Las otras 'Memorias de África'

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Así fue la verdadera odisea en Kenia de Karen Blixen

Karen y su hermano Tommy, en Kenia

Karen y su hermano Tommy, en Kenia 

Royal Danish Library

“Yo tenía una granja en África, a los pies de las colinas de Ngong”. Hay un puñado de frases iniciales de libros en el Olimpo de la literatura. Esta es una. Incluso quien no haya leído Memorias de África, de Isak Dinesen, sabe que empieza así. La película de Sydney Pollack y la música de John Barry han ayudado mucho, claro. Si os enamoró la Karen Blixen que Meryl Streep encarnó en el cine, por favor, dejad de leer.

Estáis avisados: si conocéis a la mujer de verdad, sus contradicciones, claroscuros, derrotas, egoísmos y miserias… aún la querréis más. La danesa Karen Christentze Dinesen (1885-1962) firmó sus obras con varios pseudónimos; el más famoso, Isak Dinesen. Cuando se casó con el noble sueco Bror Fredrik von Blixen-Finecke, un matrimonio tortuoso e infeliz, adoptó el nombre de Karen Blixen. O baronesa Blixen.

La nueva biografía de la autora

Su nueva biografía 

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Para el británico Denys Finch Hatton, su amante y el gran amor de su vida, ella era simplemente la leona. Así se titula la que está llamada a ser una biografía canónica, La leona: Karen Blixen en África (Ediciones del viento), de Tom Buk-Swienty. Las 726 páginas de su libro valen el peso en oro. Su trabajo riguroso y ameno está a años luz de otro reciente texto novelado y fantasioso sobre la autora del que preferimos no decir nada.

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Siempre buscó “la grandeza de la vida” y creyó que esa grandeza estaba en Kenia, junto a una Nairobi que distaba mucho de ser la megaurbe de hoy. “Yo tenía una granja en África…”. Esa es la primera mentira de Karen Blixen porque no llegó a tener una, sino tres granjas, tres plantaciones de café. Y una cuarta finca con una vida efímera y dedicada al cultivo del lino. Pero ninguna de las cuatro era realmente suya.

Los personajes reales y los actores

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Universal Pictures

Su libro más popular, así como su continuación, Sombras en la hierba, está plagado de pasajes edulcorados, modificados, reescritos o absolutamente inexactos. Lo más flagrante son las ausencias. Ella y su marido convencieron a su familia para que les financiara sus sueños de riqueza con las plantaciones de café en África. La Karen Coffee Company fue un naufragio que duró 17 años y tuvo muchos ahogados.

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Sería injusto decir que la ruina se llevó por delante el matrimonio. Cuando la firma entró definitivamente en bancarrota, en 1931, tras las sequías, plagas bíblicas, pésimas cosechas y peores inversiones, la pareja se había divorciado y ella ya estaba enamorada de Denys, cuyos atractivos eran más intelectuales que físicos: sin ser un adefesio, era calvo y sin nada que ver con su alter ego cinematográfico, Robert Redford.

La relación con Denys aparece maquillada en el libro (y en la película). Hubo amor, pero también celos y reproches por parte de ella; e infidelidades por parte de él. Peor librado resultó Bror. La escritora solo lo cita en un par de ocasiones y siempre de pasada. Otra ausencia notabilísima es la de Aage Westenholz, su tío, que perdió una fortuna por financiar su aventura cafetera.

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El ignorado tío Aage, que falleció en 1935, antes de la publicación del libro de su sobrina, sí que podría haber dicho sin faltar a la verdad: “Yo tenía una granja en África…”. ¿Oscurece esa falta de rigor los méritos de la obra? ¡No! ¡Es una recreación literaria, no un acta notarial! Criticarla por eso sería como si un cartógrafo denunciara a Gabriel García Márquez porque Macondo no existe y no lo puede señalar en el mapa.

Denys Finch Hatton, en los años veinte y en los treinta

Denys Finch Hatton, en los años veinte y en los treinta 

WC / Ediciones del viento

Eliminadas las capas superficiales de la cebolla, aparece una mujer que únicamente encontraba el bienestar “al aire libre, bajo el cielo abierto”. En grandes capitales como París o Copenhague podía parecer una mujer afectada, mordaz y manirrota, muy diferente de la cara que ofrecía en Mombasa. Pero su verdadera personalidad era la que afloraba en África.

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Recorrió Europa varias veces, de este a oeste, de Dinamarca a Francia o a Gran Bretaña. Surcó mares y océanos. Cazó leones. Y su brújula siempre señalaba las colinas Ngong, Nairobi, Kenia…Viajó en el Lunatic Express, el Tren Lunático construido por los británicos durante la época colonial, una línea que unió el océano Índico en Mombasa con el lago Victoria y Uganda. Participó en safaris y atravesó el desierto y la sabana.

Karen, con uno de sus perros

Karen, con uno de sus perros 

Ediciones del viento

Aprendió suajili y trató a los kikuyus, masáis y totos con una apertura de miras que chocó con los prejuicios de la mayoría de colonos. Tampoco fue Teresa de Calcuta, como pretenden sus hagiógrafos. Un día mandó que le dieran 20 varazos a dos sirvientes de su granja que se habían emborrachado. “Dos boys”, decía ella, aunque nada de eso aparece en Memorias de África. Injustificable. Fue, sin embargo, una gota en el océano.

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Creó una escuela y una enfermería en sus tierras. Las tierras que compró su familia, aunque siempre tuvieron dueños, esos dueños a los que ella llamaba mitad en broma y mitad en serio squatters (sic). Los nativos estaban tan acostumbrados a otro tipo de blancos que la adoraron. Para los africanos, que se rindieron a su valentía, también era la leona. Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, dio pruebas suficientes de su arrojo.

Bror y Denys, flanqueado al príncipe Eduardo, en un safari en 1928

Bror y Denys, flanqueado al príncipe Eduardo, en un safari en 1928 

WC

En una ocasión capitaneó una caravana de carretas de bueyes con víveres para las tropas coloniales británicas, en las que se enroló su todavía marido. Cubrió 120 kilómetros en cuatro días y atravesó zonas del Gran Valle del Rift donde eran frecuentes los ataques de leones. Otra vez regresó en bici de una expedición de avituallamiento, junto a un criado y un ayudante: 160 kilómetros a través de áreas semidesérticas y laderas rocosas.

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Pronto incorporó a su vocabulario una palabra en suajili, shauri, problema. Shauris con la granja y, sobre todo, con su marido, que le contagió la sífilis tras sus innumerables escapadas con otras mujeres. En plena guerra, desafió la amenaza de los submarinos alemanes y fue a París en barco en busca de ayuda médica para su enfermedad. "Cuanto más me alejaba, más sabía que las colinas de Ngong hacían latir mi corazón", escribió.

La avioneta de 1929 utilizada para la película

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Thesupermat / Own Work

Sabemos como acabó la historia. Las tierras donde estuvo la principal de sus granjas es hoy un barrio residencial y elitista que se llama precisamente Karen, en homenaje a ella y a la Karen Coffee Company, que no pudo superar el último golpe: el crack mundial de 1929. La compañía se subastó por una miseria en 1931. Fue su peor año, el año en que Denys Finch Hatton, con quien descubrió el fuego, la abandonó.

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Estaban tan unidos el uno al otro, sin embargo, que siguieron viéndose. Ella ya sabía que había otra en su vida. Su último encuentro fue el miércoles 6 de mayo de 1931. Él tenía un safari y se fue en su Gypsum Moth, un biplano amarillo y con la inscripción G-A BAK. La misma avioneta con la que tantas veces habían paseado juntos. “¿Habéis visto a Dios?”, les preguntó un anciano kikuyu tras una de aquellas excursiones.

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La lápida de Karen Blixen, en Dinamarca 

Own work)

No, no lo vieron. Poco después, el 14 de mayo, Denys murió en un accidente aéreo. El 29 de julio, arruinada y destrozada, regresó a Dinamarca. Siguió viajando y estuvo en Estados Unidos, pero ya nunca más pisó África. Le quedaba media vida por delante, en la que renació como escritora. Hasta Ernest Hemingway dijo cuando le concedieron el premio Nobel de Literatura que él se lo hubiera dado a ella.

Leemos la gran biografía de Tom Buk-Swienty con la vana esperanza de que todo cambie. Querríamos que Karen siguiera en África, que la granja floreciera, que Denys nunca la abandonara y que vuelen juntos y tan alto que por fin puedan ver a Dios, como ansiaba aquel anciano. Y que ella ya no escriba estos versos tan tristes: “En mi cárcel el corazón canta / solo acerca de alas, solo de alas”. Por fin tiene una granja en África.

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