Perro muerde a perro

Perro muerde a perro

El 40.º congreso del PSOE fue tan plácido como un fin de semana de meditación con el Dalái Lama en un templo tibetano. Mucha paz interior, un montón de abrazos y una retahíla de reencuentros. Es lo que tiene estar en el poder y tener posibilidades de mantenerlo. En esas circunstancias, es más fácil sumar a díscolos y disidentes a la causa. Pedro Sánchez ha tenido incluso la inteligencia de tributar un sentido homenaje a la figura de Alfredo Pérez Rubalcaba, dando la palabra a su viuda, Pilar Goya. El asunto no es baladí, pues Rubalcaba no era precisamente sanchista. Es más, fue de los que, tras las bambalinas, contribuyeron a la defenestración de Pedro Sánchez como secretario general del PSOE el 1-O del 2016, en aquel comité federal que fue una trampa para elefantes. Contrastan el vocerío, las descalificaciones y los enfrentamientos de hace cinco años con la tranquilidad, la mesura y la unanimidad del congreso del fin de semana.

Rubalcaba fue todo un personaje: un político inteligente y hábil, intrigante y experto. Resultó clave su papel como ministro de Interior en el ­final de ETA, pero igualmente desempeñó un papel decisivo para convencer a Juan Carlos de Borbón a fin de que abdicara, como último servicio a la Corona. Además, poco antes de su muerte repentina, quiso advertir en una entrevista en El País que la política española estaba entrando en un camino equivocado: “La política es más hostil de cuanto lo ha sido jamás, pero no tanto por los agentes o circunstancias exteriores como por su propia endogamia y sus mecanismos autodestructivos. Perro muerde a perro. Hay un desgaste personal y de tu entorno, tu gente, tu familia”.

Rubalcaba advirtió al final de su vida sobre la hostilidad extrema de la política española

Los socialistas restañaron heridas en su congreso en València. La reivindicación de Rubalcaba no solo resultó un acto de generosidad, sino sobre todo un reconocimiento a quien dedicó su vida al PSOE. “El partido era su casa, y vosotros, su gente”, dijo al auditorio su viuda.

Una vez Sánchez ha conseguido el control total de la tripulación, solo necesita no quedar atrapado en una encalmada y que la gasolina de los Next Generation le dé para llegar a puerto. Pero ya se sabe que el mar es a veces tan hostil y traidor como la política, tal como avisó Rubalcaba.

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