La investidura de este lunes de Donald Trump ha sido portada de todos los periódicos no solo por su regreso a la Casa Blanca cuatro años después, sino porque por primera vez en décadas se celebraría en el interior del Capitolio. Por este motivo los fotógrafos se desplazaron rápidamente a las inmediaciones de la iglesia episcopal de St. John, ubicada frente a la Casa Blanca, para capturar el instante en el que el presidente de EEUU y su esposa Melania Trump asistían al servicio religioso.
La nueva primera dama sorprendió con un estilismo marcado por una gran sobriedad en cuanto a la elección de los colores y del patronaje. Un vestido abrigo abotonado con cuello de chaqueta con solapas de pico en azul oscuro que combinó con una camisa blanca que se dejaba entrever por el cuello. Lo remató con unos guantes negros de cuero y un sombrero de ala ancha del mismo tono que el vestido y con un ribete blanco.
El color elegido, que combinaba con el traje oscuro que lució Donald Trump, transmitía sensaciones de frialdad, seriedad e incluso algunos expertos en el color lo asocian al aislamiento. Un tono que contrasta con la elección de Melania Trump en la primera investidura de su marido.
Aquel 20 de diciembre de 2017, Melania Trump eligió un impresionante diseño en color azul celeste de Ralph Lauren que recordaba a los icónicos vestidos que lucía Jackie Kennedy. El vestido lo combinó con una chaqueta boleros, unos guantes largos y unos tacones aguja del mismo tono. A diferencia del azul oscuro, el color celeste tiene un significado de inspiración, tranquilidad y crecimiento.
En cuanto al sombrero, este le cubre prácticamente medio rostro imposibilitando poder ver cualquier expresión en su mirada. Una elección que transmite también un cierto grado de desconfianza e incertidumbre, ya que en otras ocasiones donde lució también sombrero optó por llevarlo ladeado, como en su visita a la difunta Reina Isabel II.