Hay quienes viajan para conocer el mundo, y quienes lo hacen para descubrir todo lo posible sobre sí mismos. Almudena Cid (Vitoria, 1980), gimnasta rítmica retirada, escritora y actriz, pertenece a ambos grupos. Con una carrera que la llevó a convertirse en la única gimnasta en disputar cuatro finales olímpicas consecutivas, Almudena entiende como pocas el significado del movimiento, no solo en lo físico, sino en lo emocional y espiritual.
Acostumbrada a desafiar los límites del cuerpo y la mente, ha sabido trasladar esa misma determinación a su vida fuera del tapiz, explorando nuevos caminos en la escritura y la interpretación. Su más reciente aventura, un viaje solidario a Tailandia, no solo revela su curiosidad por el mundo, sino su capacidad para adaptarse a cualquier tipo de escenario.
Hoy vamos a conocer su relación con la movilidad y los viajes, desde la disciplina del deporte hasta la libertad de moverse por el mundo sin ataduras, ya sea en un templo budista, en un mercado vibrante o en la intimidad de una meditación al amanecer.
Almudena, ¿cómo estás?
Pues muy bien, empezando un año que se presenta con bastantes proyectos, no confesables públicamente, pero que se están cociendo ahí a fuego lento, y que tengo muchas ganas. Luego, a nivel personal, también muy tranquila, muy serena y con ganas de ver qué me ofrece la vida también.
Después de años de exigencia física, ¿cómo percibes el movimiento en la vida diaria?
Uf, lo percibo como constante. De hecho, es algo que aprendí de los ejercicios con la cinta de 6 metros que tenía que manejar: si no la mueves no dice nada, incluso te penaliza igual que si lo haces mal, porque se te hace un nudo. Percibo la vida con dar pasos y hacer movimientos que sean correctos.
Para mí es más importante la movilidad y la flexibilidad mental que la parte física"
¿Qué significa para ti la palabra “movilidad” más allá del contexto deportivo?
Es la libertad de que tú puedas decidir qué hacer y cómo. Siento volver siempre un poco al deporte, pero habiendo convivido con deportistas paralímpicos, con una incapacidad parcial del cuerpo que no les permite moverse como solemos hacer, veo que sigue existiendo esa libertad de movimiento en ellos. Para mí es más importante la movilidad y la flexibilidad mental que la parte física.

La gimnasta, durante una competición, en una imagen de archivo
¿Cuál es aquel viaje largo en coche que hiciste siendo pequeña y que no vas a olvidar?
El primero que me ha venido a la cabeza es uno en el que íbamos los tres hermanos, Israel, Miguel y yo, en la parte de atrás del coche de mi padre, un Seat amarillo, con ventanillas manuales y con mi aita conduciendo y mi madre de copiloto. Íbamos al pueblo, pasando por el arco del puente romano de Alcántara, y gritando que, por fin, habíamos llegado. Las vueltas también eran inolvidables porque cargábamos los quesos y las chacinas del pueblo. De hecho, no me gusta el queso por los olores que tenía que soportar durante las 8 horas de regreso por carretera. Esos viajes eran eternos pero maravillosos en familia porque, a partir de los 14 años, llegó el equipo de gimnasia y ya no volví a tener un verano de esos.
Para llegar donde has llegado hay que ser disciplinada, ¿cómo se te dio sacarte el carné?
Era un momento en el que necesitaba tener independencia. Este sentimiento no sé si se despierta igual en una persona que no se dedique al alto rendimiento, pero, normalmente, los deportistas estamos dentro de una burbuja: en un centro donde nos dan de comer, donde hay una lavandería, donde nos trata un fisio o un médico, donde tenemos el centro de entrenamiento y donde dormimos. Está todo como condensado en un espacio, pero luego, realmente, sales de ahí y no sabes cómo manejarte. La sensación que tenía era que si yo tenía un vehículo podía tomar decisiones y desplazarme a lugares que el sistema no controlaba. Entonces, para mí fue el paso que me permitió ver con perspectiva el lugar en el que estaba viviendo. Y eso es el viaje, meterte en un coche y poner distancia. Cuando estás dentro del deporte solo ves el deporte y, cuando te retiras, la vida te obliga a poner perspectiva del lugar en el que has estado viviendo y creciendo, algo que creo que es necesario. A mí, el coche me inspira porque las cosas más creativas me han surgido conduciendo. Se me enciende la chispa, me vienen ideas y, de repente, sé hacia dónde tirar. Esto siempre me pasa en carretera hasta el punto, en ocasiones, de parar el vehículo para grabar o escribir lo que he pensado porque, más de una vez, no lo he hecho y la idea se me ha ido.
El coche me inspira porque las cosas más creativas me han surgido conduciendo: se me enciende la chispa, me vienen ideas y, de repente, sé hacia dónde tirar"
¿Algo maravilloso que te ha pasado en un coche?
La llamada de Sergio Peris-Mencheta. Yo no había hecho teatro nunca y, aunque había empezado a trabajar de actriz en el año 2011, lo que se dice teatro no había hecho nunca. Recuerdo que me dijo: “Almu, ¿llevas manos libres, tienes un momento para hablar?”. Le dije que sí y él me pidió que parase el coche. Lo hice y me dijo: “Oye, que estoy montando una función de teatro de 26 actores, La cocina de Arnold Wesker, la voy a dirigir yo y quiero que tú seas una de nuestras actrices”. Le dije que no había trabajado nunca en teatro y me respondió: “Lo único que quiero de este grupo es compromiso, algo que tú tienes”. Me cambió la vida. Sergio es una persona que proviene del rugby, ha sido campeón de España, y nunca ha tenido, a diferencia de otras personas en la profesión, el prejuicio hacia mí de haber sido deportista antes que actriz. Cuando viene alguien así, te da una hostia y te dice: “Pues mira, yo no tengo este prejuicio porque pasé por lo mismo que tú, con lo cual te voy a dar la oportunidad”.

La también actriz posa al manillar de un quad
¿El susto más grande que te has llevado en un coche?
Acababa de coger el coche después de grabar una publi y me llamaron para decirme que había fallecido mi abuelo. En aquel momento, tenía que ir a otro sitio y recuerdo que iba conduciendo, no se me olvidará nunca, en la enorme glorieta de la puerta de Alcalá, cuando un coche se metió y me golpeó. Paré, salí del coche, vino el otro conductor para preguntarme si estaba bien y lo primero que le dije es “se ha muerto mi abuelo“. No tenía la cabeza en el golpe o en si me había hecho daño; la tenía en mi abuelo. Si me hubiera roto el cuello, daba igual. De hecho, más tarde tuve dolores del impacto, pero no me importaba porque estaba tan inhibida de la realidad que ni siquiera me asusté. Creo que sufrí un exceso de dolor.
¿Qué símbolo o señal añadirías al código de circulación?
No sé, algún mensaje que promoviera el respeto entre nosotros, también el que conduce mal porque está aprendiendo. La forma del símbolo la veo como una onda al cerebro que provoque calma a esos conductores agresivos. Me gustaría que cesaran los pitos del claxon, los acelerones innecesarios, las malas caras entre conductores, que pueden provocar otro accidente…
Como nueva señal de tráfico, pondría algún mensaje que promoviera el respeto entre nosotros, también el que conduce mal porque está aprendiendo"
Almudena, eres una persona muy activa, ¿cómo has gestionado el equilibrio entre el dinamismo y la pausa durante tu último viaje?
Ha sido un viaje al norte de Tailandia, a Chiang Mai, que podemos catalogar como de placer, solidario y de voluntariado. De hecho, pienso que es la primera vez que he vuelto de un viaje con la sensación de que no he invertido únicamente para mí, sino que he contribuido a transformar algo en la vida, en el mundo. Creo que si los viajes que hacemos tuvieran, más allá de la parte lúdica, una finalidad de ayuda al mundo, en este caso para mí, a estas chicas de Daughters Rising, volveríamos mucho más enriquecidos. Estas cosas hacen que estés en equilibrio, que no sólo hayas hecho algo únicamente por y para ti. Este viaje ha tenido una repercusión en la vida de 20 niñas, mujeres que están allí huyendo de la guerra de Myanmar, en la antigua Birmania, buscando una oportunidad.
¿Qué te has traído de ahí?
La sensación de haber dejado algo. Una de las preguntas que me hicieron las niñas me sorprendió mucho y la respuesta creo que les puede haber ayudado en algo. Me dijeron: “Almu, ¿tú cómo encontraste la pasión?”. Nunca me lo habían preguntado y, en ese momento, hice un rebobinado rapidísimo para buscar el origen de mi pasión. Descubrí que el secreto estaba en escucharse a sí misma, que algo de lo que haces en tu día a día te provoque una sensación diferente y no dejes de buscarlo constantemente. En cuanto a la gimnasia, primero sentí la diversión en el cole, luego fue mi deporte, más tarde mi trabajo y después pasó a ser pasión porque cuando tuve la posibilidad de retirarme decidí seguir, a pesar de los dolores, con mucha presión y me preguntaba: “¿Por qué sigo aquí?” Porque me apasiona. De hecho, el después del deportista es duro porque pierdes tu pasión, aunque luego tienes que identificar su origen para contar historias, en mi caso, desde diferentes lugares o formas; al final el deporte es contar algo.

Un viaje a Tailandia es el que más ha marcado a la ex gimnasta
¿Tu mayor metedura de pata durante un viaje?
Se parte de risa…
¡Oh, una buenísima! Estaba en Pekín, Juegos Olímpicos, acabo mi final olímpica, apoteósica, ahí por las nubes, sueño cumplido, resultado cumplido, todo. ¡Pam! Nessun dorma, beso en el tapiz y despedida maravillosa. Al acabar, decidí quedarme una semana de vacaciones en Pekín mientras la mayor parte de la expedición española volvía en un chárter a España y pensé: ”Joder, me voy a comprar alguna cosilla; la maleta con toda la equipación de la competición la mando para España y me quedo aquí con lo justito”. Pasamos esa semana y la noche antes de la vuelta me doy cuenta de que mi pasaporte había vuelto a casa, él solito, dentro de la maleta que había enviado a España la semana anterior.
Al son del personaje de la serie Aída, Mauricio Colmenero, Almudena tararea “Tiri, tiri, tiri”.
Por la mañana, casi de madrugada, fuimos a la embajada española para que me hicieran otro pasaporte y, cuando llegamos al aeropuerto, me dijeron: “Oye, ¡que tu acreditación de gimnasta olímpica es tu pasaporte!”. ¡No hacía falta!
¿Cómo describirías lo que ha significado para ti Tailandia con movimientos de gimnasia?
Pues mira, ha sido una gran circunducción con cinta, porque he visto que es un proyecto 360. Desde Glo, que da beneficios a la fundación que, a su vez, forma a las niñas para darles trabajo en el Eco Resort y de cómo esa comunidad indígena va creciendo al tiempo que se ayudan los unos a los otros. Luego también hay pequeñas serpentinas, porque la serpentina es como algo pizpireto y alegre, y también allí veo que hay un fin bonito, de felicidad. Veo, además, un gran balanceo, que es la sonrisa de esa comunidad que siempre está en su rostro. También añadiría espirales, porque una cosa retroalimenta a la otra y es infinita; de una espiral sale la otra constantemente hasta el punto de ser hipnótico.
En una papelería de Japón viví un momento superemotivo que hizo que me pusiera a llorar; no entendía por qué, pero no podía parar"
Tengo entendido que llevaste 10 cintas a las niñas…
Hablamos de las analogías de los aparatos con la vida y les dije que les había traído la cinta porque simboliza el constante movimiento y que, aunque la vida nos paralice en algún momento, el deportista está acostumbrado a, con una lesión, seguir trabajando. Aunque tengas el pie roto, puedes trabajar el tren superior. El caso es no parar y tener claro que en el movimiento surgen las oportunidades y la fuerza. Les dije que tenían que ver sus vidas como ese movimiento de muñeca de la cinta, que a veces alguien tiene que moverla por ti.
¿Qué lugar te ha hecho decir: "Me da igual perder el billete de vuelta, me quiero quedar un poco más”?
Soy amante de Japón. Viví el síndrome de Stendhal en una papelería de allí. Venía del cruce de Shibuya y era un edificio de cuatro plantas que, en la primera, tenía todos los artículos de papelería. Era precioso, un hilo musical superemotivo y una calma que hizo que me pusiera a llorar. No entendía por qué, pero no podía parar. Me quería quedar en ese instante ahí. No entiendo. Como antes con las fans manteníamos correspondencia por carta, compré muchos sobres, papel… Los japoneses son tan respetuosos, no sé, a mí me encanta. Además, tienen cosas que flipas. Me encanta entrar en sus droguerías, supermercados en los que está todo mezclado, y ver las curiosidades que han desarrollado y que a mí nunca se me habrían ocurrido.

A Allmudena Cid le gusta viajar
En tu experiencia, ¿cuál ha sido el reto más grande a la hora de adaptarte a las infraestructuras deportivas de otros países?
Había un Grand Prix que se celebraba todos los años en Corbeil, donde la infraestructura del techo es inclinada, no es recta. Ninguna entrenadora, ni nadie, me explicó por qué cuando yo lanzaba hacia la diagonal, donde el techo estaba alto, tenía la sensación de que el aparato iba más lejos de lo que yo había lanzado. Yo seguía la trayectoria del lanzamiento y cuando llegaba iba perfecta y yo estaba colocada, pero lo cierto era que la pelota estaba desplazada, porque yo veía una altura y la realidad era otra. No lo entendía y resultó que era la inclinación del techo. Es muy fuerte. Te estoy hablando de centímetros, pero los centímetros hacen que el aparato se vaya fuera del tapiz. Mi cerebro me decía que todo iba perfecto cuando no era así. Me decía a mí misma: “Guapa, confía en tus tiempos de recogida y en lo mecanizado”. Tenía que dar un auténtico salto de fe.
¿En qué lugar te gustaría dar una charla sobre gimnasia y qué mensaje le darías a las jóvenes deportistas locales?
Me gustaría poder hacer un congreso de gimnasia rítmica de este deporte para retiradas y gimnastas en activo. Considero que alguien que está en activo tiene que pensar en que luego va a haber una retirada. Me gustaría hacer un congreso donde convocar a todos los clubes de España, todas las escuelas de gimnasia y a todos los padres y entrenadoras y darles una ponencia sobre todas las reflexiones que he hecho sobre mi paso por el deporte.
Almudena, ¿cuándo el trayecto ha sido más importante que el destino?
Te diré que cuando caí en la más absoluta oscuridad de mi vida, hace tres años. Ha sido muy interesante estar en ese pozo porque, más que salir de él, es todo lo que tuve que activar para conseguirlo. Es mucho más interesante lo que salió de mí que desconocía. Afloraron herramientas de capacidad que nunca había descubierto de mí misma, que me mostraron cómo soy realmente, y qué cosas tenía adquiridas que ya nadie me iba a arrebatar porque estaban en mí.
Almudena, ¿qué vas a hacer hoy?
Voy a quedar con mi amiga Nerea para tomar un café en el Brunetti.
La amistad surgida a raíz de la charla con Almudena es algo que se vive pocas veces a estas alturas de la película. Es una persona que desprende alegría, calidez, empatía y mucha confianza. Cada una de mis preguntas tenía una respuesta verbal, pero, sobre todo, emocional; eran gestos y miradas cargados de intención. Todos hemos oído alguna vez a un amigo o un familiar hablarnos del viaje que acaba de hacer a Tailandia, pero, en el caso de Almudena, su Tailandia no es una postal ni un cliché: es un espacio de descubrimiento íntimo, un lugar donde los templos, los mercados y las selvas sirven como espejos de una mujer que sabe moverse, pero también detenerse. Por lo general, solemos acordar que retomaremos la conversación más adelante tomando un café. Espero que, en esta ocasión, sea pronto porque compartir tiempo con buena gente es lo mejor que nos puede pasar.