Nepal, uno de los lugares más montañosos de la Tierra, es prácticamente un país sin carreteras. La principal vía asfaltada que recorre esta joven república lo hace en sentido este-oeste, orillando por el norte la inaccesible cordillera del Himalaya, y transitando por el sur, por el Terai, los territorios selváticos y pantanosos.
Con este panorama viario, todas aquellas poblaciones que quedan alejadas de la carretera principal se han quedado mayoritariamente ancladas en tiempos pretéritos. Si se trata de enclaves religiosos o políticos significativos –como Gorkha o Manakamana–, los fieles han sabido arreglárselas para llegar hasta ellos. Pero si estamos hablando de pueblos ligados a la actividad agrícola, las cosas se desarrollan cotidianamente como décadas atrás. Es lo que le ha sucedido a Bandipur, una de las joyas hasta hace nada desconocidas para la mayoría, y que va ganando peso en la preferencia de los viajeros que se mueven entre Pokhara y Katmandú, las dos principales ciudades nepalíes.
El catastrófico terremoto de abril de 2015 supuso para Nepal la pérdida de casi 9.000 vidas humanas. Y, además, la destrucción de buena parte de su riquísimo patrimonio arquitectónico e histórico. Los turistas que iban a la caza de encantadores pueblecitos newar del valle de Katmandú, con sus casas de ladrillo a la vista y sus puertas y ventanas labradas en madera, se quedaron huérfanos de expectativas. Empezaron entonces a rebuscar en el resto del mapa nepalí, a ver qué quedaba en pie de esas joyas de la arquitectura popular. Así muchos conocieron Bandipur.
No es estrictamente difícil llegar a Bandipur. Se halla a unos siete kilómetros de Dumre, una localidad importante, en la carretera de Prithvi. Los autobuses de línea se detienen allí y entonces hay que buscar un taxi o estar dispuesto a emprender una larga caminata por una carretera local zigzagueante que se encarama a una loma selvática.
Bandipur
Se llegue allí como se llegue, la recompensa no se puede pagar con dinero
Se llegue allí como se llegue, la recompensa no se puede pagar con dinero: el pueblito alinea su calle principal con la cresta y se encara al Himalaya en el sector de los Annapurnas. No hay obstáculos visuales, así que parece que los dioses hayan colocado allí el más hermoso de los telones de fondo. Una sierra dentuda de montañas cubiertas de nieve es la visión principal. En la base, las laderas se difuminan por el efecto de la vegetación, las terrazas de arroz y la reverberación del sol. Parece que las montañas estén flotando.
Bandipur ofrece ahora una oferta hotelera suficiente. Décadas atrás, los conocedores del secreto debían conformarse con la única y básica pensión sin agua caliente de la localidad. Ahora tienen media docena de alojamientos en los que escoger, aunque ninguno de ellos pase de un nivel discreto. Pero los placeres hedonistas que se vienen a buscar a este rincón de mundo no están en el hotel, sino en los miradores que por las tardes ofrecen la obra de teatro impagable del Himalaya tiñéndose de azul oscuro y el cielo, de rosa floral.
Los viajeros más inquietos tienen, además, pequeñas citas enriquecedoras a lo largo de las cercanías. Para empezar, Sidda Ghufa, la que pasa por ser la mayor cueva de Nepal. Millares de murciélagos crean una atmósfera inquietante en el bosque de estalactitas y estalagmitas. Debe acudirse con un guía local que conozca bien las anfractuosidades del lugar y no nos meta en líos de seguridad.
Por cuenta propia se pueden alcanzar los templos Thani Mai o el Bindebasini. Este último está dedicado a la temible pero también estimada diosa Durga, la guerrera de 18 brazos.
Bandipur
Parece que los dioses hayan colocado allí el más hermoso de los telones de fondo
Quienes se sientan más inquietos pueden probar a contratar los servicios de parapente con guía que un emprendedor de la villa conduce desde hace un tiempo. Y los que tengan intereses más sosegados, visitar la granja de gusanos de seda en la que cada año se producen millares de kilómetros de ese hilo mágico, que después se procesa en talleres de las afueras de Katmandú.
Bandipur se encuentra a 150 kilómetros al oeste de la capital, Katmandú. En condiciones normales, se tardan unas cinco horas en cubrir el trayecto en autobús.