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Un cementerio pirata entre tumbas, calaveras y cocoteros

Único en todo el mundo

La pequeña isla de Santa María, en Madagascar, esconde un pasado turbulento de bucaneros sanguinarios, botines y tesoros

Cementerio pirata de la isla de Santa María

Lemurbaby / Wikimedia Commons

Playas de arenas blancas, aguas cristalinas, cocoteros, arrecifes coralinos y una tranquilidad que inunda cada rincón: así es Santa María, la viva postal de una isla tropical, enclavada frente a la costa este de Madagascar, en pleno océano Índico. Sin embargo, esta imagen plácida esconde un pasado turbulento de piratas sanguinarios, botines y tesoros, alimentado por leyendas que han llegado hasta nuestros días.

Corría el siglo XVII cuando los primeros barcos de corsarios atracaban en Nosy Boraha -el nombre de la isla en lengua malgache-, seducidos por los relatos de mercaderes y traficantes de esclavos. En la zona encontraron una fuente inagotable de recursos y en Santa María un auténtico remanso de paz tras sus sangrientas fechorías. Y aquí se instalaron.

Las playas recónditas de la isla de Santa María eran un buen escondite para los piratas

pierivb / Getty Images/iStockphoto

En la ruta de las Indias Orientales

La situación de este pequeño territorio de sólo 57 kilómetros de largo y 5 kilómetros de ancho, cerca de la ruta comercial de la Compañía Británica de las Indias Orientales, permitía a los piratas operar a sus anchas, interceptando y saqueando buques cargados de sedas, algodón, opio y riquezas procedentes de Extremo Oriente. Sus numerosas bahías y entradas la convertían en el refugio ideal para esconder los barcos tras sus asaltos y repararlos con total impunidad.

Hasta mediados del siglo XVIII -cuando fue ocupado por los franceses- el islote se mantuvo como un auténtico paraíso pirata que incluso figuraba en los mapas como tal, en el que llegaron a vivir un millar de corsarios, entre ellos algunos tan populares como Adam Baldridge, William Kidd y Olivier Levasseur. Durante un siglo habitaron casas de madera, rodeados de mujeres con las que satisfacer sus necesidades, con agua dulce en abundancia y víveres. ¿Qué más podían desear?

Reposo eterno

Una lápida del cementerio pirata de Santa María (Madagascar)

Michipanero / Wikimedia Commons

Hoy, el recuerdo de aquella época todavía está presente en un inquietante cementerio pirata, el único en el mundo, situado en la cima de una colina con vistas al mar y a la capital, Ambodifotatra. Bajo la sombra de los cocoteros, entre cruces de hierro forjado, reposan una treintena de lápidas de piedra, algunas de ellas decoradas de forma inconfundible -casi pueril- con dos tibias cruzadas y una calavera, y otras rematadas con sombreros al uso.

El abandono y las inclemencias meteorológicas -incluyendo frecuentes ciclones- han hecho mella en las viejas tumbas, desgastando las inscripciones, y la vegetación ha crecido libremente y de forma desordenada añadiendo al escenario un cierto aire siniestro.

Una tumba del cementerio pirata de Ambodifotatra

Michipanero / Wikimedia Commons

El paso de los años ha alimentado la leyenda que situaba el cuerpo de William Kidd, un célebre marino escocés acusado de piratería, en el cementerio de Santa María. Se afirmaba con seguridad que el cadáver estaría enterrado en una gran tumba negra, sentado en posición vertical como castigo por sus actos. Hoy se sabe, sin embargo, que sus restos descansan en territorio de la Corona Británica.

El difunto no está en tierras de Madagascar, pero según algunas fuentes, sí podría estarlo su fortuna. En 2015, un grupo de submarinistas halló una parte de un barco hundido frente a la costa de Nosy Boraha que podría corresponder al Adventure Gallery, el galeón de William Kidd, hundido en 1698. Entre los escombros apareció un lingote de plata de 50 kilos que supuestamente formaría parte del botín acumulado en los saqueos.

Cruces y tumbas en el cementerio pirata de Santa María

Lemurbaby / Wikimedia Commons

Más allá de los piratas

El fondo marino de Santa María y sus alrededores es uno de los grandes atractivos turísticos de la zona. Además del aliciente de descubrir junto a la costa restos de antiguas naves piratas, una actividad que todavía seduce a cazadores de tesoros, los aficionados al buceo y al snorkel pueden disfrutar de la riqueza coralina de sus arrecifes.

El otro gran atractivo -mayor si cabe- es el avistamiento de ballenas jorobadas, enormes ejemplares que pueden llegar a los 16 metros, que durante el invierno austral buscan en estas aguas cálidas un lugar donde aparearse y dar a luz. Cada año, entre los meses de julio y septiembre, pueden contemplarse frente a las costas de Santa María centenares de ejemplares de cetáceos que viajan hasta la bahía de Antongil. El espectáculo es incomparable.

Una ballena jorobada frente a las costas de Santa María

mirecca / Getty Images/iStockphoto

El alojamiento turístico no supone problema alguno. La isla cuenta con una interesante oferta hotelera que huye de la masificación, formada sobre todo por establecimientos con encanto: bungalows situados a pie de playa, rodeados de vegetación, que suelen ser los preferidos por los foráneos.

Desde aquí, los turistas pueden recorrer la isla en bici o a pie, siguiendo alguna ruta de senderismo, descubriendo playas y rincones hoy desiertos, que en el pasado sirvieron de refugio seguro para los piratas.

Santa María, Madagascar

Christian Bordoni / Getty Images/iStockphoto