Conocer París a través de sus estaciones singulares de metro
Mundo insólito
De las 303 paradas, un grupo importante son singulares y están señalizadas en un pequeño mapa
La mayoría de los mortales tiene pocas posibilidades de estar en el interior de un submarino. Y si se trata del Nautilus, la mítica nave del capitán Nemo de 20.000 leguas de viaje submarino, la probabilidad baja casi a cero. Sin embargo, en París solo hay que pagar un billete de metro y descender las escaleras de la estación Arts et Metiers para penetrar en el mundo de cobre de tuberías, ruedas dentadas y ojos de buey que recrean el ambiente interior del navío verniano. La escalera mecánica es la única de la ciudad que tiene los peldaños de madera.
El metro de París permite un viaje singular y subterráneo por esa capital de Europa que parece ya no puede ofrecer más variantes de su visita. Hay un buen puñado de estaciones con características propias que pueden hacer que el viajero vea con nuevos ojos una ciudad que creía ya conocer al dedillo.
Varios de los accesos tienen los rótulos al estilo Hector Guimard, que reciben el nombre del arquitecto que los ideó. Son carteles de estética modernista y farolas de aspecto orgánico que simulan plantas. La boca ideal para admirar esta señalética es Cité.
Por debajo del Museo del Louvre , su correspondiente estación de metro (Louvre-Rivoli) fue la primera en inaugurar la serie de andenes y pasillos singulares. Exhibe desde 1968 reproducciones de algunas de las más famosas esculturas del mundo clásico que se encuentran en las salas del museo cercano.
Los aficionados a las sopas de letras deberán detenerse en Concorde. Allí, los característicos baldosines blancos pierden la característica forma rectangular y adoptan la cuadrada. Están repletos de letras que permiten formar palabras con sentido si se tiene un ingenio suficientemente aguzado. Una pista: hay unas cenefas azules que dan pábulo al inicio de algunas frases. Los más perspicaces detectarán entre el laberinto tipográfico que hay pasajes enteros de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, una de las columnas vertebrales de la cultura francesa.
Los franceses no solo adoran a su Revolución, sino también a Antoine-Augustin Parmentier, por el fomento que hizo de la patata como alimento cotidiano y por su receta inmortal hecha con este tubérculo. La estación de metro que lleva su apellido precisamente está decorada con paneles con información de esa planta. Los bancos para esperar la llegada de los trenes son asientos de tractor.
La estación de Pont Neuf se halla cerca de la casa de la moneda. Para conmemorarlo, de los techos de los andenes cuelgan unas monedas gigantes que parecen a punto de caer sobre las vías.
Otras estaciones son más clásicas en su decoración. La de La Bastille exhibe murales del asalto revolucionario de 1789 a la prisión del mismo nombre que cambió la vida de los franceses y de todos los europeos.
Una manera diferente de conocer los subterráneos de la ciudad más allá de las famosas e inquietantes catacumbas
La parada Cluny-Sorbonne tiene en sus techos una enorme reproducción de la pintura de Jean Bazaine Los pájaros . Y Villejuif-Leo Lagrange exhibe temáticas deportivas en sus paredes, grandes murales que reproducen apretados esprints en honor de quien fuera subsecretario de estado para el deporte.
De las 303 estaciones que tiene el metro de París, un grupo importante son singulares y están señalizadas en un pequeño mapa que se puede obtener en las oficinas de turismo. Es una manera diferente de conocer los subterráneos de la ciudad más allá de las famosas e inquietantes catacumbas.