IA, ¡manifiéstate!

IA, ¡manifiéstate!

Cuando las empresas de Europa y Estados Unidos empezaron a deslocalizar sus fábricas, la explicación que se nos dio fue la del coste: los trabajadores de los países donde se implantaron cobraban mucho menos que los de aquí, las condiciones, medio ambiente, seguridad... eran menos rigurosas y todo, por tanto, más fácil. Vamos, que no se iban porque allí fueran mejores en sus ha­bilidades, simplemente porque eran más baratos­.

De las consecuencias no fuimos plenamente conscientes, aunque ya se intuían, hasta que la pandemia nos mostró cuán dependientes éramos en todo tipo de productos. Y no es lo mismo serlo en cachivaches de todo a un euro que en respiradores.

Lo aprendimos de la peor manera. Ahora se nos viene encima otra deslocalización, la de empleos que pueden ser sustituidos por la inteligencia artificial, desde los actores de doblaje hasta administrativos, abogados, ingenieros, arquitectos, programadores o periodistas. Empezando por digamos arriba, si quieren sigo con las de en medio y abajo. Sí, esta escribidora es de las que ven el vaso medio vacío, es lo que tiene ser realista.

YO, ROBOT

 

LV

Porque hay muchas diferencias con el mundo de antes. Para empezar, los obreros de aquellos países lejanos que trabajaban a destajo no lo hacían porque les gustara, sino porque les obligaba la pobreza. Y poco a poco empezaron a reclamar y a pedir y a preocuparse por su salud y, vamos, a comportarse como los de aquí. Ya no salían tanto a cuenta, una de las razones de la desglobalización de la que no se habla tanto no vaya a ser que nos dé ideas.

Pero eso no va a ocurrir con la inteligencia artificial, y habrá que pensar qué se hace con tantos trabajadores que, como ya cantaba Peter Gabriel allá por los ochenta, “no-one needs” (nadie necesita). ¿Aguafiestas? Más bien escaldada de todo lo que hemos visto y lo que vamos ver.

Claro que la IA también puede evolucionar, si está programada para aprender, puede que lo haga. Y que considere excesivo lo que le piden. Igual llega un momento en que ellas, las máquinas, también se manifiesten. Y no en una sesión de espiritismo.

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