“Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de Dios”.
Del evangelio según San Mateo
No sé si entramos en una nueva era o, más probable, que se trate de un milagro pasajero, pero de repente los grandes capitalistas se están haciendo amigos con un viejo desconocido, la moralidad. El dinero, están descubriendo, no lo es todo. Hasta el codicioso fútbol se ha unido a la tendencia, sacrificando ganancias para unirse a la batalla del bien contra el mal.
La guerra de Putin está ablandando corazones donde no pensábamos que los había. Multinacionales insignia como Apple, Microsoft y BP se han retirado de Rusia como protesta contra la carnicería que el capo di tutti capi del Kremlin ha montado en Ucrania. También Disney, Toyota, Boeing, IKEA, Visa, Mastercard y American Express.
La marca más potente de todas es el fútbol, el fenómeno social que cautiva a más almas en más continentes. Los amos del fútbol en la FIFA y la UEFA han sacrificado ingresos al excluir a los rusos de competiciones internacionales y romper contratos con empresas rusas. Los miles de millones que ven los partidos de las grandes ligas europeas reciben un bombardeo constante de solidaridad con Ucrania a través de los gestos de los jugadores y los clubs, y los mensajes de apoyo que las televisoras ponen, gratis, en las pantallas.
Hasta el codicioso fútbol se ha unido a la batalla del bien contra el mal, sacrificando ganancias
Lo curioso es que en Rusia siguen transmitiendo los partidos de la liga más militante, la Premier inglesa. Habrá sido un descuido, por el que alguien quizá acabe en una cárcel siberiana, pero el partido más visto en el mundo el fin de semana, el del Manchester City contra el Manchester United, fue transmitido por un canal ruso llamado Okko. Cada vez que las cámaras enfocaban a los fans se veían las banderas amarillas y azules de Ucrania, los mismos colores de la cinta que el capitán del City y hombre del partido, Kevin de Bruyne, llevaba en el brazo.
Aquí en España, como en el resto de los países menos incivilizados, vimos una banderita ucraniana en una esquina de nuestras pantallas a lo largo de los 90 minutos del encuentro. Okko logró borrarla pero, motivo de infarto para los secuaces de Putin, hubo un instante en el que apareció arriba a la izquierda, en las pantallas rusas también, un mensajito contra la guerra en los colores, una vez más, de la bandera de Ucrania. El jugador ucraniano del City, Oleksandr Zinchenko, el que deseó a Putin una muerte dolorosa en Instagram, no jugó. Pero las cámaras se centraron en él en el banquillo en repetidas ocasiones.
¿Surte algún efecto la propaganda anti Putin? No va a retirar sus tropas porque el mundo del fútbol le aborrece, pero algo sí influye en el pueblo ruso, el objetivo final de todas las sanciones internacionales. Es una manera de atravesar la cortina de hierro informativa que el zar ruso ha impuesto a sus súbditos. Pero está también la posibilidad de que exista una prueba medible de la influencia que tiene el fútbol en las mentes y los corazones. Hablo no de Rusia sino de Emiratos Árabes Unidos, cuyos gobernantes son los dueños del Manchester City, los que pagan el sueldo de Zinchenko.
Lo curioso es que en Rusia siguen transmitiendo los partidos de la liga más militante, la Premier
EAU fue uno de tres países de los quince del consejo de seguridad de la ONU que el viernes 25 de febrero se abstuvo de condenar la invasión rusa, iniciada el día anterior. El 2 de marzo EAU fue más lejos. Castigó a Ucrania con el cambio de una regla migratoria. Anunció que de ese día en adelante los ciudadanos ucranianos, un millón y medio de los cuales han huido de su país, solo podrían entrar en su país con un visado. Pero horas después hubo un giro de 180 grados. EAU voto en la asamblea general de la ONU a favor de condenar la invasión y el día siguiente anunció que los ucranianos volverían a poder entrar en su país sin visados.
Puede que esté soñando pero quiero pensar que el fútbol ayudó a convencer a los jeques a abandonar el cinismo y pasarse al bando de los misericordiosos. El City es la marca que mejor representa a su pequeño país en el mundo. Los jugadores y el cuerpo técnico del City se posicionaron sin ambigüedades del lado de su compañero Zinchenko. La contradicción no era sostenible. Tuvieron que elegir. Quizá Zinchenko les dijo algo, o el equipo antepuso la moralidad al dinero y amenazó con un motín. OK. Vale. Quizá sería demasiado esperar. Pero es un bonito delirio.