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Festín de historia y arte en Las Cinco Villas

Lugares

Durante la edad media, la comarca zaragozana fue un campo de batalla entre cristianos y musulmanes, y también entre los reinos de Aragón y Navarra

Panorámica de la villa medieval de Sos del Rey Católico

Evan Frank / Getty Images/iStockphoto

Estoy un poco impaciente: me dispongo a emprender un fabuloso viaje a través del tiempo y del espacio; ahí es nada. Por una parte retrocederé hasta la edad media y aun más allá, a la época de los romanos. Por otra, pretendo recorrer la comarca zaragozana de Las Cinco Villas. Su curioso nombre se lo dio Alfonso I el Batallador, de Aragón y Pamplona, en el año 1105. El topónimo aludía entonces a los cinco núcleos principales del territorio: Sos del Católico, Uncastillo, Sádaba, Ejea de los Caballeros y Tauste. Las Cinco Villas engloba hoy 31 municipios.

Mi primera parada la hago en uno de los más pequeños, Navardún, un pueblito con apenas cincuenta habitantes. Quiero explorar su castillo, un imponente torreón gótico con 26 m de altura. Construido a finales del siglo XIII, formó parte de la línea defensiva que protegía el valle del río Onsella. Me pregunto si sus centinelas atisbarían al Home Grandizo, un personaje mítico que supuestamente recorría estas tierras acompañado por un oso, y que velaba por la seguridad de las muchachas locales. Estas cuidan hoy de sí mismas, no necesitan protectores, por grandullones que sean. El baluarte acoge un entretenido centro de interpretación sobre la vida cotidiana durante la edad media. El interior de la torre está muy bien restaurado y exhibe objetos militares como armaduras, yelmos, escudos o armas que ambientan la instalación.

Ayuntamiento de Sos del Rey Católico, un edificio renacentista del siglo XVI

IHervas / Getty Images/iStockphoto

Sos del Rey Católico fue la cuna del rey Fernando II de Aragón. Su matrimonio con Isabel I de Castilla posibilitó la alianza de los dos mayores reinos peninsulares de la época. El resto ya lo saben: la conquista de Granada, el descubrimiento de América, la expulsión de los judíos... Su obra fue tan trascendente que algunos asimilan su reinado al fin de la edad media y el principio de la edad moderna. Recorro las estancias del palacio de Sada, donde el soberano nació el 10 de marzo de 1452. Es un edificio del siglo XV, reconvertido en centro de estudios sobre el monarca; también acoge la oficina de turismo municipal.

Debido a su emplazamiento fronterizo con Navarra, Sos del Rey Católico desempeñó importantes funciones defensivas. Una maciza muralla de los siglos XII y XIII protegía el núcleo inicial. Se conservan siete de sus portales, si bien la Puerta de la Reina o de la Fuente Alta es probablemente la más vistosa.

La plaza de la Villa fue la sede del mercado, como delatan los soportales y las baras de medir, unas señales presentes en varios sillares. Este espacio acogió los grandes acontecimientos colectivos, como las causas y los juicios. Aquí se alza, asimismo, el Ayuntamiento, un edificio renacentista del siglo XVI.

Uncastillo, con menos de 700 habitantes, agrupa 12 casas-palacio, siete iglesias, dos fortalezas y varias necrópolis de diferentes épocas

Antes de seguir la ruta, visito la iglesia de San Esteban Protomártir, de los siglos XI y XII. Dedico un buen rato a admirar las pinturas murales de la cripta de la Virgen del Perdón.

Uncastillo es un pueblo-récord: con menos de 700 habitantes, agrupa doce casas-palacio, siete iglesias, dos fortalezas, varias necrópolis de diferentes épocas... No me extraña que la villa esté declarada bien de interés cultural. Ya supondrán que, con tanto patrimonio, la visita meticulosa requiere su tiempo. Como no lo tengo, esta vez me concentro en la judería local, una de las más importantes de Aragón en el siglo XV.

El barrio judío se protegía mediante portales que se cerraban a cal y canto, aislándolo del resto de la población cuando la seguridad lo aconsejaba. Las calles interiores son estrechas y sinuosas, escalonadas y umbrías, y de ellas parten unos callejones secundarios llamados gallizos que pueden tener salida o no. El conjunto es un dédalo intrincado y lleno de rincones. Durante mi paseo hay momentos en que pierdo la orientación, me siento extraviado.

Casco antiguo de Uncastillo

José Luis Cabana / Wikimedia Commons

Las viviendas judías tenían pocas aberturas, ocultaban el interior. La discreción formaba parte de la estrategia de supervivencia, no convenía excitar la envidia. El nivel social de las familias se transmitía a través de detalles arquitectónicos: los arcos de medio punto en piedra identificaban las casas de mercaderes, financieros o médicos, mientras que los dinteles de madera señalaban a las clases menestrales, más humildes, zapateros, tejedores, curtidores... No se pierdan el arco que emboca con el gallizo de Valero ni los huecos donde se atrancaban las puertas en el extremo sur de la calle Barrio Nuevo.

Recientemente se recuperó una parte de la sinagoga de Uncastillo, un templo del siglo XIII. Al margen de su función sagrada, también acogía el horno de la comunidad, un huerto y un palomar. Tras la expulsión de los judíos en 1492, el concejo de Uncastillo compró el inmueble para sede del concejo municipal. Cuando se construyó el actual Ayuntamiento, décadas después, la sinagoga se compartimentó y fue nuevamente vendida. Por eso hoy solo puedo visitar una pequeña parte, el resto lo ocupan viviendas particulares.

Interior de la sinagoga de Uncastillo

Fundación Uncastillo / Wikimedia Commons

El cementerio judío se halla extramuros. Los cortejos fúnebres llegaban atravesando el puente de los Judíos. La necrópolis conserva unas 150 tumbas excavadas en la tierra o perforadas en la roca.

Poco antes de llegar a Sádaba está el mausoleo de los Atilios, un sepulcro de los siglos II o III, construido durante el imperio romano. Se halla casi al pie de la calzada que comunicaba Caesaraugusta (actual Zaragoza) con Pompaelo (Pamplona) y con Asturica Augusta (Astorga), y acoge los despojos de tres generaciones de una familia de la aristocracia rural romanizada.

Sobre el mundo romano y su universo agrario trata el Centro de Recepción de Visitantes de Los Bañales, instalado en la torre del pueblo de Layana. El edificio, del siglo XIII, muestra una selección de las piezas encontradas en aquella excavación y ayuda a comprender el mundo del que proceden. Desde la terraza hay magníficas panorámicas de la localidad y de su entorno.

Las ruinas de Los Bañales son uno de los principales yacimientos arqueológicos de Aragón. Pertenecen a una población del siglo II, centro de una zona dedicada a la producción y el comercio de trigo. No se sabe el nombre original del núcleo. Los trabajos de restauración han recuperado partes del foro y el edificio de las termas, muy bien conservado. Para el abastecimiento de agua se construyó un acueducto del que perviven 32 pilares, la mitad de los iniciales. Algunas estelas y lápidas de la necrópolis se exhiben en el Museo de Zaragoza.

Castillo de Sádaba, una maravilla del siglo XIII

fotografo / Getty Images

Si le dan un folio y un lápiz a un niño, y le piden que dibuje una fortaleza aguerrida, probablemente siluetee un bastión muy parecido al castillo de Sádaba, aunque quizá no se atreva a pintar tantas torres. El real tiene siete, nada menos. Erigido en el siglo XIII, se alza sobre un cerro y tiene aire de ciudadela. El recinto amurallado es rectangular, con más de mil metros cuadrados de superficie, y su estado de conservación es magnífico. Perteneció a la orden de caballería de San Juan.

Capital de Las Cinco Villas, Ejea de los Caballeros no solo es el núcleo más poblado de la comarca con casi 17.000 habitantes, sino también su gran centro de servicios. Acudo para visitar la iglesia de San Salvador, un templo consagrado en 1222 pero pasmosamente intemporal: aturde la sensación de haber visto sus torres antes, quizás en algún edificio neogótico o incluso modernista. La septentrional está rematada por cuatro airosas atalayas. Las portadas de la iglesia también son muy valiosas: las talló el Maestro de Agüero, creador asimismo del claustro de San Juan de la Peña (Huesca). El interior del templo es románico de transición al gótico, con aportaciones renacentistas como el baptisterio o el coro.

Portada de la iglesia de San Salvador de Ejea de los Caballeros, obra del Maestro de Agüero

KarSol / Getty Images/iStockphoto

Acabo mi recorrido en Tauste, en su iglesia de Santa María, una joya del arte mudéjar. Los mudéjares fueron musulmanes que vivían entre cristianos sin renunciar a sus creencias. Los reyes aragoneses estimularon su permanencia en los territorios conquistados para evitar el despoblamiento. Se les permitía conservar su patrimonio, incluidos objetos y enseres, y se respetaban su religión y sus costumbres. Como contrapartida debían concentrarse en barrios extramuros de las poblaciones y entregaban un 25% de sus cosechas a la Corona. Se estima que, a finales del siglo XV, Aragón reunía a 25.000 mudéjares, en torno a un 10% de la población total del reino.

Estos mudéjares desarrollaron un arte propio, que aunaba elementos de la tradición cristiana, como las bóvedas o los arcos góticos apuntados, con otros de raíz musulmana, como la construcción con ladrillo aparejado o las ornamentaciones arábigas. Esta suma tan singular ha merecido que la Unesco reconociese el arte mudéjar aragonés como patrimonio mundial en el año 2001.

Santa María de Tauste exhibe todos esos elementos, incluidas una franja decorativa exterior en zig zag a base de tres hilos de ladrillo, y una torre-campanario con un pasmoso aspecto de alminar. Célebre por su esbeltez y belleza, a esta última se le conoce comarcalmente como La bien plantada. Es una descripción impecable.

El nombre de Las Cinco Villas se lo dio Alfonso I el Batallador, de Aragón y Pamplona, en el año 1105. Hoy engloba 31 municipios