La hipocresía nacional

EL RUEDO IBÉRICO

La hipocresía nacional

La política española tiende a la sobreactuación. Los políticos se ofenden con frecuencia, responden airados a otros, se rasgan las vestiduras, afirman que no tolerarán que se diga tal o cual cosa y amenazan con acabar en el TC o más allá. A veces el tono es tan doliente y exagerado que la política acaba pareciéndose a una ópera bufa. Las acusaciones de fascismo, comunismo, golpismo, autoritarismo y similares están a la orden del día. Entre los muchos y recientes ejemplos, quizá sean los juicios apocalípticos sobre una posible amnistía la mejor ilustración.

Cuanto mayor es la sobreactuación, más visible es la hipocresía con que se mueven en tantas ocasiones las fuerzas políticas. El choque entre la grandilocuencia de las palabras y la práctica política se hace más aparatoso, y se detecta enseguida una incoherencia palmaria. Este último año, sobre todo los últimos meses, la cosa ha ido a peor, como suele pasar cuando hay elecciones y formación de gobiernos a nivel municipal, autonómico y nacional. Hemos tenido dos elecciones, las municipales del 28 de mayo (que también fueron autonómicas en 12 comunidades) y las generales del 23 de julio. Dados los resultados electorales, de difícil gestión, se ha ido consolidando una alianza entre el PP y Vox, por un lado, otra entre el PSOE y Sumar, y un entendimiento entre las fuerzas de izquierda y las fuerzas nacionalistas no españolistas, si bien este entendimiento está aún por consolidar.

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Joma

En medio de grandes dosis de dramatismo, circulan toda clase de acusaciones de irresponsabilidad. Cada parte reprocha a la otra poner en peligro valores que considera intocables. No pretendo decir que las acusaciones de traición de las derechas contra las izquierdas a cuenta del apoyo de los independentistas tengan la misma razón de ser que las de las izquierdas contra las derechas por incluir a Vox. Esto no es un ejercicio de equidistancia. Más bien quiero decir que, al margen de las razones que cada uno tenga, los dos bloques ideológicos se comportan con una hipocresía similar dadas sus ideas.

Las izquierdas explotan la complicidad entre PP y Vox. Vox es un partido de extrema derecha, excluyente en la cuestión nacional y migratoria, que no reconoce las desigualdades de género y que se presenta como “constitucionalista”, pero que no puede ocultar su nostalgia franquista. Forma parte de una corriente internacional que se alimenta de la insatisfacción que anida en muchas sociedades para hacer crecer su proyecto autoritario y regresivo.

Ahora bien, si tan catastrófico es para el país que el PP forme coaliciones con Vox a nivel municipal y autonómico (a nivel nacional no le salen las cuentas, como se ha visto), el comportamiento más coherente sería poner los medios necesarios para que ello no suceda. En Valencia, por ejemplo, el PP obtuvo 40 diputados y Vox 13. La mayoría absoluta está en 50 diputados. Las izquierdas (PSOE y Compromís) podrían haber prestado diez votos al PP y haber evitado que Vox tuviera consejerías. Dado que el PP no hace ascos a Vox, la aplicación del cordón sanitario a Vox pasa por darle la oportunidad al PP de gobernar en solitario si ambos partidos suman una mayoría absoluta. Pero da la impresión de que las izquierdas, en el fondo, prefieren que haya gobierno con Vox para poder así criticar sin límite al PP.

Si la polarización fuera auténtica y no retórica, los partidos obrarían para alejar los males que anuncian

Por el otro lado sucede algo similar. Las derechas llevan meses anunciando que un gobierno elegido con apoyo parlamentario de partidos independentistas es un desastre para España. De hecho, insisten en que si algo así se consuma, será la antesala de la ruptura del país y el fin de la democracia (ahí es nada).

Teniendo en cuenta que en el Congreso de los Diputados PP y Vox no suman mayoría absoluta, pero sí la puede conseguir el PSOE con Sumar más el apoyo de partidos independentistas, las derechas pueden fácilmente liberar al PSOE y a Sumar de su dependencia con respecto a dichos partidos. Bastaría con que prestaran unos cuantos votos para dejar en la irrelevancia parlamentaria a Junts, ERC o Bildu. Si de verdad piensan que está en juego el futuro de España como nación, ¿por qué no arriman el hombro para evitarlo? Pero, al igual que en el caso anterior, las derechas parecen más interesadas en que el PSOE y Sumar consigan apoyos independentistas para continuar con la matraca del “se rompe España”.

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Hay una mezcla de rigidez política y oportunismo electoral en las actitudes que unos y otros adoptan. Las izquierdas tratan de dañar la reputación del PP subrayando la normalización que hace de la extrema derecha. Este mensaje tiene una función doble: por una parte, disuadir a los votantes moderados de votar al PP y, por otra, movilizar a los votantes progresistas, cuya primera prioridad es evitar el retroceso que supone la entrada de Vox en las instituciones. Las derechas, a su vez, buscan desmoralizar a los votantes del PSOE más centristas o moderados, tratando de convencerles de que su voto contribuye al final de la democracia; así, de paso, logran enardecer a los suyos.

¿Acaso no es hipócrita defender que España puede sufrir una involución autoritaria, con grave perjuicio para diversas minorías territoriales y étnicas, y no hacer más que denunciarlo con aspavientos? ¿Y no hay una hipocresía parecida cuando se anuncia la ruptura de España si un gobierno de izquierdas es apoyado por partidos independentistas y se opta por vociferar jeremiadas en lugar de poner remedio?

O bien se baja el tono dramático de los vaticinios catastrofistas o bien se actúa en consecuencia. Lo que no tiene mucho sentido es seguir anunciando grandes males y no hacer lo suficiente para evitarlos. Si la polarización fuera auténtica y no retórica, veríamos a los partidos obrar para alejar dichos males, y no regodeándose en ellos para meter el dedo en el ojo del rival.

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