El templo de Debod, del Nilo al centro de Madrid
Una joya del antiguo Egipto
La construcción fue salvada de desaparecer bajo las aguas tras la construcción de la presa de Asuán
Las especulaciones sobre dónde y cómo podremos viajar no cesan. ¿Será posible visitar el extranjero? ¿Solo la Unión Europea? ¿Únicamente el territorio nacional? ¿Tendremos que ceñirnos a nuestra provincia? A día de hoy, pocas son las certidumbres en cuanto a la normativa. A lo que hay que sumar las dudas de cada cual. ¿Nos atreveremos a cruzar fronteras? ¿A embarcar en un crucero? ¿A volar? Todos son incógnitas que el tiempo va a despejar pronto.
Mientras tanto lo único seguro son los deseos de salir, de viajar, de ir olvidando el confinamiento y aprovechar cada desplazamiento y salida al máximo. De manera que aquí va una propuesta de viajar en el tiempo y en el espacio sin salir de Madrid . Descubrir el templo de Debod. Un trozo del antiguo Egipto instalado en el madrileño parque del Oeste, a un paso de la icónica plaza de España.
En señal de agradecimiento, el Gobierno egipcio decidió regalar al Estado español el Templo de Debod, una construcción con 2.200 años de antigüedad
¿Cómo llegó esta construcción del Egipto de los faraones hasta aquí? Tiene que ver con embalses y favores entre estados. A mediados del siglo XX, en Egipto se decidió construir la imponente presa de Asuán, al sur del país, para poner fin a las temidas y cíclicas inundaciones del río Nilo. Sin embargo, el grandioso embalse que iba a crearse en la región de la Baja Nubia supondría que todo el patrimonio histórico de esa zona quedaría sumergido bajo las aguas.
De hecho, una de las más grandes atracciones de los tours turísticos por Egipto, el templo de Abu Simbel a orillas del lago Nasser, iba a quedar inundado por las aguas. Sin embargo, se decidió desmontarlo íntegramente, para trasladarlo y reconstruirlo en su actual ubicación. No obstante, Abu Simbel no fue el único templo que pudo convertirse en un “pecio” hundido. Hubo más templos que también fueron desmontados piedra a piedra para evitar su pérdida. Fue un trabajo ingente y muy costoso, y dado el carácter universal de este patrimonio excepcional fueron varios los países que colaboraron en esas labores a medio camino entre la arqueología y la conservación.
Uno de esos países fue España. De manera que en señal de agradecimiento, el Gobierno egipcio decidió regalar al Estado español el Templo de Debod, una construcción con 2.200 años de antigüedad, aproximadamente. Aquel viejo edificio de enormes bloques de arenisca se desmontó para ser trasladado por el Nilo hasta la ciudad de Alejandría a orillas del Mediterráneo. Allí embarcó poniendo rumbo al puerto de Valencia. Desde ahí, a todas esas grandes piedras, ya solo les quedaba un último trayecto por carretera para llegar a su destino: Madrid.
En la capital, como si fuera un inmenso puzle, se reconstruyó. Fue una tarea de paciencia e ingenio, ya que para ser justos hay que decir que no todas las piezas estaban bien marcadas, e incluso faltaba alguna, por lo que en términos técnicos la reconstrucción del templo de Debod es una anastilosis, en la que podemos distinguir lo original de aquellas piedras que se realizaron ex profeso para culminar este gigantesco mecano pétreo. Pero finalmente, en el año 1972 se inauguró la reconstrucción y así España contaba con un templo de la dinastía ptolemaica, la última saga faraónica que reinó en Egipto y que se extinguió con el suicidio de Cleopatra.
Desde entonces se ha convertido en una de las visitas más singulares de Madrid. De hecho, cuando uno se adentra en sus salas internas que en otro tiempo estuvieron dedicadas a los dioses Amón e Isis es como hacer un viaje virtual a través de los relieves de sus piedras. Sin embargo, esas mismas piedras que han resistido el paso de más dos milenios, un desmontaje, un traslado cruzando todo el Mediterráneo y la posterior reconstrucción, son más endebles de lo que se podría suponer.
Son piedras areniscas, blandas si hablamos en términos geológicos, y más aún si se mueven de su entorno. Son un tipo de rocas a las que el clima madrileño no les sienta demasiado bien. Por esa razón tras casi cinco décadas de exposición a ciertos rigores meteorológicos, la erosión va haciendo mella. Además de que también han ido dejando su huella lamentables actos vandálicos.
De ahí que, el Consistorio madrileño haya reactivado recientemente la propuesta para redactar un proyecto que plantee la cubrición del monumento. Una intervención que se ha ido retrasando, pero que ahora ya comienza a ser urgente para garantizar la protección de este valioso patrimonio. Una cubierta que sin duda habrá de establecer vínculos estéticos entre nuestro siglo XXI y el lejano siglo III antes de Cristo en el que se construyó el templo de Debod, lo cual todavía hará más enriquecedora la visita.
Pero mientras se realiza esa obra y mientras no sea posible tomar un avión y descubrir in situ el país de las pirámides y los faraones, al menos en Madrid contamos con un pedazo de la historia del mítico Nilo.