La ciudad de los 400 gnomos

Postal desde  Wrocław

La ciudad de los 400 gnomos

Salí de los montes Tatras calado hasta el tuétano y con el alma maltrecha. El aguacero que me habían dispensado despertó en mí el ansia de alejarme cuanto más lejos mejor. Y así, sin mirar atrás, partí hacia poniente, sin que fuera un impedimento que todavía no le he encontrado el truco a la pronunciación de Wrocław. (A quien propuso, como alternativa, llamarla Breslavia me gustaría verlo pidiendo un billete en las taquillas de cualquier estación polaca). Sea como sea, lo que acabó decantándome a la hora de elegir el destino fue que, entre sus atractivos, la ciudad contara con un ejército de más de cuatrocientos gnomos y un edificio de hormigón armado declarado patrimonio mundial por la Unesco.

Eso sí, lo primero que hice al llegar fue tender la ropa. Luego salí para hacer una primera aproximación, que me dejó en la Rynek o plaza Mayor, la segunda en extensión del país. Cuenta con un delicioso Ayuntamiento gótico y, por las cercanías, se ha apostado una cincuentena de gnomos: el bombero, el cobrador, el telefonista, el de los bombones…, cada uno con su nombre e historia. Hay mapas que ayudan a localizarlos, aunque casi resulta preferible encontrárselos al azar e intentar deducir qué tienen que ver con su entorno, con las tiendas, con el paisaje urbano, o si sencillamente están allí por motivos de trabajo o para distraer al visitante. 

Hay mapas que ayudan a localizarlos, aunque casi resulta preferible encontrárselos al azar

Su origen se remonta a los tiempos del érase una vez, aunque no tan lejos al movimiento Alternativa Naranja, en la década de 1980, que pintó gnomos donde el régimen comunista exhibía sus consignas. Los unos los borraban, pero los gnomos volvían a aparecer. Y la iniciativa prendió como la pólvora. En 2001, ya instaurada la democracia, para celebrar la propuesta, se inauguró una escultura con Papa Gnomo sobre la punta de un dedo. Cuatro años más tarde se instalaron otros cinco gnomos. Y ya nadie pudo parar su propagación, que se convirtió en epidemia, y hasta cuenta con festival propio.

Sin embargo, encuentro un recinto libre de la infestación. Claro que tiene puesto encima el ojo de la Unesco, que lo ha incluido en su catálogo de patrimonio mundial. En 1913, cuando Wrocław, Breslau, Breslavia, se encontraba bajo dominio alemán, se erigió un pabellón que se diría inspirado en la Santa Sofía de Constantinopla. El motivo, conmemorar los cien años de la proclama An Mein Volk que Federico Guillermo III de Prusia lanzó llamando al alzamiento contra Napoleón. Para construir el edificio, el arquitecto Max Berg usó el entonces innovador hormigón armado. El resultado, un salón diáfano bajo una inmensa cúpula donde se han celebrado conciertos, torneos deportivos y variopintos eventos. El conjunto incluye, además, el cercano pabellón de las Cuatro Cúpulas, hoy museo de arte contemporáneo, un jardín japonés y la Iglica, aguja de noventa metros que plantó en 1948 el régimen comunista para celebrar los “territorios recuperados” al final de la Segunda Guerra Mundial. Estos territorios incluían Wrocław. 

Wroclaw, Poland, May 14, 2022: Mathematical gnome, landmark of Wroclaw. Gnome makes a photo, a symbol of a photographer

Uno de los gnomos diseminados por Wrocław 

Getty Images

Sin embargo, la redefinición de fronteras también conllevó que Polonia perdiera una amplia faja en el este, que fue transferida a Ucrania y Bielorusia. Dos millones de polacos abandonaron aquellas tierras. De Lviv, entre sus pertenencias, se llevaron una pintura panorámica circular de 15 metros de altura por 120 metros de diámetro. Reproduce la batalla de Raclawice, el canto del cisne del ejército polaco, su última victoria en 1794 frente al ejército ruso. Después Polonia desaparecería del mapa durante más de un siglo, repartida entre Rusia, Prusia y Austria-Hungría. Las autoridades locales no se atrevieron a colgar la pintura de nuevo hasta 1980. Ocupa un tambor circular que ha recibido millones las visitas.

Wrocław cuenta con más atractivos que visitar, claro. Pero, para terminar la jornada, nada como acercarse al mercado, o Targowa. Allí, también fueron innovadores los arcos parabólicos de hormigón de su armazón, construidos en 1908. Pero, además de fruta, ropa, carne y flores, esconde esa tetería con butacones y sofás, y pasteles…

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