Desayunarse un condenado a muerte en Santo Domingo de la Calzada (La Rioja) es algo de lo más natural. E incluso recomendable. Pero no hay por qué alarmarse, no se trata estrictamente ni de un acto de antropofagia ni tampoco de necrofagia. Ahorcadito es el nombre que recibe el tentador dulce clásico de esta localidad monumental que se elabora desde mediados de la década de 1950 y que se ha hecho un hueco entre las delicias riojanas.
Fue la pastelería Isidro quien lo inventó. Se trataba de hacer honor a una de las muchas leyendas protagonizadas por el santo local, del que se dice que salvó a un peregrino alemán que había sido ajusticiado por haber robado una copa de plata en el mesón en que se alojaba. Resultaba que el pobre turista no lo había hecho, sino que había sido denunciado por la mesonera, despechada por haberse visto rechazada. Pero el caminante germano fue colgado de la horca. Santo Domingo, al enterarse del hecho, hizo que resucitara.
Apoyándose en este cuentito, al pastelero José Alberto Hernando le dio por crear una pasta de hojaldre con forma de vieira (la concha que identifica la peregrinación jacobea) en cuyo centro se encuentra una figura humana con los pies colgando por el extremo inferior. Dicen los más veteranos que incluso antes se distinguía la soga y parte del cadalso. El relleno es de crema de almendras, un bocado glorioso.
Con el paso de las décadas, otras pastelerías de la localidad se lanzaron a preparar los ahorcaditos, y hoy son uno de los dulces inevitables al paso por Santo Domingo de la Calzada. Aunque han desaparecido los detalles escabrosos del cadalso, solo están el colgado y la concha.
Se asegura en Santo Domingo que es la única catedral del mundo que tiene animales vivos dentro de la iglesia
No es la leyenda del peregrino alemán la más famosa de esta localidad que se conoce popularmente como la Compostela riojana por su monumentalidad. Santo Domingo tal vez iba para abogado de causas perdidas, pues la historia más extendida asegura que una gallina que ya estaba cocinada y presentada en el plato lista para comer cantó, y que esa fue la manera que tuvo el santo de demostrar que el condenado a muerte lo había sido injustamente. De ahí el pareado “Santo Domingo de la Calzada, donde cantó la gallina después de asada”. La frase se ha hecho tan famosa que consta en la mayoría de souvenirs e incluso en algunos de los lemas que sirven de reclamo turístico.
La historia de la gallina es tan potente para Santo Domingo de la Calzada que en el interior de la catedral hay una jaula en la que permanentemente viven un gallo y una gallina. Y no se trata de un receptáculo cualquiera, sino de un forjado de estilo gótico del siglo XVI de la misma época en que el valenciano Damià Forment esculpió el retablo del altar mayor. Se asegura en Santo Domingo –dato de difícil comprobación– que es la única catedral del mundo que tiene animales vivos dentro de la iglesia, aunque hay otras que los tienen en los claustros al aire libre.
Una vez comprobada la excentricidad, sin embargo, lo mejor será acceder al sepulcro del santo protagonista de la villa, una figura de alabastro delicadamente tallada. Descendiendo una escalerilla se puede contemplar la tumba. Otra de las peculiaridades de la catedral de Santo Domingo de la Calzada es que su campanario es exento, está aislado en el lado opuesto de la plaza. Desde lo alto se obtiene una prodigiosa vista del núcleo antiguo y de la hermosa plaza Mayor. En la fachada del Ayuntamiento, por cierto, hay también una destacada lápida de piedra grabada con la imagen del gallo y la gallina.
Santo Domingo de la Calzada está a 47 kilómetros al oeste de Logroño siguiendo la autovía A-12.