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Cerdeña, la isla italiana que guarda el secreto de la longevidad

Escapada

Una ruta por los parajes más agrestes e inexplorados de este enclave puramente mediterráneo que presume de una calidad de vida que propicia una de las mayores concentraciones del mundo de personas centenarias

Playa de Capo Coda Cavallo, en Cerdeña

Getty Images/iStockphoto

En la serie de Netflix Vivir 100 años: los secretos de las zonas azules, el escritor Dan Buettner recorre el mundo en busca de formas de vida que favorecen la longevidad, de comunidades perdidas en pliegues remotos donde, por extrañas vicisitudes, las personas centenarias conforman una concentración excepcional. Una de ellas la encuentra en Cerdeña, la isla famosa por sus idílicas playas, su convulsa historia y su identidad orgullosa, italiana sí, pero con personalidad propia.

Aquí, en el corazón del Mediterráneo, descubre que vivir más años tal vez tiene que ver con caminar mucho (y subir cuestas empinadas), comer carbohidratos de los buenos (es lo que tiene la pasta) y controlar el estrés a base de empapar los ojos en hermosa naturaleza. Pero también detecta que un factor determinante para la larga existencia es el de mantener las tradiciones. Como la de sostener a capa y espada la veneración por la familia.

Tranquilidad, alimentación saludable y costumbres arraigadas abundan en la segunda isla más extensa del país

Tranquilidad, alimentación saludable y costumbres arraigadas abundan efectivamente en la segunda isla más extensa del país de la bota. Y aunque la conclusión del episodio es que estas personas longevas amaron y se sintieron amadas (una noble causa para perdurar en el tiempo) lo cierto es que aquí la felicidad parece ser la norma. Será porque la extravagancia es en sí misma su esencia. O porque, como dijo el escritor D.H. Lawrence “Cerdeña es diferente”.

Cagliari, universalmente italiana

Hay que explorar lo menos trillado para percibir los encantos de este territorio seis veces más grande que Mallorca, al que este mismo autor se refirió como “perdido entre Europa y África sin pertenecer a ninguna parte”. Porque más allá de las sinuosas bahías de la Costa Esmeralda que atraen a supermodelos y estrellas del celuloide, existen montañas, bosques, gargantas, cuevas… Todo un interior agreste que confirma que Cerdeña, efectivamente, sólo pertenece a los sardos.

La alimentación de Cerdeña es especialmente rica

Getty Images/iStockphoto

Es en el sur es donde encontramos la faceta más auténtica de la isla. Empezando por Cagliari, la capital, que desde su posición alta y poderosa se asoma al mar para brindar un equilibrio perfecto entre cultura y playa, entre patrimonio y gastronomía. Una ciudad que, pese a haber sido trazada con el influjo de múltiples civilizaciones (y pese a estar más cerca de Túnez que de Roma) no deja de exhibir ese toque neorrealista que nos remite a una película de los años 50: la ropa tendida, el zumbido de las vespas por los bulevares, las conversaciones acaloradas en plena calle al resguardo de los soportales.

En Cagliari hay que recorrer el mercado de San Benedetto para llevarse a casa exquisiteces típicas como la miel, el queso pecorino o la botarga, que son las huevas de mújol saladas y secas. También comer en la pizzería Framento para descubrir una versión deliciosa del bocado más universal. O decantarse por el marisco en las terrazas de la maravillosa playa de Poetto. Después, para desengrasar (que no todo va a ser comer), nada como ascender por las callejuelas que conducen al Castelo y deleitarse con las mejores vistas. Es aquí donde podemos constatar el azaroso pasado de esta ciudad, del que también dan muestras el anfiteatro romano y (ahondando más en el tiempo) la necrópolis púnica de Tuvixeddu, la mayor de la cuenca mediterránea.

Via San Giovanni, una calle típica del centro de Cagliari

Alessio_Orru'

Fiestas tradicionales

Pero conviene adentrarse tierra adentro para descubrir esa otra Cerdeña, más rústica y genuina. Así nos plantamos en la Trexenta, una comarca escondida en el sureste de la isla, allí donde los campos están tapizados de olivos, viñas y cereales. En esta zona agreste y silenciosa salen al paso pueblos tan apacibles como Suelli, Selegas, Guasila, Mandas o Siurgus. Juntos han puesto en marcha Saboris Antigus, una suerte de consorcio para promover la visita a este rincón olvidado a través de la recuperación de recetas tradicionales.

Todos los domingos, durante dos meses, cada una de estas poblaciones celebra una fiesta, en la que las calles se convierten en un mercado gastronómico y los lugareños lucen el traje típico. Una ocasión no sólo para conectar con las más profundas raíces sardas, sino también para descubrir peculiaridades culinarias como el casu marzu, un queso que se fermenta con larvas de mosca que actúan como levadura natural. Sólo los paladares más osados se atreven a probar esta rareza, que se elabora exclusivamente en las casas y para consumo propio.

En Trexenta, una zona agreste y silenciosa salen al paso pueblos tan apacibles como Suelli, Selegas, Guasila, Mandas o Siurgus

Pero también la Trexenta es una zona salpicada de nuraghi, unas edificaciones circulares procedentes de la edad de bronce, cuya función sigue siendo un misterio. ¿Atalayas defensivas, enclaves para rituales, centros comunitarios? En cualquier caso, estos anillos de piedra que se van estrechando hasta dejar un hueco por el que se asoma el cielo, son verdaderamente hermosos. Especialmente el de Piscu resulta espectacular.

De los mejillones al vino

Otra región en la que Cerdeña muestra su rostro más auténtico es la que se extiende por el oeste en torno a la ciudad medieval de Oristano. Aquí, además de una costa cautivadora y unos montes volcánicos (Monti Ferru) con bonitos miradores, encontramos unos mejillones deliciosos en el criadero de Nieddittas, uno de los principales del país, que nació de la mano de unos pescadores que se agruparon en cooperativa.

Un nuraghi, una construcción de la edad de bronce de la Trexenta

Noelia Ferreiro

Hoy no solo es una empresa boyante que promueve la economía circular, sino también un enclave natural que organiza interesantes tours para realizar en minibús o bicicleta eléctrica. En sus estanques protegidos se vislumbran flamencos durante todo el año, además de dos tipologías de gaviotas, cormoranes y todo un repertorio de avifauna que sólo anida en este lugar.

También por aquí encontramos la bodega más antigua de la isla. Se llama Contini, data de 1898 y tiene el honor de haber recuperado la vernaccia, que es la variedad autóctona de Oristano. Conocer sus modernas instalaciones y degustar su premiado vino es un plan estupendo. Como también lo es rematar este viaje en la península de Sinis para sumergirse en un paisaje único: lagunas cristalinas, campos dunares y playas en las que sopla el mistral, ideal para deportes náuticos. Así, a los pies de toda esta belleza, se comprende por qué Cerdeña guarda el secreto de la longevidad.

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