Mare Tranquilitatis
Aquí Tranquility Base. El Eagle ha aterrizado”. Imagino la explosión de euforia que aquella simple frase, emitida por el comandante Neil Armstrong, desde el módulo lunar, a 393.309 kilómetros de distancia, debió de desencadenar en el tensionado centro de control de Cabo Cañaveral.
Poco después, Armstrong pisaba la Luna y pronunciaba una frase para la historia: “Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad”. A su lado, el piloto militar y doctorado por el MIT Edwin Aldrin esperaba su turno para bajar al satélite, mientras el otro piloto militar, Michael Collins, se quedaría en el control del Columbia, el módulo de acompañamiento de la expedición. Nunca pisaría la Luna, a pesar de haber estado tan cerca. Antes de bajar a la Luna, Aldrin, que era presbiteriano, hizo una ceremonia eucarística.
En total fueron 137 minutos de paseo para Armstrong y 109 minutos para Aldrin, que recogieron 22 kilos de rocas y polvo lunar, hoy en día repartidos por museos de todas partes. El hito fue seguido por todo el planeta, en lo que se considera el primer espectáculo global de la historia, y la retina de millones de personas quedó fijada en el blanco y negro de las borrosas imágenes que llegaban desde el trípode plantado a unos metros del módulo lunar, el famoso Eagle, con el emblema del águila de cabeza blanca con un olivo en las garras. La retransmisión de diecisiete horas sin interrupción del infatigable periodista de la CBS Walter Cronkite se convertiría en la banda sonora de aquel momento excepcional. Se cumplía, así, el compromiso del presidente Kennedy, que, en la competencia feroz con la Unión Soviética –que había conseguido enviar al primer hombre al espacio, el astronauta Yuri Gagarin–, había prometido que Estados Unidos pisaría la Luna antes de 1970.
Finalmente, la pisaba el 20 de julio de 1969, la madrugada del 21 en Europa, cuatro días después de haber lanzado la nave Apollo 11 desde la base de Florida de Cabo Kennedy. Después de aquel viaje memorable, otras seis naves Apollo aterrizarían en la Luna, la última en 1972, con un total de 12 personas que la han pisado, y con el astronauta Eugene Cernan reteniendo el récord de paseo lunar: 22 horas y 4 minutos. Hasta el Apollo 15, en 1971, no se enviaría el Rover, el primer coche que circularía por la superficie del satélite.
Fue la primera emoción que vivió la humanidad al unísono, el primer latido de un alma colectiva
Estos, y muchos otros detalles –como las galletas tratadas para evitar las migas o las dificultades con los excrementos– acompañarían la mitología del viaje durante décadas y generaciones. Probablemente el viaje a la Luna fue la primera emoción que vivió la humanidad al unísono, el primer latido de un alma colectiva. Tanto los que vivieron aquel momento como los que eran pequeños cuando pasó o no habían nacido, todos hemos grabado aquel hito en nuestra propia memoria. El ser humano pisaba la Luna. El horizonte de la humanidad parecía no tener límites.