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Rincones de Madrid: 6 secretos ocultos

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Una fuente mitológica escondida, una estatua de la libertad castiza, mausoleos, ángeles caídos o un trozo de Berlín se ocultan en el corazón de la capital

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La escultura de Carlos Ferreira sobre el muro curvo del edificio de Miguel Fisac pasa desapercibida

Pablo Viñuales

En las ciudades, como en los amoríos, lo primero que te enamora es la parte más visible, lo más obvio. Lo llaman amor a primera vista. Así Madrid pudo engatusarte por la Gran Vía, el bullicio de la Puerta del Sol, el Museo del Prado, el Santiago Bernabéu, su hospitalidad, la plaza Mayor o sus tascas. Pero ya se sabe que cuando más ahondas en un romance, más te fijas en las pequeñas cosas del amado, cobrando más fuerza el olor de su cuello, o algunos de sus gestos habituales que te derriten, o ese lunar que te estremece…

Estamos a punto de conocer algunas intimidades madrileñas. No son, ni mucho menos, los lugares más conocidos. Madrid claramente cuenta con otros grandes y pequeños encantos, pero hoy nos adentramos en unos pocos detalles llenos de anécdotas culturales e históricas, a través de estatuas curiosas y fuentes escondidas matritenses para sentir el fuego interno que oculta esta ciudad.

La fuente de Apolo: El tercero en discordia

Fuente de Apolo. Madrid

sjhaytov / Getty Images

Si os preguntan qué fuentes de Madrid conocéis, seguramente contestaréis Cibeles y Neptuno, por ser símbolos afamados de la ciudad y una pareja venerada por su propio equipo local de fútbol, los patrones laicos de la villa. Pues aquí comenzamos con el primer rincón secreto madrileño: lo que parece una pareja modélica resulta que son un trío. Sí, sí has leído bien, un trío.

Y es que el tercero en discordia está totalmente eclipsado por la fama de sus compañeros, el barbudo Neptuno y la elegante Cibeles: hablamos de la fuente de Apolo, la tercera estatua que diseñó Ventura Rodríguez para el proyecto ilustrado de urbanismo del Salón del Prado, que tanto modernizó a Madrid en el siglo XVIII. Su misión era equipararse al resto de cortes europeas y establecer un lugar de esparcimiento y cultura para sus ciudadanos, construyendo las fuentes mitológicas, el jardín botánico, el Real Observatorio o el Museo del Prado, originalmente erigido como Gabinete de Ciencias Naturales.

El conjunto escultórico de Apolo pasa desapercibido a la mayoría de los mortales, totalmente camuflado entre los árboles centenarios del bulevar del paseo del Prado, los mismos en los que Tita Cervera se encadenó tan bravamente para evitar su tala. Aun siendo una fuente ligeramente más pequeña que sus coetáneas, es considerada una de las mejores obras neoclásicas del país, con el toque mágico de Ventura Rodríguez y encargando sus esculturas a Manuel Álvarez de la Peña en 1780. Antes de fallecer, el artista consiguió concluir las maravillosas esculturas alegóricas de las cuatro estaciones que rodean a Apolo en su pedestal, dejando inconclusa la pieza estrella, Apolo.

Este punto mágico tiene un acceso peatonal algo complicado, desde la Cibeles o desde Neptuno, por lo que no es habitual el trasiego de viandantes

El escultor Alfonso Giraldo Bergaz recogió el testigo y remató la estatua. Giraldo ya había realizado las caras de Medusa y Ceres adheridas al pedestal de Apolo, cuyas bocas surten de agua a unas gigantes conchas invertidas que finalmente desbordan sobre un pequeño estanque.

La de Apolo fue la última estatua en ser inaugurada, en 1803, pero aparentemente era la parte central del conjunto de las tres estatuas. Tanto La Cibeles como Neptuno no estaban ubicadas en su lugar actual, sino que se miraban la una a la otra, a la altura actual de Apolo. Y ahora que sabemos que hay un tercero en medio, descubrimos que ambas miraban a la estatua semidesnuda de Apolo, como no, dios de las Artes y la Belleza; y dada su vanidad, seguro que estaba encantado.

Este punto mágico tiene un acceso peatonal algo complicado, desde la Cibeles o desde Neptuno al bulevar lateral, por lo que no es habitual el trasiego de viandantes, dándole un carácter más íntimo y tranquilo. A pesar de estar rodeada de numerosos carriles del paseo del Prado, está bien oculto con los plataneros centenarios y los magnolios, ideal para parejas de enamorados o una charla íntima con Apolo de testigo. La fuente histórica, también llamada Las cuatro estaciones, está a la altura del paseo del Prado nº 6 y, por cierto, busca equipo de fútbol para sus celebraciones, lo digo para los pequeños equipos locales que no tengan patrono, bonita oportunidad.

El panteón del callejero español

Monumento funerario de Sagasta

Emilio / Flickr CC BY-SA 2.0

El siguiente rincón mágico de Madrid es el panteón de hombres ilustres, otro gran olvidado por el viajero y por las administraciones a lo largo de la historia. Un proyecto muy ambicioso del siglo XIX que no avanzó en el tiempo, pero donde descansan los restos de los políticos más influyentes de la España del XIX. Muchos jóvenes, y otros no tanto, sólo los conocerán por ser nombres míticos del callejero de muchas ciudades españolas: Ríos Rosas, Sagasta, Canalejas, Eduardo Dato, Argüelles o Cánovas del Castillo, quien, por cierto, da nombre a la plaza donde está el previamente mencionado Neptuno en Madrid. Su entrada es gratuita, y es uno de los lugares de patrimonio menos visitados. Solo quedan siete magníficos mausoleos de estilos modernista y neoclásico, vas a disfrutar de piezas y conjuntos de Querol, Benlliure o Entany.

El lugar está un pelín desangelado, pero por eso es bello, romántico y es un deleite admirar estas obras escultóricas maestras. Recomendado el monumento funerario a Sagasta, de Mariano Benlliure, brutal la escultura del obrero sentado en los pies de su tumba, de gran fuerza expresiva, así como la figura de mujer semidesnuda, encarnación de la Historia, cerrando el libro de historia del mismo Sagasta, obra de 1904, y el mausoleo modernista a Cánovas, de Agustín Querol de 1908, conjunto casi teatral en su puesta en escena.

Mausoleo de Cánovas del Castillo

Luis García (foto/photo) / Luis García / Flickr (Cc-by-sa-2.0)

El edificio del panteón es neobizantino del arquitecto Fernando Arbós, el mismo de la Casa Encendida o la iglesia también neobizantina de San Manuel y San Benito frente al Retiro. Se construyó sobre la primitiva basílica de la Virgen de Atocha, derribada tras el saqueo francés del templo a principios del siglo XIX. Arbós ganó el concurso para levantar la nueva basílica que contendría una capilla con los restos de los hombres ilustres.

Nunca se terminó del todo y lo construido fue dañado gravemente durante la Guerra Civil y abandonado hasta los años sesenta. Del complejo total diseñado e inspirado en el camposanto de Pisa, sólo ha sobrevivido un imponente campanario, ahora integrado en un colegio edificado en los años sesenta, y el claustro, que es el panteón en sí mismo. La nueva basílica de Atocha se construyó en 1951 desestimando los planos de Fernando de Arbós y aislada del panteón y el campanario. Una pena.

La estatua de la libertad chulapa

La estatua de la libertad española del panteón de hombres ilustres

santiago lopez-pastor / Flickr (CC BY-SA 2.0)

Nuestro insigne panteón contiene un secreto aún más sorprendente en su claustro, nada menos que a una auténtica estatua de la libertad, y por ponernos chulapos, mucho anterior a la famosa estatua diseñada por Bartholdi que ilumina Nueva York. Mientras que la americana fue inaugurada en 1886, la madrileña data de 1853. Y es que esta estatua incorpora como novedad una corona en la cabeza representando los rayos de sol, aparentemente algo inusual en las representaciones de la libertad, y paradójicamente mucho anterior a la de Bartholdi.

Cuenta con tan solo 2 metros de altura y fue diseñada por el aragonés Ponciano Ponzano, el que da nombre a la calle madrileña con más animación a la hora del aperitivo, el de “vamos a hacer un Ponzaning”. Fue encargada para culminar el panteón de Argüelles, Calatrava y Mendizábal, este último responsable de las numerosas placitas que salpican los centros históricos de nuestras ciudades, el de la desamortización.

Sin embargo, Ponzano riza el rizo y resulta que anteriormente ya esculpió otra estatua similar en Madrid, concretamente la representación de la Justicia con la corona de rayos en la cabeza, formando parte del frontón del Congreso de los Diputados, y quien realizó todo su conjunto escultórico. Ponzano parece ser que murió sin muchos recursos. Si hubiera patentado la estatua de la libertad como hizo Bartholdi en 1879 su final podría haber sido otro. Esta es una figura a reivindicar y desempolvar con una biografía y obras apasionantes como lo son también sus dos esculturas de los leones del Congreso.

Ángeles caídos en el ‘skyline’ de Madrid

Estatua del Ángel Caído del parque del Retiro

SvetlanaSF / Getty Images/iStockphoto

Y como estamos cerca del día de Difuntos, pongamos secretos más siniestros, el Ángel Caído de Ricardo Bellver, realizado en 1877 y situado en el Retiro, es una excelente obra reconocida por ser de las pocas estatuas dedicadas a Lucifer en el mundo occidental. Muchos hablan de que está a una altura de 666 metros respecto al mar, para dar más miedo aún. Esta obra es altamente recomendable, así como todo el parque del Retiro, que está repleto de secretos. Sin embargo, la estatua de Bellver tiene otra que le hace sombra desde hace poco, se trata de una obra escultórica emplazada en una azotea de la calle Milaneses nº 3 por sus propietarios en 2005.

Una escultura de un ángel de bronce que ha perdido el equilibrio y se ha estampado contra el edificio de cabeza, la obra de Miguel Ángel Ruiz Beato, titulada Accidente Aéreo , se ha convertido en un icono de la zona de calle Mayor y son muchos los que alzando la cabeza no pueden evitar fotografiarla dando codazos a sus acompañantes para compartirla. No se trata ni de Icaro ni de Lucifer, sino un mito más cotidiano, el de un simple accidente, un tropiezo como hay muchos en la vida, sin tanta prosa como en la mitología o la religión.

FIsac y la modernidad madrileña de los 50

La colaboración entre Miguel Fisac y Carlos Ferreira ha dado como resultado una fuente que pasa desapercibida

Pablo Viñuales

Salimos del centro y nos trasladamos a la calle Velazquez hasta su esquina con Joaquín Costa, donde los madrileños tienen una fuente con una bendita avería eterna y a un ciudadano amable de bronce que lleva desde 1951 tapando y sujetando la raja del muro por donde sale la fuga de agua con su mano, le concedería una calle por su heroísmo atemporal. Se trata de la escultura de Carlos Ferreira sobre el muro curvo del edificio de Miguel Fisac de 1951, donde se encuentra la Secretaria General de Pesca del Estado. La colaboración de ambos artistas ha dado como resultado esta fuente que pasa desapercibida, pero de gran elocuencia y modernidad para la época como pocas, parece casi una viñeta de Quino con su mensaje vital.

Este edificio de Fisac es una de las mejores muestras de la arquitectura española del siglo XX. Se trata de una planta con tres edificios en forma de uve en cuyo vértice se alza una torre con esquina cóncava de ladrillo visto, con ventanas retranqueadas en diagonal a diferente altura y rematada por un insospechado y pequeño balcón volado en la coronación. Esta obra de Fisac fue muy influyente en las construcciones modernas de la época en toda España.

Un trozo de Berlín en Madrid

Para ir finalizando, vamos a descansar en uno de esos parques auténticos de la capital. Cercado por las calles Príncipe de Vergara y Ramón y Cajal, el parque de Berlín, con apenas 5 hectáreas de verde reparte vida a todos los barrios colindantes. Fue inaugurado el 9 de noviembre de 1967 por autoridades de ambos países el día de la patrona religiosa de la ciudad, la Almudena. Casualmente años después, exactamente el mismo día y mes acontece la caída del muro de Berlín en 1989. Casualidad muy apropiada. Aquí venimos a ver la peculiar fuente con tres piezas de hormigón del auténtico muro de Berlín con sus grafitis originales de dos toneladas de peso, y que, cómo no, fue inaugurada el 9 de noviembre de 1990, coincidiendo con el primer aniversario de la caída del muro y el vigésimo tercer aniversario del parque. Y aludiendo a la cantautora Cecilia, parece que cada 9 de noviembre no regalan un ramito de violetas en este parque, pero algo mágico pasa siempre, sí.

Fragmentos del muro de Berlín en el parque homónimo

Lien C. Lau / Flickr (CC BY 2.0)

También descubrimos dentro del parque la estatua de un oso en posición erguida, en concreto el del escudo berlinés. Y es que el oso es símbolo compartido entre Madrid y Berlín . Esta obra es del escultor Antonio Navarro Santafé que, de nuevo casualmente, también es el escultor del Oso y el Madroño de la Puerta del Sol. Y quien, para más enredo, fue discípulo de Benlliure, el autor del mausoleo de Sagasta ya mencionado. La representación teutona en el parque culmina con el busto de Beethoven apoyado en un piano de granito de 1981. El parque de Berlín está rodeado de buenas terrazas para tomar algo o comer, y si te ha picado el gusanillo germano, hay un restaurante alemán muy cerca para saborear codillo o salchichas con chucrut con auténtica cerveza germánica.

Y si después de comer quieres bajar la tripa cervecera por los alrededores, salta al vecino barrio de la Prosperidad y déjate perder por el, un barrio popular con comercios tradicionales y modernos, un barrio emergente y joven, dinámico y con mucho rollo, donde se mezclan generaciones y culturas. Y es que el barrio de la Prosperidad suena como una canción de Sabina, pero donde al final si dejó la calle Melancolía, llegó el tranvía y en vez de al barrio de la Alegría se mudó a la Prospe, ¡mucho mejor!

Nos adentramos en unos pocos detalles llenos de anécdotas culturales e históricas, a través de estatuas curiosas y fuentes escondidas