Carlos Segarra (Barcelona, 1963) no es solo la voz y la guitarra de Los Rebeldes; es también uno de los máximos impulsores de la escena rockabilly en España. Muchos hemos cantado al son de Mediterráneo, enloquecido con Mescalina, sentido al poner Corazón de rock ‘n’ roll y enamorado Bajo la luz de la luna.
Lleva casi medio siglo sobre los escenarios defendiendo y reinventando el estilo de Eddie Cochran, Chuck Berry o Little Richard, algo que podremos disfrutar en la Sala Apolo de Barcelona, el próximo 21 de diciembre.
Carlos Segarra, bienvenido… ¿Cómo estás?
Estoy muy ilusionado con el 45 aniversario de Rebeldes, los conciertos de fin de gira, la edición de discos y otros proyectos.
A ver, ¿Cadillac Eldorado Biarritz del 59 o una Harley Hydra Glide del 51?
Me quedaría con el Cadillac, aunque debo admitir que no tengo carnet de conducir; he preferido que los taxistas se ganen la vida.
Yo no tengo carnet de conducir; he preferido que los taxistas se ganen la vida"
¿Qué es lo que va más con el rock 'n' roll?
Con el rock and roll van la actitud y el estilo de vida. Hay cosas que son comunes a todo tipo de música, porque nada aparece de forma espontánea, por ejemplo, muchos de los ritos del rock and roll provienen de las primeras bandas de jazz. Digamos que no ha cambiado demasiado la actitud, pero sí que hay una manera distinta de ver la vida, quizás. La música no es solo para bailar, también es arte. No se trata de tener cosas, sino de conservar ciertas costumbres para que no se pierdan. Entonces, el concepto de rock and roll es vive y deja vivir y, a su vez, intentar dejar la mejor huella posible en cada circunstancia.
Comenzaste a tocar siendo adolescente, ¿nunca te llamó la atención conducir?
Yo tuve una moto y debo decir que intenté aprender a llevarla, pero tengo un problema: soy un falso zurdo. En el servicio militar, en el campamento, cuando nos separaron en dos filas a los tiradores zurdos de los diestros, yo me metí en esta última cuando, en realidad, resulta que disparo con la izquierda. Hago muchas cosas como un zurdo y, cuando cogí la moto, me di cuenta de que la mano izquierda y la derecha se peleaban por mandar. Claro, esta casuística no era la idónea para llevar una moto.
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Carlos Segarra posa al volante de su coche, aunque nunca se ha sacado el carnet de conducir
Entonces, sin moto y sin coche, ¿en qué te movías?
Siempre me llevaban. Cuando nosotros empezamos, el pianista, que era el mayor de todos, nos prestó un Mehari para ir al concierto de Barcelona. ¡Íbamos a ensayar en el mítico Citroën Méhari! Pero no sé cómo lo dejaban circular porque estaba en un estado un poco lamentable.
A mí siempre me ha gustado la estética de los vehículos y, de pequeño, los coleccionaba de juguete. Piensa que yo soy del barrio de Sants, de Barcelona, y recuerdo de niño oír el ruido de las motos que subían a Montjuïc; en realidad, me he criado entre motores. Además, mi padre, que fue representante comercial, hizo casi más kilómetros que yo. Pero esto va como va, porque yo tengo amigos a los que les encanta el mundo de la música y no saben tocar una batería o una guitarra. No a todo el mundo que le gusta algo tiene que ser una estrella en eso.
Carlos, a lo largo de tu carrera, has recorrido muchos kilómetros, ¿Cuál es el vehículo que más y mejor ha acompañado a Rebeldes a lo largo de este, casi, medio siglo sobre los escenarios?
Conservo un recuerdo muy grato de una autocaravana que compramos, no recuerdo si fue en el 91 o en el 92, que estuvo con nosotros cuatro años. La cogimos porque teníamos una gran cantidad de actuaciones y, a veces, las infraestructuras no eran las mejores, por lo que, si no nos gustaba el camerino, pues nos quedábamos en la autocaravana. Lo que ha visto esta autocaravana ¡da para un libro! Os aseguro que una caravana da para mucho aparte de dormir.
Soy del barrio de Sants, de Barcelona, y recuerdo de niño oír el ruido de las motos que subían a Montjuïc"
Hablando de la autocaravana, ¿qué es lo más loco que has hecho en ella?
Esto va para mis memorias, de próxima aparición. Un poquito de todo…
El sonido original en la música es algo que tiene un valor incalculable. En el mundo del motor, hoy día, se comienza a apostar por motores eléctricos silenciosos. ¿Crees que es malo que perdamos el rugir característico de una Harley o de un Cadillac?
Bueno, los puristas odian el concepto de una Harley eléctrica, por supuesto. Yo, sin ánimo de ofender a nadie, pienso que si quieres una Harley, pues cómpratela de gasolina; si no, esa no es tu moto. Claro, es una opinión muy personal. Es como si quieres una guitarra Gretsch, pero que no desafine cuando le das al Bixby, al final dices: “Cómprate una Fender”.
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Carlos Segarra disfruta de la gastronomía local allí donde viaja
¿Te gusta que te lleven al ritmo de Mescalina o más al de Bajo la luz de la luna?
Te diré que me gustan los dos. Hay momentos en esta vida en los que se debe ser exigente y hay otros para ser más romántico. Es como preguntarme “¿a quién quieres más, a papá o a mamá? Yo digo a los dos.
¿Cuál ha sido el mayor susto que has tenido en un coche?
Si te digo la verdad, han sido pocos para la cantidad de años que llevamos en la carretera, pero sí que hemos tenido alguno. Hace un par de años, tuvimos un accidente volviendo de un par de conciertos en Galicia, que ha dejado secuelas en la familia.
La actual red de autopistas y autovías, que ha acabado con muchos negocios de carretera, como restaurantes que eran muy buenos y ya no están"
Carlos, ¿alguna de tus canciones se ha inspirado en alguno de los viajes que has hecho?
Mira, ahora sale un disco de la primera formación de Rebeldes, con el nombre Rebeldes 79, y hay una canción, del primer single, que se llama Cadillac 79. En ella estoy antropomorfizado al hablar en primera persona como si yo fuera un Cadillac. Aparte de esta, hay otras, como Colgados en la carretera, que habla de una avería real que nos pasó en un viaje yendo a Olot, a mediados de los años ochenta. Todo lo que cuenta la canción pasó: tuve que llamar a un taxi, ir a buscar gasolina… Digamos que esa manera de identificarte con el vehículo es, al mismo tiempo, una descripción de cómo eran nuestros viajes cuando empezamos, en el año 78, a hacer actuaciones. No había la actual red de autopistas y autovías, que ha acabado con muchos negocios de carretera, como restaurantes que eran muy buenos y ya no están. Lo más rápido que viajábamos era en una Ford Transit, que no pasaba de 90 km/h y se la llevaba el viento a la altura de Tarragona. Además, casi siempre, se le jodía el aire acondicionado.
Haznos una “ruta musical” por las ciudades o países que más han influido en tu música…
Mi música primero lógicamente nos lleva a Liverpool y luego a Estados Unidos, a Memphis, Nueva Orleans, Texas... Yo descubrí el rock'n'roll, como la mayor parte de mi generación, por el que venía de Inglaterra; como decían Los Sirex, “El rock'n'roll llegó a España tarde y mal”. Aquí solo se editaban los discos de baladas de Elvis, llegaba muy poco en castellano y algo más de música italiana y francesa. Descubrimos a Chuck Berry, Buddy Holly, Bo Diddley o Little Richard, entre otros, por las versiones de los grupos británicos.
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Imagen del videoclip 'Cadillac 79', el nuevo single de la formación original de Los Rebeldes
¿Cuál es aquel lugar al que siempre vuelves desde que lo descubriste?
A mi pueblo, Finestrat, donde tengo mi casa. Estamos en la montaña entre bancales de naranjos y limoneros, muy bien comunicados con el mundo exterior, pero lo suficientemente lejos para que no nos toquen mucho las narices. Me encanta acabar un concierto y volver a mi pueblo. También me gusta pasear por Madrid y me apasiona volver a Barcelona, lugar del que me fui hace 25 años para ir a vivir a Alicante.
¿Cuál es el viaje que no dejarías de repetir por lo mucho que te reíste?
Me lo pasé muy bien en Cuba. Hay una cosa que me gustó mucho de los cubanos y es que cuando hablas con uno, y te miras, te puedes entender sin necesidad de intercambiar palabras. Son gente que vive con pobreza, pero que está muy orgullosa de sí misma.
En un viaje, antes o durante, ¿qué llevas peor?
¡No me gusta viajar! Soy una persona que, de entrada, no quiere ir a los sitios, pero, una vez estoy allí, lo que no quiero es volver. Me pasó justamente con Cuba y también con otros lugares. Me da pereza meterme en un avión o en un coche. Llevo mejor ir en tren y, por suerte, puedo cogerlo para desplazare de punta a punta del país.
Soy una persona que, de entrada, no quiere ir a los sitios, pero, una vez estoy allí, lo que no quiero es volver"
A lo largo de todos estos años viajando, los fans te habrán dicho muchas cosas, ¿cuáles recuerdas con más cariño?
Hay una cosa muy bonita que suele pasar y es que me venga una pareja, entre 10 o 15 años más jóvenes que yo, con un niño al que le han puesto de nombre Carlos y me digan que lo concibieron escuchando la canción Bajo la luz de la luna.
¿En qué viaje te viste metido en un lío del que no sabías cómo salir?
Volvía de México y al llegar al aeropuerto Newark, en Estados Unidos, cuando fui a pasar el control de seguridad, el funcionario me dijo que me habían puesto mal el nombre, que allí constaba como José Segarra y, obviamente, no coincidía con el del pasaporte. Tuve que hacer las mil y una para poder volver a mi casa y, aunque fue una espera muy larga, por suerte, acabó bien. Primero fui a la agencia de viajes donde me dijeron que la única solución era gastarme 1.500 dólares en un billete de avión nuevo; así que me dirigí a dos policías, con pinta de malos, como los de las películas, y les expliqué lo que me había pasado. Se fueron al que vendía los billetes ¡y se pusieron a gritarle! Yo no entendía nada de lo que decían, pero, al momento, me devolvieron el billete con mi nombre perfectamente escrito, junto con mi pasaporte.
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Carlos Segarra reside actualmente en Finestrat, un bonito pueblo de Alicante
Cuando piensas en un hogar lejos de casa, ¿cuál es?
Yo tengo amigos hasta en el infierno y la gran suerte de vivir en un país en el que, salvo en dos o tres lugares a los que no vamos mucho a tocar, me siento casi como en casa. Aparte de mi tierra natal y la Comunidad Valenciana, me encanta ir a Asturias, Madrid, Galicia, Cantabria, Andalucía… Aunque no siempre se puede encontrar, yo me encargo de buscar dónde y con quién sentirme como en casa.
¿Sueles traer recuerdos de los lugares a los que vas?, ¿imanes de nevera o algo más currado?
Yo tengo dos grupos: el de familiares y amigos, a quienes les llevo imanes y chorraditas varias; y luego estoy yo, que me regalo gastronomía como embutidos, aceite, pimentón de la Vera y cualquier otro producto local.
En mis viajes no he hecho nunca de menos a nadie, solo echo de menos estar en mi casa de vuelta"
El momento más surrealista durante una gira fue…
Hay uno muy bueno. Íbamos a tocar a un pueblo que se llama Arjonilla, que está en Jaén, y las carreteras no eran como las de ahora, que conectan rápidamente un lugar con otro; normalmente salías el día antes, con un conductor descansado. En el viaje nos reímos mucho porque habíamos estado escuchando un cassette de chistes de gangosos de Arévalo. Total, llegamos a Arjona, el pueblo previo a Arjonilla, eran las 3 de la madrugada y, después de varias rotondas, vemos a varios barrenderos trabajando y les preguntamos: “Perdonen, ¿para ir a Arjonilla?” Se giró uno a respondernos y ¡era gangoso! Mira, nos dio un estallido de risas a las 3 de la mañana en Arjona que no lo vamos a olvidar en la vida. Igual decir esto no es políticamente correcto, pero no hubo ninguna mala intención. Es que, estadísticamente hablando, ¿qué probabilidad había de que eso pasara después de escuchar ese cassette de Arévalo, a esas horas y en Jaén?
Pongamos que estamos en Tennessee, 1957, y estás tú solo con tu guitarra y una maleta pequeña. ¿Qué tres cosas no podrían faltar en esa maleta?
Un juego de cuerdas, una púa, un slide y una muda.
¿A quién echas de menos en tus viajes?
En mis viajes no he hecho nunca de menos a nadie, solo echo de menos estar en mi casa de vuelta.
¿Qué plan tienes para hoy?
Estoy aprovechando para hacer cosas domésticas, entre ellas, una pequeña reforma en casa.
Quedamos en vernos de nuevo y tomar algo en el concierto que Los Rebeldes va a ofrecer en la sala Apolo de Barcelona el próximo día 21 de diciembre, a las 20 horas. Además, para celebrar los 45 años del grupo, sobre los escenarios los van a acompañar Ramoncín y José Manuel Casañ, de Seguridad Social, entre otros. Qué ganas de ir. ¿Te apuntas?