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La UE se enreda con el sello para la energía verde

Taxonomía de las finanzas sostenibles

¿Catalogar como “sostenible” la generación con gas y las nucleares, como propone la Comisión Europea, afectará al Acuerdo de París contra el cambio climático? ¿O lo contraviene? Ese es el debate.

El Gobierno rechaza la propuesta comunitaria al estimar que España perdería opciones de recibir fondos e inversiones para las renovables, por la que ha apostado la Administración española

La taxonomía es clave para definir las actividades “sostenibles”, elegibles para la financiación con fondos verdes comunitarios y préstamos del BEI

Torres de refrigeración de la central nuclear de Temelin, cerca de Tyn nad Vltavou, en la República Checa

Reuters

La propuesta de la Comisión Europea para etiquetar como verde o sostenible las inversiones en la generación eléctrica con gas y las nucleares está provocando un gran debate en Europa. Con este planteamiento, la receta para reducir las emisiones de gases y mitigar el calentamiento ya no tendría como pivote central las fuentes renovables y la eficiencia energética.

El aval al gas y las nucleares como tecnologías legítimas para la transición energética ha provocado un cisma en la UE, donde las posiciones son muy diferentes.

¿Son realmente útiles el gas y las nucleares para mitigar el cambio climático?, ¿encaja esta propuesta en el Acuerdo de París para reducir las emisiones de CO2?, ¿o lo contradice y desvirtúa?

La propuesta está recogida en el borrador del reglamento sobre taxonomía verde, un sistema de clasificación de la UE encargado de fijar la lista de actividades “sostenibles” y, por tanto, elegibles para la financiación con fondos verdes comunitarios y préstamos del Banco Europeo de Inversiones. 

Es una derivada del Pacto Verde Europeo de la UE, destinado a lograr una economía con un balance de emisiones cero (descarbonización) para mitad de siglo. El reglamento fijará los criterios para guiar a las empresas y a los inversores nacionales e internacionales en estas estrategias.

Con esta normativa, obtendrían la etiqueta verde las nucleares que se construyan hasta 2045, así como las nuevas plantas de generación de electricidad con gas hasta 2030, siempre que emitan menos de 270g CO₂e/kWh.

Javier García Breva

Un "contrasentido"

Este planteamiento ha sido contestado por un manifiesto de más de 200 científicos, instituciones financieras y oenegés. En él recalcan que el gas fósil daña el medio ambiente y arguyen que su inclusión en la taxonomía sostenible supone “ignorar los importantes efectos ambientales del metano, cuyo impacto en el cambio climático es hasta 84 veces superior al de CO2 en un período de 20 años”, recalcan,

Javier García Breva, consultor en energía, recalca que este borrador “contraviene” las directivas europeas (2016) en las que se remarca que las fuentes renovables y la eficiencia energética “son el mejor instrumento, viable técnica y económicamente, para combatir el cambio climático”.

Por eso, juzga un “contrasentido” que esas directivas “pidan reducir las importaciones de combustibles fósiles, mientras que ahora se nos dice que sigamos invirtiendo en gas”.

Aerogenerador con una turbina eólica y central eléctrica de carbón con torres de electricidad

Getty Images

Pedro Linares

"Estudiar caso a caso"

Sin embargo, en algunos países, la manera más eficaz de reducir las emisiones de CO2 puede ser la creación de infraestructuras de gas que suplan a las térmicas de carbón “manteniendo así la seguridad de suministro, si no es posible su plena sustitución por renovables”, según apunta Pedro Linares, profesor de la Universidad Pontificia Comillas-ICAI.

Este podría el caso de Polonia (país muy dependiente del carbón, combustible con elevadas emisiones). “Hay que ver caso a caso si los países necesitan esas inversiones, en nucleares o gas, para cumplir sus objetivos de descarbonización”, precisa Linares.

No obstante, para este experto es más complicado justificar un marchamo verde a las nuevas nucleares. Un principio de la taxonomía verde es que “no debe causar un impacto ambiental añadido”, lo cual excluiría a las nucleares, dado que su talón de Aquiles son los residuos radiactivos; pero el sector nuclear también puede contrarreplicar diciendo que también las fuentes renovables causan impactos. Se entraría así en los matices de un complejo balance. ¿Cuánto CO2 debe disminuir una nuclear para compensar los extracostes por custodiar los residuos durante cientos de años?

Ministra Teresa Ribera

"Ni son verdes ni sostenibles"

El Gobierno español está siendo el más activo a la hora de pedir la exclusión de la energía nuclear y la generación con gas entre las opciones verdes. Teresa Ribera, ministra para la Transición Ecológica, afirma que ambas tecnologías pueden ser actores en la transición energética, pero con una duración temporal “limitada”, puesto que “ni son energías verdes ni sostenibles” y deben tener un tratamiento “aparte”, sin las ventajas de esa financiación.

Según la ministra, para considerar “verde” una actividad económica, sector o tecnología se debería demostrar “su contribución sustancial” a la mitigación del cambio climático (y siempre respetando el principio de “no ocasionar un daño ambiental significativo”: do not significant harm). Sin embargo, “las emisiones de metano” en la generación con gas y, por otra parte “los residuos de la energía nuclear ponen la cuestión ambas tecnologías dentro de la taxonomía verde”.

Emmanuel Macron

La energía nuclear, eje de la transición europea

El controvertido reglamento comunitario aún debe ser aprobado por el Consejo; pero provoca mucha división en la UE. El presidente francés, Emmanuel Macron, defiende que la energía nuclear tiene que estar en el centro de la transición energética de la UE porque ayudará a reducir las emisiones de CO2 y a ganar en independencia respecto a las importaciones de combustibles. Macron dice que no habrá transición energética si se cierran las nucleares y que las renovables “tienen una debilidad: son intermitentes”, según afirmó en Le Parisien. 

Para él, cerrar las plantas de carbón sin el concurso de las nucleares abriría la puerta a una entrada masiva de gas, con lo que aumentaría la dependencia de las importaciones de Rusia. Francia se ha aliado con una decena de países (Bulgaria, Croacia, Chequia, Finlandia, Hungría, Rumanía...) para defender el sello verde para la nuclear.

El canciller Olaf Scholz (SPD)

Alemania se inclina por dar el sello al gas

En la posición contraria se sitúa Alemania, que ha completado su pacto para cerrar las centrales nucleares; España, con un calendario definido para cerrar sus siete reactores (el última, en 2034), y Italia, Luxemburgo, Dinamarca y Austria. Este último país ha amenazado incluso con plantear un litigio en los tribunales.

Alemania emerge como gran valedor del apoyo al gas (opción que tiene firmes partidarios también en los países del Este europeo), así como en Grecia, Chipre y Malta. Alemania, una vez ha renunciado a las nucleares y puesto fecha de caducidad al carbón en 2030, “tendría que construir nuevas centrales eléctricas de gas”, según explicó el nuevo canciller alemán, Olaf Scholz (SPD).

Térmica de gas en la Plana del Vent, donde se encuentra la central de ciclo combinado junto a la nuclear de Vandellós

Xavie Jurio

Una segunda oportunidad para la nuclear

Todo este nuevo escenario es visto como gran oportunidad por la industria nuclear, que ha sufrido fuertes reveses (Chernobil, Fukushima…) y un cierto descrédito por los largos plazos de ejecución: casi una losa. La última nuclear conectada, el Olkiluoto 3 de Finlandia, puso en marcha en diciembre tras 13 años de retrasos y sobrecostes multimillonarios.

“Lo que más nos inquieta es que se está tratando a la nuclear como una tecnología de transición, algo que para nosotros no es correcto. Ya se ha confirmado que la nuclear contribuye a reducir los efectos del cambio climático y, en segundo lugar, porque no causa ningún impacto significativo mayor; es asimilable al de las renovables”, explica a este diario Jessica Johnson, portavoz de Foratom, la asociación de empresas del sector nuclear europeo, que estudia la redacción definitiva del reglamento sobre taxonomía para evaluar sus consecuencias.

El gas y las bajas emisiones

Mientras tanto, el sector del gas destaca el papel que están jugando y pueden jugar las plantas de ciclo combinado (modernas térmicas de gas) como elemento de “respaldo en el proceso de transición energética, teniendo en cuenta la intermitencia de las renovables”. 

Aduce, además, que la del gas es una tecnología “con bajas emisiones respecto a otras alternativas térmicas”, por lo que puede complementar la implantación masiva de las renovables en el sistema eléctrico. Así lo recuerdan fuentes de Enagás.

España teme perder fondos e inversiones

Sin embargo, otros sectores temen que Europa se desvíe de la senda virtuosa de París. “Europa debería no distraerse y apostar por una gran industria europea de baterías de almacenamiento. Con este plan erróneo, las inversiones se van a dirigir al gas y las nucleares, en lugar de centrarse en las baterías de almacenamiento”, dice Javier García Breva, que ya denunció en su idea que el Pacto Verde entronizaba el concepto de “neutralidad tecnológica”, la idea de que todas las tecnologías pueden servir en la transición energética, algo que juzga inaceptable.

La posición de España tiene una explicación clara. Si la UE avala la idoneidad del gas y las nucleares como opciones elegibles (susceptibles de recibir fondos europeos), las inversiones se desviarían en parte hacia estas tecnologías y no hacia las renovables, la gran apuesta española, con lo que estas fuentes limpias ya no serían la opción preferible más atractiva para las inversiones.

“La decisión de la Comisión Europea frenaría la tan necesaria inversión en almacenamiento de energía, hidrógeno, redes inteligentes y otras innovaciones que pueden permitir una mayor flexibilidad en la gestión de la demanda energética”, dice José Donoso, director general de la Unió Española Fotovoltaica (Unef).

Ecologistas en Acción alerta que si se aprueba este reglamento, “cientos de miles de millones de euros, tanto en inversiones privadas como dinero público, serían desviados, mediante subvenciones europeas y nacionales, hacia los combustibles fósiles, lo que agravaría más la crisis climática”.

Torres de refrigeración de la nuclear de Grohnde, en Alemania, el 29 de diciembre de 2021. Alemania debe cerrar sus tres últimos centrales abiertas el año próximo 

AP

Teresa Ribera, ministra para la Transición Ecólogica

Dar señales “erróneas al mercado”

También la propia ministra Teresa Ribera ha indicado que incluir el gas y la nuclear en la taxonomía “supone dar una señal errónea para los mercados financieros y no aporta la necesaria claridad para enfocar los flujos de capital hacia la economía descarbonizada, resiliente y sostenible”, prevista en el Pacto Verde Europeo.

El sistema pretende restringir la etiqueta "verde" a los proyectos verdaderamente respetuosos con el clima, hacer más atractivas esas inversiones para el capital privado y acabar con el greenwashing (lavado de imagen, o lavado de cara verde)

La taxonomía de la UE se concibió como un intento de fijar estándares basados en la ciencia para evitar el lavado de imagen verde. Se diseñó como lista de la compras del futuro para que los inversores sepan qué inversiones son coherentes con el Acuerdo de París. “Pero con esta propuesta, la taxonomía en sí misma se convertiría en una herramienta de lavado de imagen”, señala el manifiesto de los científicos.

La Taxonomía de la UE puede ser un estándar global pero el riesgo es que se reduzca la ambición global y que se cree un precedente que haga que otros países cataloguen fósiles como sostenibles una amplia gama de inversiones en combustibles fósiles.

La ministra Teresa Ribera, en su despacho, en una entrevista con La Vangardia

Emilia Gutiérrez
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