Enmarcada por los cabos de San Antonio y de la Nao, y resguardada a las espaldas por el murallón del Montgó, Xàbia aparece en el paisaje como aquella villa “sublime e inmensa” que definió el pintor Joaquín Sorolla a finales del siglo pasado. Una ciudad que se asoma al mar a lo largo de 25 kilómetros, sobre uno de los tramos costeros más bellos de la Península.
Es por su privilegiada posición por lo que para muchos se trata de la perla de la Costa Blanca. Un litoral jalonado por playas extensas y calas escondidas, cuevas misteriosas e islotes perdidos, imponentes acantilados y salientes de roca que ejercen de miradores al eterno Mediterráneo. Especialmente en primavera, cuando estos parajes lucen tranquilos y solitarios, Xàbia es el destino ideal para una escapada hedonista.
Aires medievales
Porque no sólo es la naturaleza abrupta la que dibuja su belleza. También goza esta localidad de un vistoso casco histórico que conserva su atmósfera medieval. Un entramado de coquetas callejuelas, en las que las fachadas alternan su impoluta blancura con los trazos de piedra tosca característica del lugar.
Dominando el conjunto está la iglesia de Sant Bertomeu, que a su vez servía de fortaleza contra el ataque de los piratas, y en la que todo, hasta el mismo altar, está elaborado con este material. A su lado, el pintoresco mercado, erigido sobre lo que fuera un convento de agustinas arrasado en la Guerra Civil, exhibe orgulloso su apariencia gótica, pese a tratarse de una construcción de 1946.
Xàbia goza de una ubicación excelente en la Costa Blanca y un casco histórico de aires medievales
Pasear por Xàbia es descubrir elegantes casonas que son herencia del esplendor que trajo consigo el comercio de la pasa, allá por el siglo XVII, antes de que estos pagos fueran tierra de naranjas y limones. Una de ellas acoge hoy el Museo Arqueológico y Etnográfico, donde se desgrana la historia del municipio.
Esencia marinera
No falta, claro, el barrio de pescadores, donde además de un paseo marítimo que ha adoptado el nombre de Sorolla (hasta hay una escultura que le rinde tributo), destaca la rompedora iglesia de Loreto, un ejemplo único de brutalismo en arquitectura religiosa. Proyectado como un óvalo de hormigón (que remite más bien a un estadio de fútbol) este templo peculiar sorprende por su interior en forma de quilla de barco.
Es en este rincón de la ciudad donde se aspira la esencia marinera, especialmente a la caída de la tarde, cuando los barcos regresan de faenar y se celebra la subasta de pescado. Una ocasión para adquirir, fresquísimos, los deliciosos productos de esta franja mediterránea. Boquerón, sardina, jurel caballa, capellán… y, por supuesto, la codiciada gamba roja, de la que existen hasta cinco categorías. Por la primera, la más grande, se puede llegar a pagar hasta 200 euros el kilo.
Y es que, si algo convierte en aún más apetecible un viaje primaveral a Xàbia es el hecho de que se trata de un destino gastronómico en sí mismo. Aquí donde una rica tradición culinaria lleva a la mesa los productos de la tierra y del mar, se tiene la garantía absoluta de hacer feliz al paladar.
Arroz y mosquitos de mar
Una prueba evidente de ello es el restaurante Madre, dirigido por Nazario Cano. Este reputado chef, que obtuvo una estrella Michelin con El Rodat (en este mismo espacio) y otra con Odiseo, en Murcia, despliega su universo creativo en una carta asombrosa y exquisita, con un producto fresco de temporada y a un precio de lo más imbatible.
Desde las verduras, que están presentes en todos los platos, hasta los imprescindibles arroces (como el meloso de alcachofa y calamar o el de cabracho o el de atún y gambas), todos sus platos presumen de cocina de raíz en la versión más ligera y saludable. No hay que perderse la ensaladilla de sepia con cacahuete y alcachofa; el foie en salazón de sardina y confitura de chirivía o el tomate valenciano con berberechos, capellanes y brócoli frito. Todo ello después de descubrir un manjar tan chocante como delicioso: el mosquito de mar, una suerte de mini langosta, frita al estilo andaluz, que se come entera y sin pelar (y engancha tanto como las pipas).
Madre, que es la estrella de la restauración en Xàbia, está emplazado dentro de un hotel que es la estrella del alojamiento. Hablamos de Ritual de Terra, un resort de eco-lujo formado por suites independientes, a modo de villas encaladas ocultas entre vegetación, en las que se reproduce la esencia del Mediterráneo más puro. Un lugar en el que, haciendo honor a su nombre, entregarse a un ritual de bienestar en un maravilloso spa de filosofía holística.
El primer baño
Queda entonces inaugurar la temporada con el primer chapuzón en el mar. Algo fácil en este territorio, que cuenta con playas estupendas para todos los gustos y colores. Desde el Arenal y la Grava, abiertas y equipadas, a la Barraca, Ambolo, Granadella… y otras calas escondidas y salvajes que recortan el perfil de la costa. Todas, bañadas por aguas cristalinas, son un poderoso imán para los deportes náuticos, ya sea para bucear en sus fondos tapizados de posidonia o para surcar las olas con una tabla de windsurf o en una apacible travesía a bordo de un barco de vela.
Tierra adentro, para los de secano, también Xàbia ofrece alternativas en este viaje placentero. Como la de caminar por los acantilados, entre pinos y sabinas, y asomarse a sus 15 miradores (señalizados y con carteles informativos) para dejar que los ojos se empachen de Mediterráneo.