"El deporte tiene el poder para cambiar el mundo”.
Nelson Mandela
Esta serpiente hay que matarla en el nido. La solución a la amenaza que representa Vladimir Putin para el mundo reside en su casa. La presión internacional no será suficiente para acabar con el venenoso zar. Como en 1917, depende del pueblo ruso. El deporte tiene su papel.
El fin de semana vimos escenas solidarias con Ucrania en estadios de fútbol por toda Europa, ninguna más conmovedora que antes del comienzo del partido entre el Everton y el Manchester City cuando dos jugadores ucranianos vistiendo las dos camisetas rivales se fundieron en un abrazo en el medio del campo. Las aficiones de ambos les dieron el aplauso más sonoro del día. Imágenes como esta consolidan la unidad internacional contra Putin y envían un mensaje inequívoco al pueblo ruso: mientras el dictador siga mandando su país será el paria del mundo.
El deporte no se ha limitado a actos simbólicos. Muchos rusos no habrán visto escenas como las del Everton-City. Putin controla casi todos los medios de información. Lo que no puede controlar es que su gente se entere de la decisión de la UEFA de que la final de la Champions League este año se disputará no en San Petersburgo, como estaba programado; o de que la Fórmula 1 ha cancelado el Grand Prix ruso de este año; o de que Polonia, Suecia y República Checa se negaron a jugar sus partidos de repesca contra Rusia para el Mundial.
Con cada hora que pasa, más palos. La FIFA, infaliblemente amoral hasta hoy, no ha visto más remedio que unirse al boicot. Ayer anunció que expulsa a Rusia del Mundial. La UEFA ha expulsado a los clubs rusos de todas las competiciones europeas y, por una vez anteponiendo los principios a la pasta, ha dicho que rescindirá su contrato con la empresa estatal rusa Gazprom, cuyo patrocinio supone ingresos de 100 millones de euros anuales.
Las sanciones deportivas, como las económicas, muerden; los rusos ya sienten su impacto
Nada de esto es en vano. Al contrario. Las sanciones deportivas, como las económicas, muerden. Los rusos ya sienten su impacto, en sus corazones y en sus bolsillos. Putin lo ve y se asusta. Más psicópata con cada día que pasa, ha reaccionado amenazando con guerra nuclear. Crece su desesperación y a la larga fracasará en Ucrania, seguro, pero su mayor pesadilla, como la de todo déspota, es que su gente se vuelque contra él. Se sabe que tras la caída del tirano libio Gadafi Putin miró obsesivamente el aterrador video de su muerte y como sus asesinos descuartizaron el cadáver después.
El instrumento político que sostiene a Putin no es la persuasión, es el miedo. Asesina o encarcela opositores a placer. Encima no es racional. El ex agente de la KGB vive en un mundo que existe solo dentro de su cabeza en el que Ucrania es un país nazi agresor y la OTAN se desvive por invadir su tierra.
Solo los rusos pueden quitar a Putin del trono y para que eso ocurra tienen que perder el miedo. Ese día llegará cuando calculen que la vida bajo Putin se ha vuelto tan indigna e insoportable que alzarse contra él representa menos dolor que aguantarle.
Verse cada día más pobres y más parias convencerá a muchos rusos a rebelarse. Poco les hará sentirse más parias que los castigos deportivos que están empezando a sufrir. Rusia será el chico malo con el que nadie quiere jugar. Mientras Putin siga en el poder ser ruso será sinónimo de apestado. El antídoto: expresar con absoluta claridad que Putin no invade un país vecino en nombre de todos los rusos, que lo hace en función de sus complejos, caprichos y resentimientos, con el beneplácito de la vil oligarquía que lo rodea.
Rusia será el chico malo con el que nadie quiere jugar; ser ruso, con Putin, será sinónimo de apestado
Lo único que parece que queda pendiente es expulsar a Rusia de los Juegos Olímpicos. Ya vendrá. Jugar con los rusos de Putin, nada. Nyet. A acabar con el pan a través de las sanciones económicas y con el circo a través de las deportivas. El tenista Andrei Rublev, séptimo en el ránking mundial, ya ha denunciado la guerra de Putin. Otras estrellas del deporte ruso están siguiendo su ejemplo. Habrá más. Si los ídolos pierden el miedo, los fans les seguirán.
Putin lleva 22 años en el poder y el año pasado cambió la constitución para seguir hasta 2036. Basta ya. Los rusos se merecen algo mejor. Que vean por fin que el emperador está no solo loco, sino desnudo, y que el deporte avive las llamas de la rebelión.