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La playa de cine que no se puede tocar

Paraísos (2)

La isla de Budelli, entre Cerdeña y Córcega, alberga una cala con arena rosa que Italia ha tenido que cerrar al público para preservarla

La playa rosa de la isla de Budelli, situada entre Córcega y Cerdeña

REDA&CO / Getty

El paraíso existe, pero sólo se puede ver desde una distancia de 70 metros. Prohibido tocar.

La historia empieza en 1964 cuando Michelangelo Antonioni estrena Desierto rojo. En una escena de tan sólo seis minutos, la protagonista, una niña, nada en unas aguas cristalinas en una cala desierta con la arena de color rosa: “la naturaleza era tan bonita. No se oía ningún ruido”...

El director muestra al mundo una joya única. El lugar se encuentra en la isla de Budelli, entre Córcega y Cerdeña. El color rosado de la playa, bañada por aguas azules cristalinas, se debe a que un microorganismo celular se mezcla con el fondo del mar. Con los años los turistas empiezan a descubrirla. Proliferan así las embarcaciones que salen desde la cercana isla de La Maddalena con destino a Budelli. El problema es que muchos se llevan la preciada arena de recuerdo. Hasta que poco a poco esta va desapareciendo.

Paréntesis: quien escribe, a finales de los ochenta, tuvo el privilegio de fondear en un barco en la cala junto a su familia. Llegamos antes del atardecer. Nos bañamos en un azul luminoso. En la arena aún había recuerdos cromáticos de aquel frágil milagro de la naturaleza. Consideramos pasar la noche con los sacos de dormir en la playa, pero los aullidos de los perros y, sobre todo, el respeto por aquel lugar, nos hicieron desistir. Nos quedamos en el barco en una soledad absoluta. Nos marchamos al alba, cuando el rosa se reflejaba en el agua con los primeros rayos de sol, mientras llegaban los pescadores.

Los turistas se llevaban su arena rosada como recuerdo y ahora nadie puede pisarla

En 1989, el navegante Mauro Morandi naufraga en las proximidades de la playa rosa y permanece encantado por el paraje. Decide quedarse a vivir allí en una choza, se erige en guardián del lugar y es desde entonces el único habitante de la isla. En 1994 el gobierno italiano incluye la isla en un nuevo parque natural. Y, a partir de allí, entran en vigor de forma progresiva una batería de limitaciones y prohibiciones cada vez más rígidas. Primero se prohíbe el fondeo, luego sólo se admite acceder a parte de la playa mediante una pasarela de madera. El Estado consigue al final recuperar la propiedad de la isla, caída en manos de un grupo helvético, tras una larga batalla judicial que termina en el 2016.

Y se llega a la situación actual, en la que la playa está protegida por un recinto de boyas amarillas y el acceso está totalmente prohibido, tanto por tierra como por mar. A los ávidos turistas sólo le queda sacar fotos a lejos . Muchos se quejan de que no consiguen ver el mítico rosa desde esta distancia.

Quién posee una embarcación, hoy tampoco tiene mucho margen. Ha de reservar una boya con antelación y pagar para obtener un permiso de acceso. En el espejo de agua cercano, conocido como las piscinas de Budelli, todavía es posible bañarse, pero sólo en una zona determinada. Toda la parte septentrional del archipiélago está vetada a la navegación. En cuanto a Morandi, un Robinson Crusoe moderno que va cumplir 80 años, las autoridades le quieren desalojar. Su presencia, después de tres décadas, es incompatible con el parque, dicen. Le echan del paraíso.