Irlanda, tierra de acantilados
Naturaleza en estado puro
De Slieve League a Loop Head recorremos algunos de los rincones más impresionantes de la Isla Esmeralda
En un verano “normal”, más de un lector estaría, a estas alturas, reviviendo las sensaciones vividas frente al mar, en plena naturaleza, al contemplar los impresionantes acantilados de Irlanda . Y es que los paisajes escarpados que dibujan frente al océano parecen de otro mundo. El silencio, roto por el murmullo del mar al golpear las rocas, añade un toque misterioso y mágico a la vez que invita a soñar historias de tiempos lejanos.
El país es tierra de acantilados, abruptos accidentes geográficos que se han convertido en uno de sus grandes atractivos. El más conocido y espectacular es, sin duda el de Moher, aunque no es el único. De norte a sur, recorreremos cuatro de los más increíbles de la costa occidental. ¿Nos acompañas?
Acantilados de Slieve League
Iniciamos nuestra singular singladura en los Slieve League, en el condado de Donegal, en el límite occidental de la ruta costera del Atlántico, cuyos muros verticales arrojan un paisaje imponente. Sus 609 metros de altura, en el punto más elevado -tres veces más que los de Moher-, los convierte en los acantilados más altos de toda Europa. Aquí, uno llega a sentirse en el fin del mundo.
Las posibilidades de recorrerlos son diversas, aunque una de las rutas más populares es la del Peregrino, que se prolonga a lo largo de 2,8 kilómetros y que ofrece vistas excepcionales. Los más experimentados pueden optar por el One Man’s Pass (el paso de un solo hombre), un camino estrecho que no deja indiferente a nadie. Cualquiera que sea la elección, la magnitud de los acantilados, su belleza y la flora y la fauna dejan sin palabras. En un día claro es posible contemplar la bahía de Donegal y la montaña de Ben Bulben, que se extiende por los condados vecinos de Leitrim y Sligo.
Acantilados de Moher
La siguiente parada, en el condado de Clare, apenas requiere carta de presentación. Su espectacularidad los ha convertido en una de las imágenes icónicas del país. Catalogados como geoparque global de la Unesco por la fauna en la que en ellos habita y el increíble paisaje que los envuelve, los acantilados de Moher se extienden a lo largo de ocho kilómetros de costa, alcanzando los 214 metros de altura.
En días despejados las vistas son impagables. Desde la torre de O’Brien, se abarcan incluso las islas de Aran, las Twelve Pins y la bahía de Galway. No es extraño ver grupos de delfines y tiburones peregrinos, pero si se presenta la ocasión, recomendamos no perderse la puesta de sol. Es, sencillamente, increíble.
Acantilados de Kilkee
Sin abandonar el condado de Clare, avanzamos hacia el sur para alcanzar la pequeña localidad de Kilkee, que da nombre a los acantilados. Menos conocidos que los dos anteriores y, por lo tanto, mucho menos frecuentados, son un rincón ideal para saborear la tranquilidad y la belleza de un paisaje salvaje.
Se descubren a través de distintas rutas de más o menos longitud. Si se opta por el sendero del acantilado -el Kilkee Cliff Walk- de puede realizar un recorrido circular de ocho kilómetros que pasa por rincones como las piscinas naturales de Pollock Holes o Intrinsic Bay, la bahía bautizada con este nombre en honor al barco hundido en la zona.
Acantilados de Loop Head
Llegamos a la cuarta y última parada de nuestra ruta en el sur, tras recorrer algunos paisajes todavía más bellos. La inmensidad de Loop Head, escenario en el que se rodó StarWars: Los últimos Jedi, hace que uno se rinda a sus pies.
Desde el faro centenario -fue construido a mediados del siglo XIX-, las vistas de las montañas de Connemara al norte y las islas Blasket al sur son alucinantes. No pasan por alto la presencia de delfines, ballenas, focas y aves... Y es que los acantilados de Loop Head son un magnífico punto final de una ruta deliciosa.