Literatura y vida: velo y censura

Literatura y vida: velo y censura

En pocos días de diferencia, dos brillantes escritoras de este diario exponían visiones antagónicas sobre lo que los americanos llaman Cancel culture . Carme Riera elogiaba la obra del poeta Gil de Biedma mientras consideraba irrelevante su vida sexual. Begoña Gómez Urzaiz fue la primera en explicarnos (después, Xavi Ayén y John Carlin lo han comentado) que la editorial Norton ha detenido la distribución de la biografía de Philip Roth escrita por Blake Bailey. Se acusa al biógrafo de violador.

A través de dos articulistas de generaciones diferentes, descubrimos la diferencia radical de perspectiva con que viejos y jóvenes de hoy nos enfrentamos a la literatura y, por extensión, a las diversas expresiones artísticas. Gómez Urzaiz parece aplaudir que el libro del biógrafo haya sido guillotinado. En este caso ha intervenido el #MeToo: estamos modernizando una vieja escena de western: la masa enfurecida exige a las redes sociales que un autor sea ahorcado sin juicio previo. “Según el razonamiento de la editorial Norton, habría que cancelar incluso Rebelión en la granja y 1984 , ya que Orwell agredió sexualmente a una joven llamada Jacintha Buddicom”, dijo al Times D.J. Taylor, biógrafo de Orwell. Imagina Taylor que Norton convertiría también en pasta de papel otros muchos clásicos: “A Thackeray le gustaba sorber menta en las plantaciones de esclavos. Charles Dickens maltrató a su esposa. Jack London era un violador”. De repente, Blake Bailey, perdidos sus derechos y sin juicio, es un muerto en vida: abandonado por la editorial y el agente literario. Incluso los criminales más abyectos mantienen derechos personales. Pagan por lo que han hecho, pero no son deshuma­nizados.

Gil de Biedma describe incluso el color “de ala de mosca” de los calzoncillos del niño

Las intelectuales jóvenes son inflexibles en estos casos: la condena de acosadores y violadores debe ser absoluta, sin juicio previo. “Solo las víctimas importan”. Los progresos históricos del derecho penal sobran. El hombre de cultura acosador debe ser silenciado. Vuelve el ostracismo griego.

Feminista de primera hora, Carme Riera absuelve a Gil de Biedma sin evaluar las pruebas. La amistad puede condicionar. No sé si, como Riera afirma, Gil de Biedma se arrepintió de lo que había hecho con niños y jóvenes, pero uno de los casos de prostitución infantil que relata en sus Diarios provoca náuseas. No solo por la repugnancia del abuso de poder sobre un pobre niño encerrado en un prostíbulo de Manila, sino por la estetización de la escena: describe incluso el color “de ala de mosca” de los calzoncillos del niño. Más aún: lamenta que el niño no le deje besarle y no se implique como “los maravillosos chulos españoles siempre prontos a olvidar en la cama que se acuestan por dinero”. Remacha: “No me importa pagar, pero quiero que me aprecien”. No solo abusa y participa de la explotación de un niño, sino que lamenta que el pobre esclavo no sea empático con el dueño.

Yo no convertiría en pasta de papel estos Diarios ni los poemas o ensayos de Gil de Biedma. Era muy inteligente, un gran escritor. Pero hay que subrayar que, dominado por la libido, destrozó, con total indiferencia, la vida de niños y jóvenes pobres. Sabiendo lo que sé, su poesía amorosa y moral ahora me cae de las manos.

La masa digital es un nuevo poder. Del mismo modo que encumbra y concede grandes éxitos, corta cabezas y hunde prestigios. Supongo que es inevitable. Los perdedores de la historia (niños y mujeres lo son) reclaman venganza y supongo que la obtendrán. Pero, mientras pueda, alejándome de la censura, yo reclamaré la máxima libertad de expresión. Iluminar las sombras de los escritores y conocer el mal que han infligido es más sutilmente determinante para el prestigio literario que el ostracismo al que las mujeres jóvenes han condenado a Blake Bailey. Seguramente era un victi-
mizador, pero ahora también es víctima. La venganza no elimina la sangre, la perpetúa.

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