Cinco formas de descubrir el Canal de Panamá, una de las maravillas de la ingeniería moderna

Lugares  únicos

La infraestructura, que es parte indisociable de la identidad panameña, se inauguró a ritmo de sardana

Vista aérea del canal de Panamá

Vista aérea del canal de Panamá

Getty Images/iStockphoto

Acaso no exista ningún otro país tan ligado a una infraestructura como Panamá a su canal. Desde que en el siglo XVI el emperador Carlos V ordenara estudiar una vía navegable en el istmo para unir el Atlántico y el Pacífico, fueron numerosos los intentos y fracasos hasta su inauguración, en 1914. El canal ha marcado la historia, la economía, el carácter y la cultura panameñas. Incluso se ha desarrollado una literatura “canalera”.

Y pese a las más de 20.000 muertes que provocó su construcción –en gran parte, debido a la fiebre amarilla y la malaria–, el Canal sigue siendo objeto de admiración. Figura entre las siete maravillas de la ingeniería civil moderna, junto al Golden Gate y la torre Eiffel. Esos 80 kilómetros que conectan los dos mayores océanos, atajo clave para el comercio internacional, se han convertido en un reclamo turístico de primer orden. Hay varios modos de conocerlo, que se complementan entre sí.

1. Visitar las esclusas de Miraflores

Entrada de un buque a las esclusas de Miraflores

Entrada de un buque a las esclusas de Miraflores

V.V.

Situadas a 12 kilómetros del corazón de la capital, cuentan con un centro de visitantes. Incluye una sala IMAX 3D donde se proyecta un documental introductorio narrado por Morgan Freeman y subtitulado en español. Entre otras curiosidades, cuenta que las compuertas flotantes de las esclusas se basan en una invención de Leonardo da Vinci. La visita también comprende un museo –hoy en remodelación– con cuatro salas dedicadas a la historia del canal, su funcionamiento, su biodiversidad y su importancia para la logística global.

Finalmente, hay dos miradores desde donde seguir el paso de las embarcaciones. A través de la megafonía, los guías del centro van describiendo todo el proceso para que los asistentes no pierdan detalle. La operación para ascender o descender en las esclusas dura apenas diez minutos.

Los estadounidenses apostaron por un sistema de esclusas tras el fracaso de los
franceses de construir un canal a nivel

En el extremo atlántico del canal, también cuentan con un centro de visitantes las esclusas de Agua Clara. Disponen igualmente de sala de proyecciones y miradores, además de un sendero ecológico.

2. Navegar por el lago Gatún

Después de que a finales del siglo XIX los franceses –con Ferdinand de Lesseps a la cabeza– fracasaran en su intento de construir un canal a nivel, los estadounidenses apostaron por un sistema de esclusas. Para ello fue necesario crear un lago. Se construyó una presa para retener las impetuosas aguas del río Chagres y así se inundó una superficie de 436 km2. En el fondo reposan hoy los restos de una veintena de pueblos (entre los cuales, uno llamado Girona).

Alcanzado un carguero, en un bote por el lago Gatún

Alcanzado un carguero, en un bote por el lago Gatún

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El Gatún fue en su época, a inicios del siglo XX, el mayor lago artificial del mundo (título que ahora ostenta el Kariba, entre Zimbabue y Zambia). En la actualidad se ofrecen paseos turísticos en bote, entre los barcos que cruzan el canal. Los pasajeros son invitados a descubrir la fauna que habita en las riberas: aves, cocodrilos y monos a los que se atrae con pedacitos de fruta.

3. Atravesar el Canal en crucero

El paso de extremo a extremo del canal, que cuenta con cinco conjuntos de esclusas –Pedro Miguel, Agua Clara, Miraflores, Gatún y Cocolí–, suele durar unas ocho horas. Se trata de una operación tan delicada que se ejecuta bajo las órdenes de prácticos especializados a los que los capitanes ceden el control de sus naves. Les asisten remolcadores y, al entrar ya en las esclusas, unas locomotoras eléctricas de arrastre que se desplazan sobre rieles. Se las llama popularmente “mulas”, en recuerdo de los animales que sirgaban las embarcaciones durante la época colonial.

Un crucero en las por las Esclusas de Miraflores del canal de Panamá al atardecer

Un crucero en las por las Esclusas de Miraflores del canal de Panamá al atardecer

Sebastien Lecocq

Es esencial mantener la posición correcta de los buques para evitar que rasquen o choquen contra los muros. En algunos casos, el margen entre el barco y las paredes de las esclusas llega apenas al medio metro.

En los centros de visitantes de Agua Clara y Miraflores, los cruceristas son recibidos entre vítores del público.

4. Montar en el tren interoceánico

Estación de salida y llegada del tren escénico, en las afueras de Ciudad de Panamá

Estación de salida y llegada del tren escénico, en las afueras de Ciudad de Panamá

V.V.

Antes que el canal existió el tren. A mediados del siglo XIX se completó a toda prisa una vía férrea interoceánica, ante la premura de los buscadores de oro: el descubrimiento del preciado metal en la baja California atraía a aventureros de todo el mundo. Miles de persones que no estaban dispuestas a perder un tiempo precioso atravesando los Estados Unidos de este a oeste (con los riesgos que entrañaba en viaje). Para ellos se aceleró la construcción, a través de selvas y pantanos, de una línea entre las ciudades de Aspinwall –hoy Colón– y Panamá. Era el llamado Caballo de Oro (mote que da título a una famosa novela panameña, de Juan David Morgan).

Actualmente pasa por ese trazado el tren escénico de la Panama Canal Railway Company. Una ruta casi en paralelo al canal, que permite disfrutar del paisaje. El viaje, de ida y vuelta sin parada para descender en Colón, dura unas dos horas y cuarto. Es imprescindible reservar el billete con semanas de antelación, dado que hay pocas plazas y los cruceros las acaparan.

5. Sumergirse en el Museo del Canal

Museo del Canal, en plena plaza de la Independencia de Ciudad de Panamá

Museo del Canal, en plena plaza de la Independencia de Ciudad de Panamá

V.V.

Ubicado en la plaza de la Independencia de Ciudad de Panamá, en el mismo edificio desde el que los franceses dirigieron la construcción del canal, este museo ofrece vasta información sobre la historia de la infraestructura. Entre otros datos, subraya que los españoles fueron el segundo grupo con más presencia en las obras tras los barbadenses. La mayoría eran gallegos. Muchos de ellos procedentes de Cuba, donde habían emigrado antes de la guerra hispano-estadounidense.

También relata con todo lujo de detalle el llamado Escándalo del Canal, el caso más grave de corrupción del siglo XIX. Las víctimas fueron mayoritariamente ahorradores franceses, decenas de miles de ellos, que invirtieron en las obras. En la intriga participaron centenares de políticos –desde exprimeros ministros de Francia a diputados y senadores en activo– y periodistas. Tanto Ferdinand de Lesseps –el promotor del fallido proyecto constructivo– como su hijo Charles fueron condenados a prisión.

Son solo dos de los muchísimos aspectos que aborda el museo. Se recomienda visitarlo con tiempo y con paciencia para leer los grandes paneles que atestan las salas.

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