¿Sabías que en España existe un santuario donde se realizaron exorcismos, una tradición ancestral que se mantiene viva desde hace siglos? Un lugar que atrae cada año a miles de peregrinos y que guarda historias que parecen salidas de una película de terror, aunque todo lo que sucede allí es real. Hay quien asegura haber visto cosas inexplicables, incluso se habla de la presencia de seres sobrenaturales. Pero no se trata de un cuento de ficción, sino de un fenómeno que sigue cautivando a los habitantes de toda la región y a los visitantes que se atreven a llegar hasta allí.
Peregrinos de toda Galicia se acercan, especialmente en fechas clave como son el 23 y el 24 de junio, para pedirle ayuda a la Virgen en cosas como el mal de ojo, enfermedades incurables, hechizos o, incluso, posesiones demoníacas. Sin embargo, lo que pocos saben es que todo comenzó en un lugar del corazón de Galicia, un pequeño valle donde la historia y lo místico se entrelazan. Este es el santuario de Nuestra Señora de Corpiño, en el Valle de Aldeza, cerca de Lalín.

Santuario O Corpiño
“Todo empezó en el siglo XVIII. En esa época vivía en aquel monte un ermitaño con fama de santo. Sentía una gran devoción por la Virgen, pero cuando el ermitaño murió, su cuerpo, incorrecto, se albergó durante muchísimo tiempo en una sencilla capilla y la gente empezó a ir a visitarle. Visitaban 'o Corpiño' que significa 'su cuerpo', pero estas visitas tan recurrentes de la gente dejaron de ocurrir a causa de la guerra con los árabes y el cuerpo de este hombre, cayó en el olvido”, explica en un vídeo
Todo esto ocurrió en un momento difícil para Galicia, cuando en el año 997 Almanzor, el temido caudillo musulmán, destruyó Santiago de Compostela y arrasó gran parte de la región. La invasión fue devastadora, y muchos cristianos huyeron de las tierras gallegas. La capilla y el cuerpo del ermitaño fueron destruidos y olvidados durante varias generaciones, hasta que una tarde de junio del año 1191 un grupo de pastores entró en la capilla buscando refugio por una gran tormenta. Aunque el lugar estaba en ruinas, parece que un resplandor iluminó el lugar y la imagen de la Virgen se les apareció a los niños, quienes fueron corriendo a contar su experiencia. Fue en ese momento cuando el pueblo empezó a creer en lo imposible, además, otro grupo de testigos aseguró haber visto a la Virgen el 24 de junio de ese mismo año.
Este segundo milagro convenció al pueblo de que el lugar había sido elegido por lo divino. Así que decidieron reconstruir el santuario y honrar a la Virgen, convirtiendo el lugar en un importante centro de peregrinaje y un enclave de misticismo y fe que aún perdura. Las peregrinaciones al Santuario de Nuestra Señora de Corpiño siguen siendo un evento significativo en Galicia, especialmente el 23 y 24 de junio. Durante estas fechas, miles de personas se unen para buscar ayuda de la Virgen, especialmente para problemas relacionados con los males de ojo, los hechizos, y enfermedades complicadas.
El ritual del recorrido de rodillas hasta la iglesia también es una práctica conocida, como muestra de fe y sufrimiento, para llegar a la Virgen y pedir su intercesión. Además, los peregrinos también frotan pañuelos en los pies de la Virgen para “cargarlos” con poderos curativos, una tradición muy popular en muchos lugares de culto a la Virgen.

Santuario O Corpiño
Exorcismos
Sobre los exorcismos, estos han sido parte de la historia del santuario. La tradición de realizar exorcismos en Corpiño se remonta a otros tiempos, pero fue a principios del siglo XX cuando la figura del padre Ulloa jugó un papel fundamental en este ritual. El padre Ulloa fue un párroco que enseñó a su sucesor, el padre José Donsión, el arte del exorcismo, quien más tarde abrió las puertas del santuario para que los medios de comunicación pudieran documentar y difundir estos eventos. Esta visibilidad mediática aumentó la fama de Corpiño como un lugar asociado con el exorcismo y los milagros.
Durante años, miles de personas se han reunido en Corpiño para recibir los rituales del párroco, el padre Donsión, quien los ponía en fila, los bendecía con la cruz y agua bendita. Según su reacción, decidía si el caso era una enfermedad de la mente o si, en la mayoría de las ocasiones, requería un exorcismo, derivando los casos más graves al médico.