Andalucía: un alivio para Sánchez

Andalucía: un alivio para Sánchez

Las primarias del PSOE de Andalucía tenían en apariencia una dimensión estrictamente regional, pero en realidad han sido un verdadero test para el presidente Pedro Sánchez, que, en este envite, apostando por Juan Espadas, alcalde de Sevilla, ha puesto en juego su liderazgo en el partido, oponiéndose a la ­secretaria general del socialismo andaluz. Susana Díaz ha
intentado en vano prorrogar su decadencia. Recordemos que en el 2013 llegó a la presidencia de la Junta (y a la secretaría general del partido) de la mano del expresidente José Antonio Griñán. Parecía encarnar la renovación generacional del socialismo andaluz, pero tuvo que cargar con el peso de diversos casos de corrupción, principalmente, el de los ERE, que significaron la condena, entre otros, de dos expresidentes ­socialistas: el mencionado Griñán y su predecesor en la Junta, Manuel ­Chaves.

El vínculo con Griñán, su mentor condenado, erosionó desde el principio la figura de Susana Díaz. Pronto encarnó la fuerza del aparato y el sistema de poder más o menos clientelar del PSOE andaluz, en abierta competición con Teresa Rodríguez, a la sazón joven líder de Podemos en Andalucía, en cuyo espejo se reflejó Díaz como exponente de la que dio en llamarse vieja política . Sin apercibirse de las adherencias que sombreaban su liderazgo, Díaz anticipó las elecciones a finales del 2018 y obtuvo una victoria pírrica, pues el bajón del PSOE y de los partidos de izquierda alimentó a Ciudadanos, que facilitó, con Vox, el cambio de mayorías en la Junta de Andalucía con la presidencia del popular Juan Manuel Moreno Bonilla. En el currículum de Díaz pesa, por consiguiente, el haber perdido para su partido el bastión andaluz, que pocos años antes parecía inex­pugnable.

La victoria de Espadas, y, por consiguiente, del presidente español, es clara y suficiente

También el enfrentamiento con Pedro Sánchez caracteriza la personalidad política de Díaz. Al negarse a facilitar con la abstención del PSOE el gobierno de Mariano Rajoy en el 2016, Sánchez fue defenestrado por el aparato del partido. En las primarias del año siguiente, Susana Díaz optó a la secretaría general del PSOE, apoyada no solo por el aparato, sino también por figuras históricas como Felipe González, Alfonso Guerra, José Bono o Alfredo Pérez Rubalcaba. Perdió Díaz, perdió el viejo aparato; y Pedro Sánchez recuperó el liderazgo del PSOE. Desde entonces, la figura de Susana Díaz encarna la oposición interna al poder del presidente del Gobierno. Esto explica por qué las primarias del PSOE andaluz, que elegían el próximo candidato a la Junta, tenían esta dimensión política general. Una victoria de Díaz habría dañado peligrosamente a Sánchez, ya rodeado de tremendas dificultades: la debilidad parlamentaria de su coalición con Podemos, la complejísima situación catalana, el duro contexto internacional (Marruecos) y, por supuesto, la colosal problemática de la covid y sus impresionantes derivadas económicas.

Juan Espadas, vencedor de las primarias, es un líder relativamente inédito. Escogido por su talante tranquilo y conciliador, y por su buena gestión al frente de la alcaldía de Sevilla, no piensa renunciar de momento a este cargo, a pesar de que la batalla interna en el partido no termina con la elección del candidato a la Junta, sino que tendrá continuación en el congreso del PSOE andaluz, previsiblemente a finales de año. De haber conseguido el 40% de los votos, Díaz podría haberse armado de valor para continuar su agónica batalla para defender su posición en el partido. Los resultados indican que la victoria de Espadas, y, por consiguiente, de Sánchez, es clara y suficiente.

Todo parece indicar que el cambio ha llegado en el PSOE andaluz, que necesita renovarse a fondo y reunificar sus fuerzas si quiere volver a gobernar la Junta. Una vez más, Pedro Sánchez, sacando fuerzas de flaqueza, consigue salir reforzado de una situación problemática.

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