El downsizing inmobiliario es el acto de mudarse a una vivienda más modesta en busca de una vida más sencilla. Quizá ese no sea el anhelo de Melania Trump al mudarse a la Casa Blanca, pero es evidente que le va ocurrir si se comparan sus residencias habituales en Nueva York y en Palm Beach con la mansión presidencial, donde confirmó que se mudaría a partir de este lunes tras la toma de posesión de su marido.
El versallesco ático triplex de 2.800 metros cuadrados de los Trump en el rascacielos que lleva su nombre, situado en una esquina de la Quinta Avenida cercana a Central Park, parece bastante más lujoso y confortable que la residencia oficial del presidente estadounidense, una construcción dieciochesca con las típicas incomodidades relacionadas con un edificio histórico poco flexible con los nuevos inquilinos.
El apartamento de los Trump ocupa las plantas 56, 57, y 58 y fue remodelado con oro por Henry Canversano tras ver Trump la casa del empresario saudita Adnán Jashogyi. Y Mar-a-Lago, construido según el estilo arquitectónico español, es un complejo palaciego de 126 habitaciones y 10 000 metros cuadrados donde la familia Trump mantiene otra vivienda privada en un área cerrada de la edificación y los jardines.
Por otro lado, en la Casa Blanca a Melania le espera una vida muy diferente. Según explicó la periodista de la CNN Kate Bennett en su libro Free, Melania: The Unauthorized Biography (2019), durante el primer mandato de su marido, la exmodelo eslovena no podía ni abrir una ventana sin la autorización del Servicio Secreto ni tampoco regular el termostato o salir al jardín a su antojo. Bennett también apuntó en su libro que Melania no comparte habitación con su marido y que por ello quedaba hacinada (entiéndase comparado con su estilo de vida habitual) en unas pocas estancias privadas fuera de los pisos principales, que distan mucho de sus espacios privados en otras residencias.
Preguntada por sus planes de residencia, Melania respondió esta semana que estará en la Casa Blanca la mayor parte del tiempo y cuando haga falta se desplazará a Nueva York —donde el hijo ya mayor de edad del matrimonio, Barron, asiste a la universidad— o a Palm Beach.
Cuando Donald Trump asumió la presidencia por primera vez en el 2017, su esposa no se reunió con él de inmediato en la Casa Blanca, sino que permaneció en Nueva York hasta que Barron, que entonces tenía 11 años, completó el año escolar. En esta ocasión se espera que la primera dama se mude junto su marido al inicio del mandato y sus últimas palabras al respecto respaldan esas teorías: “Mi prioridad es ser madre, ser primera dama, ser esposa, y una vez estemos dentro el 20 de enero, servir al país”.
La exmodelo sostuvo que está seleccionando personal para su oficina, tarea en la que no quiere ”gastar mucho dinero de los contribuyentes” pero sí asegurar que los elegidos “tienen talento, están casados, saben lo que hacen, trabajan en equipo y no tienen una agenda propia”. También adelantó que retomará el proyecto de mejora de la salud mental de los jóvenes Be Best y lo ampliará, apuntando específicamente al impacto de las “redes sociales” en la juventud.