La admonición de Valls
El candidato a la alcaldía de Barcelona, Manuel Valls, ha dirigido una carta al presidente de la Comisión Europa, Jean-Claude Juncker, al presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk y al presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, en la que advierte de la campaña de propaganda emprendida por el separatismo para desacreditar a la democracia española.
Denuncia la “versión sesgada y falsa” de la alcaldesa de la capital catalana, Ada Colau, sobre el conflicto catalán, y expresa su preocupación por el “uso espurio” que hacen los independentistas del juicio del 1-O.
Aprovechando el inicio del juicio a los que intentaron dar un golpe de Estado, la alcaldesa Colau, sirviéndose de su condición de regidora de la segunda ciudad de España, había enviado, urbi et orbi, una misiva haciendo propaganda secesionista con la vista puesta en renovar el momio.
Valls, que fue primer ministro de Francia y le da sopas con honda en experiencia, convicciones y gestión a la alcaldesa, les ha dicho a Juncker, Tajani y Tusk que no le hagan mucho caso porque su intención es allanar y preparar sus pactos con los secesionistas para mantenerse en la alcaldía. Y a ver si así consigue salirse con la suya, y convierte Barcelona, esta gran capital europea, en una palanca del anticonstitucionalismo, y, por lo tanto, del antieuropeísmo. No puede ser más claro el político barceloní, que habla catalán y castellano, no tiene complejos y hace una defensa cerrada de España, como una de las únicas veinte democracias plenas del planeta y uno de los países con mejor índice democrático de la Unión Europea.
En las misivas a destinatarios que conoce bien, les reitera que su deseo es contribuir a arrojar luz sobre la auténtica dimensión del juicio en que lo que se juzga tiene una trascendencia que supera las fronteras de Catalunya y de España.
Para Valls los delitos que se imputan a los líderes soberanistas “revisten una enorme gravedad”, puesto que han pretendido “imponer su voluntad arbitraria” al conculcar el ordenamiento jurídico, proclamar de “manera ilegal” y en contra de más de la mitad de los catalanes la república, y “fracturar” la sociedad, entre otras consecuencias.
No escabulle la evidencia de que los dirigentes independentistas “han promocionado una política de identidad catalanista con actitudes y criterios políticos que se deslizan a veces hacia el racismo” y han hecho “peligrosos llamamientos a sus votantes que han derivado en graves problemas de orden público”. Y defiende que si los líderes independentistas están en prisión preventiva es porque el Tribunal Supremo ha apreciado riesgo de fuga, y recuerda que hay otros siete procesados, entre ellos el expresident Carles Puigdemont, “huidos de la justicia”.
Sin andarse con equidistancias, para Manuel Valls el “proyecto secesionista” catalán es “oligárquico, iliberal, insolidario e identitario”, y sus líderes, “disfrazados de pacifistas y dialogantes”, apuestan por la “imposición de ideas y por planteamientos políticos populistas” al tiempo que reciben el “apoyo y la comprensión de los partidos xenófobos, de personas condenadas por actos terroristas o de la ultraderecha de toda Europa”.
Más claro no se puede expresar. La iniciativa de Valls demuestra su apuesta con quienes tienen depositadas sus esperanzas en que Barcelona vuelva a ser la gran capital europea, líder económica y cultural.
Pero es realista y ya ha anunciado que si no consigue el objetivo de ser alcalde se quedará en la oposición.
Se ha encontrado con un ambiente hostil y en el Raval, un barrio donde campa la delincuencia, los independentistas han amenizado el escrache con un rechazo frontal.
“Este es el clima de intolerancia que vivimos en Barcelona y Catalunya pero esto no me parará porque quiero ser alcalde”.
Y no ha dejado de condenar el ataque con pintura que han sufrido tres sedes del PSC en la capital y ha dicho estar “alarmado” ante la “creciente intransigencia de una minoría” que realiza actos “que son inadmisibles en toda democracia”.
Ha escrito Barcelona, vuelvo a casa, con ideas para recuperar la ciudad: “Cuatro años más de Colau o de separatismo acabarían con Barcelona”.
El debate está entre la gente que defiende el proyecto europeo, la democracia liberal, la convivencia, el progresismo y una civilización en el sentido cultural de la palabra, es decir la gente que defiende Europa, y los populistas. “En Catalunya o eres independentista o eres facha. Y ese debate es insoportable”.
Pide que se respete su vuelta a Barcelona (donde tenía ganas de vivir otra vez), su cambio de vida, íntimo, como una decisión muy personal.
Y plantea sus valores: “No se puede debilitar la Constitución, ni el Estado de derecho, ni la unidad del país. Esas son las fronteras que, para mí, no se pueden cruzar. Y aquí creo que es necesario reafirmarse siempre en lo importante”. Ha insistido con pasión: “La gente espera respuestas a sus problemas del día a día (movilidad, vivienda, limpieza, seguridad cultura). Pero el gran tema es qué futuro queremos para Barcelona. Las empresas tienen que venir, el turismo de calidad, es necesaria una buena gestión del turismo, de la seguridad, acabar con el tema del top manta o con los narcopisos”.
Y remata su desiderátum con un imposible: “Si el PSOE, el PP y Cs pactaran respecto al tema catalán, no habría protagonismo ni espacio para los nacionalistas. Tampoco para Podemos”.