Sin bala de plata

FUTUROS IMPERFECTOS

Sin bala de plata

Escuchando esta semana a Alberto Núñez Feijóo en el Senado y a Cuca Gamarra en el Congreso proclamar que en las próximas elecciones “derogaremos el sanchismo”, he recordado a los humoristas Tip y Coll en la transición acabando a coro todas sus actuaciones con el latiguillo “y la próxima semana hablaremos del Gobierno”. La pareja de cómicos nunca habló en su siguiente actuación del Ejecutivo, como tampoco está escrito que el PP vaya a ganar las próximas generales. Pero es curioso que los líderes de la derecha en España utilicen el término sanchismo a modo de sinónimo de malicia, vileza y perversidad. Como si Pedro Sánchez fuera la reencarnación del diablo en política. El país no va tan mal: la economía crece, el empleo resiste, la inflación se contiene y la desigualdad se reduce. El presidente ha tenido que abordar en su mandato una epidemia global y una guerra a las puertas de Europa, que han desestabilizado el planeta. Además, ha reconducido la tensión independentista. Y si miramos lo que ocurre al otro lado de los Pirineos, habrá que reconocer que las políticas para evitar una crisis social han resultado sedantes.

El término sanchismo lo utiliza el PP como sinónimo de todos los males que acontecen. Y tendría poco recorrido si su discurso no contara con potentes altavoces mediáticos a su disposición. En este país, se intenta convertir a los presidentes en ideología (suarismo, felipismo, aznarismo, zapaterismo, marianismo), pero en ningún caso con la saña con que se habla del sanchismo. Es posible que la ductilidad de Sánchez en adaptarse a los momentos e incluso en corregir sus discursos, desespere a sus opositores. O puede que la causa sea su resiliencia, que hace que se necesite una bala de plata para tumbarlo.

Efe

 

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Feijóo y Gamarra repitieron en las dos cámaras que iban a derogar el sanchismo

Pero el PP, más que seguir machacando con el término, debería presentar una oferta alternativa. De momento, le cuesta y se limita a definirse por su posición contraria a lo que hace el Gobierno. Por eso Sánchez, después de escuchar a Feijóo en la Cámara Alta, pudo despachar su intervención diciendo que a su colega la política nacional le venía grande. El sanchismo también es hablar suave, con una herradura en el guante del boxeo dialéctico.

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