9 planes de verano en Val d’Aran
Ideas
Cuando el blanco de las nieves se deshace en lo alto de las montañas, el valle se llena de color y vida
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En el año 1919, tres esquiadores subieron a pie y con esquís hasta lo alto del port de la Bonaigua y, más tarde, descendieron deslizándose por la nieve fresca hasta Salardú. De alguna manera fue la primera esquiada. A partir de entonces, este tesoro natural agazapado en el Pirineo central, dejó de ser un secreto para abrir su reservada alma y su carácter solitario a la insaciable curiosidad humana. Comenzaron construyendo carreteras que zigzagueaban hasta las cumbres de las montañas y, más adelante, en el año 1948, se perforó un larguísimo túnel – 5 kilómetros y 230 metros - en el macizo que resguardaba el valle y que definitivamente daba un acceso fácil y rápido a Vielha, la capital de la comarca.
Y es que es de sobra conocido lo fundamental que han sido la nieve y el esquí en la historia reciente de la Val d’Aran . Hoy es su modo de vida. Sin embargo, cada año, la llegada de la primavera deshace la nieve y, hasta el mes de diciembre, cuando vuelven a caer las nevadas, los esquiadores desaparecen como por efecto de evaporación. El verde de los prados, el marrón de los tejados o el amarillo de las mariposas sustituyen al despotismo absoluto del blanco. Es entonces cuando surgen otras actividades que reemplazan a los deportes de nieve, como las siguientes:
Ruta en coche por los pueblos araneses
Una vez penetramos en el valle, su extensión aproximada es de 620 kilómetros cuadrados. No es excesivamente grande, aunque tampoco es suave: el 30% del territorio se eleva por encima de los 2.000 metros de altitud. Limita al norte con Francia, al sur con la Alta Ribagorza y Aragón, al este con el Pallars Sobirà, y al oeste, de nuevo, con Aragón y Francia. Si miras su trazado, la C-28 atraviesa la mayor parte de su superficie.
Coger el coche y ponerse a rodar es todo un placer. Es una excelente manera de tomar contacto con el paisaje, la cultura y la idiosincrasia de sus habitantes. Te absorbe. Vale la pena ir desde la parte occidental (tocando la frontera francesa), desde Caneján, y recorrer sus pueblos con más encanto: Bossòst, Vielha, Escunhau, Garòs, Arties, Salardú, Unha, Tredòs y Baquèira. Ir parando, paseando por sus calles y conociendo más a fondo sus iglesias, cementerios, historias y leyendas.
Caminatas por Montgarri
El río Garona está casi siempre presente en cualquier recorrido por los paisajes araneses. Según algunos, su nacimiento tiene lugar en Uelh deth Garona, en el Pla de Beret, en la estación de esquí. Otros argumentan que su origen está en la confluencia entre las aguas del circo de Saboredo y las del macizo de la Maladeta. Sea como sea, una de las excursiones y caminatas más aconsejables empieza allí. A escasos kilómetros del Pla de Beret está Montgarri, un entrañable pueblecito abandonado de casas (bordas) derruidas. Allí hay un refugio (Amics de Montgarri) y una antigua ermita.
En invierno el paisaje blanco es alucinante con ríos helados y abetos cargados de nieve, pero el resto del año todo se tiñe de verde, las vacas pastan y abundan los excursionistas. Existe un tramo que se hace en dos horas y media desde el Pla de Beret hasta el santuario de Montgarri por el camino de la solana, y de una hora y media para regresar al Pla de Beret por la umbría.
Subir en telesilla a 2.200 metros
Ya que estamos en la estación de Baqueira-Beret, no podemos irnos sin subir en el telesilla Blanhiblar hasta lo alto de uno de sus montes. A partir del 18 de julio y hasta el 31 de agosto permanecerá abierto - entre las 10 h y las 18 h -, lo que significa que es posible contemplar desde 2.200 metros de altura uno de los paisajes más extraordinarios de los Pirineos en 360 grados: el Pla de Beret, Baquèira, Val de Ruda y algunos picos, como el Montardo (2.833 metros) o el Aneto (techo de los Pirineos con 3.404 metros).
Es importante resaltar que éste es un plan muy aconsejable para hacer en familia, puesto que también tiene abiertas sus puertas el Barral - en lo alto del telesilla - para tomar el desayuno o aperitivo contemplando esas formidables vistas. Y para los aficionados al senderismo y a la bicicleta de montaña existen distintas rutas para bajar hasta el pie de la montaña.
De poza en poza
Hay que recordar que nos hallamos en un lugar con personalidad propia. Es diferente, inusual, inesperado. Como señalaba antes, el Garona es el río que con mayor fuerza marca el territorio aranés. Es el único valle altopirenaico español que desagua hacia el norte. Las montañas se levantan al sur, pero el Garona corre hacia el norte para desembocar en el Atlántico. En su momento, fue una vía de comunicación decisiva entre las pequeñas poblaciones del valle: es el Camín Reiau (camino real), un antiguo camino carretero que corre paralelo al río. Después del deshielo, el agua está realmente fría. Helada incluso. Pero eso no significa que uno no pueda gozarla.
Hay un tramo de unos diez kilómetros entre Es Bordes y Bossòst, donde se desciende el río con barcas neumáticas (rafting) o en piraguas (kayaking) y donde, entre rápidos y zonas en calma, es posible darse un baño en alguna de sus pozas naturales (para el que no lo sepa, pozas son remansos de agua que se forman en el río).
Tortilla de patatas en Bagergue
No cabe duda que Bagergue es uno de los pueblecitos más entrañables del alto Aran y de la región. Es el municipio habitado que se encuentra a mayor altura del valle – a 1.419 metros – y aparece en todas las listas de paradas obligadas. Hay que visitarlo, está claro. Tiene rincones de una enorme belleza rural: Casa Menginat y Pansart, la iglesia de Sant Fèlix del siglo XII, la quesería más alta del Pirineo o el Museo Eth Corrau con más de 2.500 piezas y utensilios antiguos que muestran la historia y costumbres de Val d’Aran.
No obstante, hay algo más que, curiosamente, atrae a viajeros desde miles de kilómetros de distancia: la tortilla de patatas del restaurante Casa Perú. Sí, como suena. En sus cocinas la bordan. Es de cuatro raciones, de huevos de gallina de picoteo y patatas de cosecha propia. Una tortilla sencilla, hecha con excelente materia prima y suculenta. Es como se hacen las cosas buenas. Merece la pena detenerse, sentarse en su mesa, y saborearla. Por cierto, para comidas estivales en terrazas al aire libre, Casa Perú abre la Borda de Lana.
El bosque de Baricauba y la Bassa d´Oles
Para iniciar esta visita, primero hemos de llegar hasta la población de Gausac, a un kilómetros escaso de Vielha. Desde allí, una estrecha carretera asfaltada conduce al bosque del Montcorbison: Baricauba, uno de los abetales más reconocidos de la Península con ejemplares que superan los 30 metros de altitud. En medio de la arboleda se oculta como una perla oculta, la Bassa d´Oles, un pequeño y majestuoso lago que permite una breve ruta circular (no te exige mucho y se invierten menos de 20 minutos a pie).
Más allá, siguiendo la carretera, también se puede visitar la Artiga de Lin, un maravilloso prado encajado entre montañas, y los Uelhs deth Joeu (los ojos del judío) o también llamada los ‘ojos del diablo’, allí hay una cascada impresionante cuyas aguas proceden del glaciar del Aneto, que luego desaparecen en el Forau d’Aigualluts, en el valle de Benasque, y vuelven a reaparecer cerca de la Artiga de Lin, tras recorrer más de cuatro kilómetros subterráneos.
Ver la fauna pirenaica con niños
Este verano, escaparse a Val d’Aran es todo un acierto para unas vacaciones familiares. El entorno es ideal. Bosques, ríos, montañas, prados. Si eres un niño difícilmente te aburrirás. Los planes se acumulan. Aun así, siempre es aconsejable anotar Aran Park en la lista de alternativas. Para llegar hasta allí es necesario ir hasta Pòrt deth Portilhon, entre Vielha, Bagnères-de-Luchon y Tarbes. Es un parque donde se puede observar una enorme diversidad de especies de fauna aranesa y pirenaica en semi-libertad, como osos, nutrias, marmotas, cabras, linces o ciervos. Las novedades de los últimos años son el lobo gris y una pareja de urogallos. El tour suele durar unas dos horas, después de las cuáles es posible hacer un pícnic en un área habilitada.
Relax total en las alturas
Uno de los objetivos prioritarios al sumergirse en el universo aranés es desconectar del mundo real. Hay que recordar que Val d’Aran fue destacada por The New York Times como uno de los destinos españoles para visitar en 2020 (junto a Asturias y Menorca). Hay que pasear a través de sus montañas, bañarse en sus ríos, comer en sus restaurantes... pero hay momentos en que uno debe pensar en sí mismo, en descansar, en que también los músculos desconecten.
Y ahí es donde entran dos propuestas: las Termas de la Baronía de Les por un lado; un centro termal de prestigio europeo donde se dan masajes japoneses como el shiatsu o el ketsueki, y por otro, los Banhs de Tredos (Baños de Tredòs) que, a 1.740 metros de altitud, son los más altos de Europa. Por cierto, desde el aparcamiento de los baños parte una excursión muy aconsejable hasta la ruta del los Siete lagos de Colomers.
Despedida con cena 12 estrellas Michelin
Hace dos años el restaurante Wellbourne aterrizó en el pueblo de Salardú. Estamos hablando de alta cocina. Sus fundadores Ross Gibbens, Michael Kennedy y James Goodyear que, junto a Martin Irwin como jefe de sala y experto en cócteles, llevan muchos años controlando los fogones de restaurantes de la talla de Mugaritz, el Peels Restaurant o Le Manoir aux Quat Saisons. De hecho, unidos suman hasta 12 estrellas Michelin conseguidas a lo largo de toda una vida dedicada a la restauración.
Una gran idea para despedir este recorrido por Val d’Aran, es dándose un homenaje en este establecimiento con bocados locales típicos de Pirineos combinados con toques vanguardistas, como estos: calçots a la brasa, champiñones y praliné de avellana y trufa, o el sabrosísimo confit de trucha, puerros tiernos, fresas verdes avinagradas, mejillón y zumo de perejil. Bon profit, buen provecho.