía” (nota oficial). Dejémoslo en que también presentará a la titular de la flamante embajada de la Generalitat en Túnez...

Al parecer, Valencia nos echará una mano este verano a nosotros los catalanes –y a los turistas de los que también vivimos– si la sequía persiste, un contratiempo como tantos otros. ¡Más vale una embajada en Túnez que una desalinizadora en Cunit, que bastante cruz tiene con las segundas residencias!

  

Efe

A mí ya solo me faltaba este ofrecimiento para decir que tenemos unos vecinos la mar de simpáticos y mal conocidos. Yo, como tantos catalanes preconstitucionales, siempre había pensado que salir de Barcelona para pasar un fin de semana en València era del género tonto ni aún por Fallas, un disparate propio de gente incomprensible. Vamos, que les miraba un poquito por encima del hombro...

Modestia aparte, mi condición de exiliado ideológico, como Valtònyc, Rovira o Wagensberg, aunque a tiempo parcial y no en la Confederación Helvética –¡carísimo todo!– me lleva cada año a Castellón, València, Zaragoza o Ceret, donde las corridas de toros son opción y nadie te endilga un sermón por asistir.

Y yo que había mirado a los valencianos un poco por encima del hombro...

De estos doce años exilio, València ha sido la joya de la corona: dinámica, con patrimonio y muy callejera. Lo de correr o salir en bici por el cauce del Turia ya se lo dejo a los muy sostenibles, entusiasmados con tanto espacio para la salud, el llamado wellness y la educación física.

El colmo de la felicidad sería que esos buques traigan agua del grifo y agua de València, trago que lleva zumo de naranja, cava, ginebra y vodka y entra en las noches cálidas como cuchillo en mantequilla. Besos con agua de València no se olvidan. Y así, de paso, igual nos alegra el ánimo, al que solo le faltaba esta sequía que invita a reproches y no es plan vivir así.

València, ¡qué callado te lo tenías! Dame estruendo y pólvora. Y para la sed, tu agua.

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