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Sònia Cervantes: “Recuerda que la humildad no es debilidad, sino la fuerza para reconocer nuestras propias limitaciones”

Filosofía con instinto

La psicóloga nos habla de la majestuosidad del águila y el autoestima, a través de las reflexiones filosóficas de William James sobre el “yo real” y el “yo ideal”

Sònia Cervantes es psicóloga, especializada en psicología clínica de adultos e infanto-juvenil, así como en terapia de reparación para víctimas de violencia de género y abusos

Sònia Cervantes

El águila, la más poderosa de las aves, preñada de belleza y majestuosidad, dibuja atentos giros de cabeza mientras surca dominante los cielos.

Ave diurna de plumaje marrón oscuro y negro, salpicado de blanco o amarillo, alcanza casi tres metros de envergadura. Sus imponentes y largas garras, pico robusto terminado en punta afilada y excelente visión, la convierten en una extraordinaria y sigilosa cazadora.

El águila, la más poderosa de las aves, preñada de belleza y majestuosidad, dibuja atentos giros de cabeza mientras surca dominante los cielos

David Neel Jr

Acérrima defensora de los suyos, el águila construye amorosa el nido a sus polluelos en lugares y rincones escarpados e inaccesibles para protegerlos.

Desde el Imperio Romano hasta las Cruzadas, la capitana del cielo ha sido figura heráldica que encarna grandeza, poder y libertad, además de ser fuente de inspiración para artistas y escritores.

Pero el águila también nos muestra esa seguridad interna, confianza en sí misma o lo que podríamos denominar “autoestima” descrita por primera vez por William James, uno de los padres de la psicología moderna a finales del siglo XIX.

Para el psicólogo y filósofo americano, la autoestima no es un estado estático, sino un proceso dinámico que se desarrolla a partir de la comparación entre los logros alcanzados y las aspiraciones del ser humano. En otras palabras, surge del contraste entre lo que somos y lo que deseamos ser, y florece cuando ambos aspectos están en equilibrio.

Ave diurna de plumaje marrón oscuro y negro, salpicado de blanco o amarillo, alcanza casi tres metros de envergadura

Getty Images

James describe la autoestima como la relación entre el “yo real” y el “yo ideal”. Cuanto más cerca estén estos dos “yoes”, mayor será la autoestima. Si, por el contrario, el “yo ideal” se percibe como inalcanzable, la autoestima puede verse afectada y dar lugar a sentimientos de frustración y desánimo.

La clave reside en encontrar un equilibrio entre nuestras metas y las posibilidades reales de alcanzarlas. Con respecto al fracaso, el psicólogo afirmaba contundentemente: "Solo hay una causa del fracaso humano. Y es la falta de fe en nosotros mismos.”

En este sutil equilibrio se halla quizás la esencia de una autoestima satisfactoria: aspirar a volar alto, como el águila, sin perder de vista el suelo bajo nuestros pies.

Hoy tengo el privilegio de entrevistar a Sònia Cervantes, Licenciada en Psicología por la Universitat de Barcelona, Máster en Psicología Clínica y de la Salud, Diplomada en Terapia Sexual y de Pareja, así como en Terapia Infantojuvenil. Sònia Cervantes es conocida por su participación en los programas de televisión Hermano mayor y El Campamento. Actualmente, compagina su actividad clínica con la divulgación de la psicología en diversos medios de comunicación españoles, además de impartir charlas, cursos y conferencias. Es autora de Vivir con un adolescente, ¿Vives o sobrevives? e Intensa mente.

Rosa: Sonia, el águila real, por su majestuosidad, fuerza y dominio, parece proyectar una alta autoestima. ¿Crees que la imagen del águila podría ser una metáfora de cómo los seres humanos entendemos equivocadamente un “yo” fuerte?

Sònia: Efectivamente. En el término “proyecta” está la clave. La autoestima hace referencia a un constructo interno, es una autopercepción y autovaloración de nosotros mismos y no siempre proyectamos nuestra autoestima real. De hecho, en un mundo en el que el culto a la imagen constituye, de forma equivocada, un referente de éxito, podríamos aplicar el dicho de “no es oro todo lo que reluce”. En ocasiones incluso es lo contrario: “No soy oro, pero voy a intentar relucir lo máximo posible para que los demás crean que lo soy, así recibo el refuerzo y la aprobación externos necesarios para compensar mi baja autoestima” . Lo malo es que se da mucho valor a ese “oro” que brilla, sin cultivar otros valores de referencia que no tienen fecha de caducidad. Al fin y al cabo, incluso el águila más majestuosa perderá las alas con el tiempo. Si su autoestima depende de eso, cuando deje de ser majestuosa, dejará de quererse a sí misma. Traslademos eso a nuestra realidad. Tomar como referente nuestra apariencia física para construir seguridad personal y una buena valoración de nosotros mismos nos aleja de lo que más fortalece nuestra autoestima: la aceptación de quién soy y el compromiso para cambiar aquello que es disfuncional, que no “viejo” o “feo”.

En términos de James y agudizado por la irrupción de las redes sociales y el mal uso que se hace de ellas, estamos perdiendo el “yo” como estandarte de nuestra identidad, de lo que somos, para hacer un culto al “mí” que se relaciona con la percepción que tenemos de nosotros mismos. Hemos dejado de ser para querer parecer. Y es un grave error. Es preferible ser un buen gorrión que una águila imperial presuntuosa.

Rosa: William James sugiere que la autoestima depende del equilibrio entre lo que somos y lo que aspiramos ser. ¿En qué medida el “yo real” y el “yo ideal”, conceptos fundamentales en la teoría del psicólogo, pueden convertirse en aliados o enemigos del ser humano?

Sònia: Aquí hay un doble camino a tomar y, dependiendo del que tomemos, obtendremos coherencia interna y bienestar emocional o bien desasosiego y malestar psicológico. Obtendremos bienestar emocional si, aceptando nuestro “yo real”, trabajamos para mejorar todos aquellos aspectos que pueden cambiarse y que nos acercan al “yo ideal” del que habla James. No todo puede cambiarse, ya que hay variables externas que no están en nuestras manos, pero si nos comprometemos a mejorar lo que está a nuestro alcance, con o sin ayuda, podremos construir una buena valoración de nosotros mismos. 

Ahora bien, está el segundo camino, el que nos lleva al malestar psicológico: no aceptar lo que somos pretendiendo ser un “ideal” que no existe y que es inalcanzable. Quizás deberíamos dejar de generar altas expectativas irreales para ilusionarnos con proyectos alcanzables. Jamás alcanzaremos aquello que no se corresponde con la realidad y que surge de referentes externos que poco tienen que ver con nosotros pero con los que, desde nuestras carencias o por presión externa, nos identificamos. Hay que construir un equilibrio sano entre ambos, cuanto más alejado estén el uno del otro y cuanto menos realista sea el deseo de alcanzar lo ideal, sufriremos.

Sònia ejerce actualmente su actividad profesional en su centro psicológico de Barcelona. Sus ámbitos de intervención incluyen la psicología clínica de adultos e infanto-juvenil, así como la terapia de reparación y el acompañamiento a víctimas de violencia de género y abusos

Sònia Cervantes

Rosa: William James también destaca que distintos aspectos de nuestra vida influyen en la autoestima. Desde tu punto de vista, ¿una autoestima o ego fuerte en el ámbito laboral o en las relaciones personales siente las emociones con mayor o menor intensidad que una persona con baja autoestima?

Sònia: No necesariamente. Hay personas con una alta sensibilidad, con una gran emotividad y con gran capacidad empática que tienen una autoestima baja o un autoconcepto negativo. Es cierto que, en muchos de estos casos, son personas que tienen baja autoestima como secuela de haber sido víctimas de abuso o maltrato por parte de otros. Desgraciadamente una de las “mejores” maneras (entiendan esas comillas) de acabar con la autoestima de alguien es anularlo psicológicamente. Es destruir su identidad y robarle todo el potencial sobre lo que puedo haber sido. Y debe entenderse algo importante aquí, la baja autoestima no es un factor propio e inherente en la víctima, es una secuela del mal recibido. Es importante querer, cuidar, respetar y valorar al otro para que luego esta persona pueda hacerlo consigo misma. También cabe remarcar que no es necesario quererte para que te quieran, todos somos merecedores de amor; ahora bien, si no te quieres no te creerás merecedor de que otros lo hagan.

En este sentido, la vivencia emocional es bastante universal: todos experimentamos las mismas emociones pero no todos las vivimos, sentimos o expresamos de la misma manera. Las personas con autoestima baja en ocasiones tienen dificultades para expresar, que no para sentir. Incluso pueden sentir más intensamente que aquellos que tienen una autoestima a prueba de bomba.

Rosa: Si miramos al siglo XVIII, el filósofo escocés y uno de los principales exponentes del empirismo, David Hume, sostiene que el “yo” es una sucesión de percepciones cambiantes y niega la existencia de un “yo” permanente fuera de ese cúmulo de “impresiones”. Por tanto para él la única fuente de conocimiento es la experiencia sensible. ¿De qué manera crees que los sentidos construyen nuestra identidad?

Sònia: Hay mucho de cierto en ello. De hecho el empirismo se encuentra en la mismísima base del método científico. En realidad, nos vamos construyendo en base a la experiencia y a lo vivido; si bien es cierto que hay algunas variables internas con cierta carga biológica que, en cierto modo, podrían venir predeterminadas. La construcción de lo que somos obedece a la interacción que tenemos con el medio y cómo nos vamos adaptando o desadaptando dependiendo de las diferentes realidades que nos toca vivir. No somos seres estáticos, somos dinámicos y aquello que, en esencia, puede parecer invariable, como el temperamento, también se va modulando con la experiencia. Es el viejo y eterno debate nature vs nurture en el que llevamos siglos preguntándonos si uno nace o se hace. En cuanto a las emociones, muchas de ellas son básicas, universales y, en cierto modo predeterminadas en el sentido que cada una de ellas cumplen una función evolutiva en la preservación de la especie. Sin asco, por ejemplo, nos comeríamos alimentos en mal estado, enfermaríamos y podríamos llegar a morir. 

Sin miedo, haríamos frente a situaciones que pondrían en peligro nuestra propia integridad física. Ahora bien, es en base a lo vivido y a lo que hemos ido aprendiendo o desaprendiendo que esas emociones construyen nuestra identidad. Todos nacemos con la capacidad de ser agresivos, pero no todos acabamos siendo violentos. Ahí radicaría la diferencia.

Rosa: Por el contrario, en el marco del racionalismo, Descartes afirma “Pienso, luego existo”, defendiendo un “yo” central, desconfiando de los sentidos y abogando por el pensamiento como fuente del conocimiento. ¿Influye esta visión en nuestra percepción de la autoestima?

Sònia: La mayor fuente de conocimiento es la interacción con el medio, el ensayo error y todos los procesos involucrados en el aprendizaje. Fue precisamente John Broadus Watson, psicólogo y padre del conductismo que pronunció las siguientes palabras en su obra El comportamiento (1914): “Dadme a una docena de niños sanos y bien formados y mi propio mundo específico para criarlos, y os garantizo que elegiré uno al azar y lo educaré de manera que se convierta en un especialista en cualquier rama que yo elija, cualesquiera que sean sus aptitudes, inclinaciones, propósitos, talento, o independientemente de quienes sean sus ascendientes”. Y no le faltaba razón.

Por eso es tan importante, desde la primera infancia, cuidar mucho qué mensajes les damos a las criaturas, en qué entorno los educamos y que estímulos externos reciben. Porque de ello dependerá, en una gran proporción, en qué adulto se convertirán y en base a qué construirán su identidad y cuán fuerte será o no su autoestima. Uno genera sus creencias y procesa la información, de acuerdo a la interacción y a la retroalimentación que recibe. No construyes un concepto de inutilidad o te sientes poco merecedor de recibir afecto, si con anterioridad no te lo han hecho creer. Parafraseando a Descartes diríamos “Según lo que pienso, siento” y en base a eso percibo lo que soy.

Sònia compagina su actividad clínica con la divulgación de la psicología en distintos medios de comunicación españoles, charlas, cursos y conferencias.

Sònia Cervantes

Rosa: Sobre el debate entre Hume y Descartes, ¿deberíamos otorgar más valor al pensamiento o a los sentidos en la formación de nuestra identidad? ¿Cómo se conjugan pensamiento e impresiones sensibles en la construcción de nuestra autoestima?

Sònia: Me reitero en el hecho de que nos vamos construyendo y nos vamos percibiendo en función de las experiencias vividas. No puede haber pensamiento ni construcción de un yo sin interacción constante con el medio y los demás. Somos seres gregarios. Gran ejemplo de eso lo podemos observar en la gran película L'Enfant sauvage (François Truffaut, 1970), basada en la historia real de un niño que fue abandonado y acabó viviendo en un estado completamente salvaje, sin interacción con otras personas. Ahí puede observarse el gran poder de la educación, de cómo aprendemos a ser quien somos y, sin ese aprendizaje, es casi imposible forjar una autoestima o una identidad. 

Retrocedemos en la escala evolutiva. Si bien es cierto que ese pequeño mantendrá ciertas características propias de la especie que vienen más marcadas por la biología que por la cultura, también es cierto que se requieren procesos básicos y fundamentales de socialización y aprendizaje para construirnos como individuos y para construir nuestra autoestima.

Rosa: ¿La autoestima evoluciona o cambia a lo largo de la vida? Entre un águila, símbolo de poder y confianza, y un ciervo, que representa la humildad y la gracia, ¿cuál estaría más cerca de una autoestima saludable?

Sònia: Sí, evolucionamos y maduramos aunque, en ocasiones, y mirando el mundo que nos rodea tengamos la sensación contraria. No en vano el ser humano desde sus inicios se ha involucrado en las guerras más sangrientas. Lo que está más cerca de una autoestima saludable es siempre la percepción realista de uno mismo y la aceptación de lo que somos, incluso con aquellos aspectos que menos nos gustan. Al fin y al cabo, afortunadamente, no somos perfectos y eso nos deja un buen margen. 

Esas carencias o cuestiones a mejorar siempre nos llevarán a un proceso continuo de crecimiento, de compromiso con el cambio y a buscar ser una mejor versión de nosotros mismos día tras día, con el sano conocimiento de que jamás, por suerte, seremos perfectos. Tener confianza en uno mismo como el águila imperial es tan sano para nuestra autoestima como ser humildes como el gracioso ciervo.

Rosa: Volviendo a William James, afirma que “Solo hay una causa del fracaso humano. Y es la falta de fe en nosotros mismos.”

Sònia: A día de hoy te diría que el fracaso humano es la falta de empatía y la deshumanización propia de nuestros días. Y eso es fruto, en parte, de un desmesurado y malentendido culto al “yo”. Hemos pasado de cultivarlo a rendirle pleitesía. No se debería vivir de espaldas a los demás ni ajenos a lo que sucede a nuestro alrededor, en especial si hay sufrimiento o injusticia. El gran fracaso e incluso el fin de la humanidad sería este: vivir única y exclusivamente orientados a nosotros mismos. En este sentido y en la línea de James, te diría que la falta de fe en nosotros mismos origina la falta de fe en los demás. Ahí quizás radicaría el fin.

Sònia es profesora en ISEP (Instituto Superior de Estudios Psicológicos) de los siguientes programas: Máster en Psicoterapia Infantojuvenil, Máster en Terapia Familiar

Sònia Cervantes

Rosa: Filosofías como la budista creen que un ego excesivo genera sufrimiento, y que la liberación se encuentra en reconocer la transitoriedad y el vacío del yo. ¿La ausencia del yo supone baja autoestima, o es más bien signo de humildad, calma interior y autenticidad?

Sònia: No soy partidaria de ausencias ni renuncias, siempre he creído que la mayor fuente de bienestar es el equilibrio. No se trata de aniquilar o anular nuestro ego, se trata de orientarlo productivamente y de forma funcional. Vivir con un yo fuerte también implica, sin perder nuestra individualidad, la interacción con el mundo que nos rodea. Se trata de vivir de acuerdo a nuestros valores y darle un sentido a nuestra existencia, y eso es posible a pesar de vivir en un mundo absolutamente superficial, materialista y centrado en el consumismo. Que vivas en él no significa que debas identificarte. La calma interior siempre obedece a la tranquilidad, que no a la mal entendida felicidad. 

Eso solo se consigue viviendo según lo que para cada uno de nosotros realmente importa, no a lo que nos quieren hacer creer que es importante. Sí que le doy valor a la humildad, que no a la resignación o al sometimiento. Ser humilde no tiene nada que ver con ser débil o con tener falta de confianza en uno mismo. Más bien todo lo contrario, la humildad nos acerca a los demás porque quien es humilde es auténtico y la autenticidad es un valor. Ser humilde también nos ayuda a reconocer nuestra propias dificultades y nos encamina a mejorarlas.

Una buena autoestima también se fundamenta en saber mantener este difícil, que no imposible, equilibrio. Siempre podemos encontrar un momento para parar, pensar, respirar, observar y no hacer nada más. La tranquilidad y el silencio ayudan al bienestar emocional.

Rosa: Se habla mucho de empoderamiento, otra manera de hablar de la afirmación del yo. ¿Nos aboca esto a una sociedad individualista e insolidaria?

Sònia: El empoderamiento mal entendido es aquel que aboga por la anulación de algo o de alguien “en beneficio de”. Creo que es un término que se ha distorsionado. Si por empoderamiento entendemos la recuperación de derechos perdidos o jamás otorgados, apuesto por él. Empoderarse en la dirección correcta implica dotar a las personas de herramientas, información, igualdad de oportunidades y confianza en ellas mismas. En ningún momento debe ser sinónimo de arrogancia, superioridad, insolidaridad o individualismo. Si es así, no hemos entendido nada.

Una sociedad bien empoderada es una sociedad sana.

Rosa: Parece que una autoestima fuerte favorece el bienestar personal. Terminemos esta entrevista con tres consejos que propicien una buena autoestima.

Sònia: Acepta quien eres y cambia aquello que esté en tus manos, Sé realista, huye de lo inalcanzable, y No te compares con los demás, compárate contigo mismo: ¿Te ves mejor hoy que ayer?

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