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Cuatro trincheras y un palacio

100 años del tratado de Versalles

Viaje a lugares que mantienen las cicatrices de la Primera Guerra Mundial

Galería de los Espejos en el palacio de Versailles, Francia

By Photo: Myrabella / Wikimedia Commons,

La Primera Guerra Mundial acabó entre espejos. En espejismo. El 28 de junio de 1919, ahora hace cien años, más de cincuenta países firmaron en Versalles el tratado que ponía punto final a la contienda más sangrienta de la historia hasta entonces. El punto final a veinte millones de muertos. Y lo firmaron en la Galería de los Espejos, el espacio más grande del palacio de Versalles, probablemente la estancia más famosa del mundo.

El turismo hacia las trincheras había empezado con la propia guerra. El corresponsal de La Vanguardia en el frente occidental, Gaziel, ya describía el aspecto turístico de las expediciones de periodistas, intelectuales y políticos a la primera línea de fuego. Y las visitas guiadas a las trincheras vacías siguieron en los años veinte y treinta hasta enlazar con la Segunda Guerra Mundial.

Firma del tratado de Versalles en 1919

Public Domain

Hoy, cien años después de la firma del tratado de Versalles, proponemos la visita a cuatro paisajes que mantienen las cicatrices de esa conflagración absurda que marcó el inicio del declive de Europa. Tres en el norte de Francia –Le Bois Brulé (El bosque quemado), La Caverne du Dragon (La caverna del dragón) y Fort de Vaux (El fuerte de Vaux) – y uno en el sur de los Balcanes: la montaña del Kaimakchalan. Son cuatro paisajes marcados por el bosque, el verde, la naturaleza: la biología acaba ganando todas las batallas. Y proponemos terminar en el resplandor final: la Galeria de los Espejos donde se firmó la paz que no fue.

Luis XIV construyó esta galería para deslumbrar a los visitantes. Pero el tratado que se firmó aquí hace cien años no deslumbró al futuro. Más bien lo cegó. Las enormes reparaciones impuestas a Alemania –que no se acabarían de pagar hasta el año 2010– abrieron la puerta al resentimiento y a la Segunda Guerra Mundial. Pero esa ya es otra historia, y otras rutas para la memoria y la reflexión.

El bosque quemado

La Primera Guerra Mundial y sus trincheras están cosidas a este paisaje. Tanto, que los franceses de Le Bois Brulé –y todo el frente de Argonne– sienten la conflagración, y reflexionan sobre ella, como pocos historiadores. Hay perderse por los pueblos y hablar con la gente: son parte de esta historia.

Le Bois Brulé –el bosque quemado– era un gran y hermoso espesor de árboles hasta que les cayó encima el ejército del Káiser. En septiembre de 1914 los alemanes se atrincheraron en esta frondosidad para cortar la comunicación entre las industrias de Nancy y el imponente fuerte de Verdún. Y construyeron una de las líneas de defensa más formidables que se hayan hecho nunca. Pocas trincheras de la Primera Guerra Mundial están tan bien conservadas y reflejan todavía esa cicatriz que iba de la frontera suiza al mar del Norte.

Recreación de un soldado francés en la Primera Guerra Mundial

philipimage / Getty Images/iStockphoto

En Le Bois Brulé se respira la superioridad del ejército alemán sobre el francés: trincheras, más extensas, más sólidas, más sofisticadas. Con mejores sistemas de drenaje, mejores galerías para francotiradores y búnkers para ametralladoras. Llegaron a este bosque para quedarse: quedan las ruinas de las casas de los oficiales. Todo electrificado.

Quedan los fragmentos del brutal combate en el tiempo. Botones, metralla o botellas, tantos restos de botellas que los coleccionistas ni los recogen. Y el aire de peligro: con sus trincheras recosidas, en Le Bois Brulé se respira cómo miles y miles de hombres vivieron durante cuatro años en el borde de la muerte.

En el osario de Haute Chevauchée –“A los muertos en Argonne” – reposan huesos de tantos soldados que es imposible contarlos. En las fechas de la muerte queda una cosa clara: en este frente no hubo treguas de Navidad.

En los 47 días de la ofensiva Meuse-Argonne, justo antes del Armisticio, murieron 26.277 soldados estadounidenses: con su llegada se empezó a romper este frente. Hasta hoy es la batalla más mortífera de la historia de Estados Unidos.

Placa en memoria de Henry N. Gunther en el cementerio de Baltimore, EE.UU.

Concord vía Wikimedia Commons

En estos bosques se llega al punto más absurdo de la Primera Guerra Mundial y de todas las guerras. En el municipio de Chaumont-devant-Damvillers, perdido entre granjas, una estela marca el punto donde cayó un sargento de Baltimore, Henry Nicholas Gunther. Tenía 23 años y murió de un disparo en la cabeza a las 10.59 horas del 11 de noviembre de 1918.

Murió en el último minuto de guerra. El armisticio entraba en vigor a las 11.00 en punto.

Más información

Por la extensión de las trincheras, e incluso por seguridad, es mejor ir acompañado de guías locales. Es fácil contactar con ellos en hoteles y restaurantes.

Para dormir: La Scholastique, bed and breakfast en Le-Neufour-en-Argonne. Su dueño, Denis Hébrard, también es guía por las trincheras de estos bosques.

Otro buen guía para visitar estas antiguas trincheras es Jean Paul de Vries, que dirige el Museo Romagne 14-18 en Romagne-sous- Montfaucon.