La dignidad de un moderado

La dignidad de un moderado

El año 1975, tras unas oposiciones, marché de viaje. Llevaba dos libros, uno que no recuerdo, creo que de Galdós, y otro que tengo ahora ante mis ojos: Filosofía y política en Julián Besteiro, de Emilio Lamo de Espinosa, editado por Cuadernos para el Diálogo. Aparte de mi creciente tendencia a releer, confieso que he vuelto a él llevado por mi perplejidad ante la deriva actual del Partido Socialista, que juzgo lesiva para los intereses generales y también para él. Quizá lo hago por la imagen de solvencia moral que siempre he asociado a Besteiro, ejemplo palmario de cuantas veces la dignidad se refugia en los perdedores. Este libro inspira cuanto sigue, de lo que solo yo respondo.

Instaurada la República, Besteiro se integró en la órbita republicana, al mismo tiempo que se alejaba del ambiente socialista dominante. Intentó llevar al PSOE a la vía moderada sin conseguirlo. Desde su dimisión en febrero de 1931 hasta el golpe de Casado, al final de la guerra, se fue distanciando de su partido. Un alejamiento en el que influyen dos hechos: 1) La radicalización progresiva del PSOE y la simultánea deriva moderada de Besteiro, que dieron lugar a que el diario Claridad, primero, y las Juventudes Socialistas Unificadas, más tarde, solicitasen su expulsión del partido por no ser marxista. 2) El anticomunismo creciente de Besteiro, que coincidía con la bolchevización del PSOE.

Efe

 

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En consonancia con este proceso de mutuo distanciamiento, Besteiro salió derrotado en todas sus propuestas al congreso extraordinario del PSOE celebrado el 11 de julio de 1931. Pero aún le quedaba un papel importante que desempeñar como político republicano y nacional: fue elegido presidente de las Cortes Constituyentes. “(Su) distinción intelectual, política y hasta física prestaba especial dignidad a la Asamblea”, escribe Madariaga.

Fue un buen presidente, es decir, procuró obrar con imparcialidad. Jiménez de Asúa dice desde la izquierda: “Todos los resortes fueron por él empleados cuando se hacían necesarios, incluso la energía y hasta la irritada voz y el ademán furibundo”. Y Gil-Robles le alaba desde la derecha: “Faltaría a la justicia si no proclamase aquí la imparcialidad con que solía presidir el señor Besteiro las sesiones”.

Besteiro mostró su valor cívico: “Me quedaré con los que no pueden marcharse”

Pero Azaña arremete contra él: “Los ministros socialistas son, de todo el Gobierno, los que están más descontentos con la conducta de Besteiro en la presidencia de las Cortes. No nos ayuda”.

Se dio entonces una fuerte discrepancia entre el PSOE y su sindicato, la UGT. Así, por ejemplo, tras el XVII congreso de UGT, Besteiro y sus seguidores se hicieron con el control de la comisión ejecutiva, hasta el punto de que Largo Caballero, que dominaba el partido, dimitió. La situación se hizo muy difícil, con Besteiro controlando la sindical y Largo Caballero el partido, teniendo en cuenta que Largo evolucionaba hacia el leninismo y Besteiro hacia un fabianismo cada vez más moderado y con influencias keynesianas.

Pero lo que no puede hoy negarse es que Besteiro era certero en sus críticas al radicalismo de la izquierda socialista. Tenía una gran virtud: el valor cívico de decir las verdades aun sabiendo que no serían populares. Algo hoy olvidado.

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Este valor cívico, que no tuvieron otros, es el que mostró Besteiro cuando llegó el final. “Me quedaré con los que no pueden marcharse”, dijo. “No ha aprendido usted el nuevo saludo de España?”, le preguntó, brazo en alto, uno de los primeros falangistas que llegaron al Ministerio de Hacienda: “No, señor –respondió Besteiro–, y lo peor es que, a mi edad, me costará mucho aprenderlo”. Y de ahí a la prisión de Porlier. Comenzaba así un vía crucis con juicio incluido (en el que fue fiscal Felipe Acedo Colunga, años después gobernador civil de Barcelona) y terminó con su muerte en la cárcel de Carmona.

Serrano Suñer lo dejó escrito: “Hemos de reconocer que dejarle morir en prisión fue por nuestra parte un acto torpe y desconsiderado”. Fue un crimen miserable.

Besteiro es modelo de dignidad: fiel a sus ideas y ejemplar en su conducta.

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