Elsa Schiaparelli, la diseñadora que inventó vestidos surrealistas para el fin del mundo
Moda con historia
Amiga íntima de Dalí, enemiga de Chanel y creadora de los desfiles modernos y del ‘branding’, su marca vuelve a ser un objeto de deseo tras ser rescatada por Diego Della Valle
En tiempos difíciles, la moda siempre es extravagante. Esa era la máxima de Elsa Schiaparelli, la creadora de la firma que a día de hoy sigue erigiéndose como una seña de buen gusto, distinción y de... extravagancia. La mejor alianza para toda mujer que no quiera pasar desapercibida ni siquiera en una alfombra roja. De hecho, ese es el lugar natural de la marca de moda más surrealista jamás concebida, nacida hace 85 años para vestir a mujeres con una personalidad fuerte e independiente desde que, ya en pleno siglo XXI, resucitó de la mano de Diego Della Valle
Porque Elsa Schiaparelli, que se casó con un vestido negro y se convirtió en un personaje de una relevancia social solo comparable a la de artistas como Picasso o su amigo Dalí, siempre consiguió y mereció la máxima atención. Aunque comenzó casi por casualidad en la industria que la adora, llegó a convertirse en un mito además de inventarlo casi todo en el sector: desde los desfiles modernos que cuentan una historia y buscan la máxima espectacularidad hasta el branding, los vestidos reversibles o la improvisación con los materiales más extraños.
Desmarcándose de la sociedad opresiva y sexista en la que le tocó vivir, llegó a ser la preferida de personajes de la talla de la duquesa de Windsor (cuyo ajuar llevaría hasta el último de sus días la etiqueta Schiaparelli), Marlene Dietrich, Katharine Hepburn, Greta Garbo, Lauren Bacall, Gene Tierney o Gala (la musa de Dali). Y de Marchesa Casati, Nusch Eluard (quien llevaba Schiaparelli para su retrato de Pablo Picasso), Arletty, Vivien Leigh, Ginger Rogers, Juliette Gréco o Mae West. Todas ellas coleccionaron sus entonces diseños controvertidos. Distintos. Inolvidables.
Entendieron y vivieron en primera persona su moda surrealista. Una moda extravagante a la que, como ella decía, cedió porque no tuvo más remedio puesto que su carrera transcurrió en los tiempos más complicados, justo entre las dos guerras mundiales.
A pesar de todo, abrió caminos por los que ha transitado la moda de las últimas décadas. Guantes enjoyados, los plisados que ahora son la seña de identidad de Issey Miyake o ese vestido Skeleton que luego repopularizó Alexander McQueen, fueron, algunas de las no tan locas ideas de la creadora de una firma y de un estilo que a día de hoy sigue estando íntimamente relacionada con el dadaísmo y el surrealismo. Y con la alta costura.
Si muchos consideran a Shiaparelli, (o Schiap, que es como se referían a ella sus amigos), también como la creadora del branding. es porque fue la primera diseñadora en lanzar una línea de gafas y bolsos y en incluir sus maravillosas S y candados en sus creaciones para hacerlas todavía más inconfundibles. Incluso llegó a bautizar las colecciones con nombres sugerentes y a tejer estrafalarios hilos argumentales para crear espectativas entre su distinguida clientela pero también entre las mujeres que no podían permitirse demasiados caprichos.... Ya se ha dicho. Eran tiempos difíciles.
Con las clientas más poderosas a su favor y elrechazo de enemigas feroces como Coco Chanel , que se refería a ella, con todo desprecio, como la it aliana, Schiap también impulsó la Demi couture. Era el primer paso del prèt-â-porter que supo gestionar tan bien luego Yves Saint Laurent. Porque en su primer taller, el Salon Couture, comenzó confeccionando prendas más sport pero influenciada por su amigo, el gran Poiret, y más asequibles... lo que combinó luego para siempre con su irrupción a intuición sin igual en la alta costura. Ese fue su mejor forma de expresión. Su hueco para convertirse en una diseñadora inolvidable que fue y que le permitió sobre todo durante la década de 1930 las colaboraciones más extraordinarias. que hizo con quien quiso. Incluidos, además de Salvador Dalí, Giacometti, Cocteau, Picasso y Andy Warhol.....
Llegó a todo cuanto se propuso, pero no le resultó un camino fácil. Nacida en 1890, en el palacio Corsini en Roma, las perspectivas para ella discurrían muy lejos de la moda y del surrealismo. Nieta de un astrónomo e hija del director de la biblioteca de Lincei (y un profesor de literatura oriental) y de una descendiente de los Medici, quería ser actriz pero su familia de aristócratas e intelectuales la convencieron para que estudiara filosofía.
Familia de intelectuales y aristócratas
Con veinte años publicó una colección de poemas escandalosos y sus padres la ingresaron en un convento
Sin embargo no consiguieron jamás llegar a domar su espíritu rebelde. Con veinte años ya dio el primer aviso al publicar su colección de poemas abiertamente sensuales, Arethusa ,lo que empujó a sus padres a enviarla a un convento a Suiza. Escapó de ahí tras mantener una tenaz huelga de hambre, pero no consiguió emanciparse de la vigilancia paterna hasta que en 1913 se marchó a Londres con la excusa de ayudar a una amiga de su hermana en el cuidado de su hijo. Ahí conoció al conde Wendt de Kerlor y cayó rendida a los encantos de este joven teósofo.
Aunque se casaron muy decididos (24 horas más tarde de haberse conocido), la historia de amor de dos caracteres tan dispares no duró demasiado. En el transatlántico que trasladaba a la joven pareja a Nueva York, adonde iban a establecer su nueva residencia, Schiaparelli conoció a Gabrielle Picabia, la primera esposa del pintor dadaísta, y ese encuentro cambió para siempre su vida.
La aristócrata rebelde entró de inmediato en el círculo de los artistas de vanguardia de la época: Man Ray, Marcel Duchamp y Edward Steichen, entre otros, para abandonarse a un caro ritmo de vida con la que liquidó literalmente la dote de la que vivía junto a su marido y su hija Yvonne (apodada Gogo y nacida en 1920, con poliomielitis). Esa falta alarmante de liquidez y las cada vez más ostentosas infidelidades de su esposo la decidieron a dar el segundo golpe de timón de su vida. Pidió el divorció y decidió ganarse la vida por primera vez en toda su existencia trabajando.
Esa fue la razón por la que en 1922 decidió volver a Europa. Esta vez puso rumbo a París con su hija (ahí creyó que encontraría mejores profesionales para tratar la enfermedad de la niña) e inició una vida muy distinta a la que había ensayado hasta el momento.
Sobre todo de día, porque trabajaba en una tienda de antigüedades mientras que las noches las invertía en Le Bœuf sur le Toit, el restaurante donde se reunían los mejores artistas del momento y donde conoció también Paul Poiret.
Una tarde en que le acompañó a su estudio, Schiap comenzó a probarse su ropa (que no podía permitirse) y el modisto decidió dejarle las prendas que quisiera y cuando quisiera. Consideró que el hecho de que las llevara una mujer tan atípica podía ser una buena publicidad para él y su firma y así es como convirtió a su amiga en una de las primeras it girls. Probablemente la primera de todas las influencers de la historia. Elsa Schiparelli podía vestir todos los diseños de uno de los más grandes de los maestros del momento. A cambio, únicamente, sólo tenía que decir que eran de Poiret.
Pronto entendió que ese era realmente su mundo. Los bordados, el lujo, los materiales más exquisitos, los colores contrastados... todo ese descubrimiento en el taller de Poiret unido a sus incursiones con los artistas del momento, la empujaron a abrir su primer taller a mediados de los “locos años 20”. Al comienzo lo hizo asociada con un amigo cuya marca estaba en decadencia, pero al final decidió hacerlo por sí misma.
En 1927, en su propio apartamento, por fin sola pero engrandecida con el control absoluto de su imaginación sin límites debutó con un jersey tejido a mano con un motivo de trompe-l’oil blanco y negro. El éxito fue rotundo. Vogue lo consideró de inmediato una obra maestra y en Estados Unidos lo entronizaron en el producto estrella de moda.
Eso le permitió correr. En un solo año ya abrió talleres, salones y oficinas en 4, rue de la Paix con “Schiaparelli - Pour le Sport” (Schiaparelli - Ropa deportiva) y pronto completó la colección de prendas de punto con trajes de baño, pijamas de playa y accesorios.
No tardó en jugar con sus mayores atrevimientos en forma de tortugas abstractas, tatuajes de marineros,o esos esqueletos y en añadir al perfecto contraste del blanco y negro la saturación en tonos brillantes.Pero lo que realmente sorprendió fue esa combinación inesperada de la alta costura con las formas y tejidos más deportivos que hizo que muchos fabricantes estadounidenses se pelearan por conseguir con ella las primeras licencias.
Vestidos reversibles en blanco y negro, sombreros distintos como el Mad Cap (probablemente el más copiado de la historia). Impermeables en lana y seda recubierta de goma.Su primer vestido de noche (con un escote profundo y cruzado). Los culottes que supusieron un revuelo sin precedentes en Inglaterra. Trajes con hombreras. Una licencia para fabricar bolsas de malla metálica... Todo esto que ahora es tan común, son solo alguna de sus muchas aportaciones firmadas en un solo año. en 1929. Fue un genio precursor.
Ahí se desató la locura. Y comenzó un ritmo frenético con cuatro presentaciones anuales e inventos como el crepé de rayón triturado o el rodofano ( transparente y frágil como el cristal) y se rodeó de los mejores para sus proyectos. Y cada vez más y más colaboraciones: hizo joyas con el gran Alberto Giacometti, Meret Oppenheim (una pulsera de metal y piel) y Elsa Triolet (collar de porcelana de aspirina con Elsa Triole, y con Jean Schlumberger, Jean Clément y Lina Baretti . Incursiones en decoración junto a Jean-Michel Franky en zapatería con Pérugia y Roger Vivier, mientras que en temas de publicidad, que sabía que también contaba, contó con la ayuda de Raymond Peyned.
En 1932, su empresa era ya un ejemplo empresarial de éxito. Disponía de varios pisos y ocho talleres que daban trabajo a 400 personas, sus primeras sedes en Londres e incluso oficina en Nueva York. Dos años más tarde ampliaba su línea cosmética con una colección de tres perfumes - Soucis, Salut y Schiapy y en 1935 se convertía en la propietaria del Fontpertuis, 21 en place Vendôme, un hotel de cinco pisos , 98 habitaciones y más de 700 empleados , en cuyos bajos instaló una boutique.
Lo mejor es que esa increíble capacidad productiva no impidió seguir con sus propósitos. Al mismo tiempo que atendía ese crecimiento incontestable también se implicaba activamente en sus diseños que alternaban ropa deportiva con líneas sobrias, trajes chic y vestidos de día con vestidos de noche descaradamente seductores, además de sus primeros abrigos inspirados en el vestuario masculino.
Todo para convertirse en la primera diseñadora de moda femenina en aparecer en la portada de la revista estadounidense Time . Era el año 1934, y ni siquiera lo había conseguido Coco Chanel, pero es que en algunas cosas iba por delante de ella, como en sus presentaciones estructuradas como pequeñas obras de teatro (lo que vendrían a ser los fashion films, ahora tan de moda) que contaban historias trufadas de símbolos extraídos del surrealismo y de la vida misma. Que mezclaban arquitectura y poesía. Lo provocativo y la máxima sobriedad.
También fue ese año cuando Dalí comenzó a introducir la langosta en sus creaciones, lo que Elsa Schiaparelli recogió en 1937 junto con unas ramitas de perejil en un vestido blanco de organdí. Fue el que luego Wallis Simpson llevó para las fotos (de Cecil Beaton) tomadas poco antes de su boda con Eduardo VIII.“Me gusta la idea de los huesos en el exterior”, le escribió también entonces Salvador Dalí a la creadora junto a unos bocetos que interpretaban su propuesta y ella recogió la sugerencia, pero no la plasmó en otro de sus atrevimientos históricos. Es el Skeleton, de 1938.
También sorprendió con sus legendarios trajes con bolsillos de cajones de oficina (una adaptación de los famosos cuadros del pintor de Cadaqués), y otro no menos impresionante vestido en forma de lágrima. O el perfume Le Roy soleil botella, porque claro, era tan avanzada a su época que también se atrevía con eso. Con los perfumes.
Creatividad sin límites
Enemiga de Chanel pero amiga de clientas poderosas, diseñó perfumes en forma de pipa y bolsos luminosos
Los dibujos de Jean Cocteau también aparecieron en abrigos, conjuntos de noche y joyas... en ese periodo en que el espíritu surrealista y artístico se apoderó de todo el trabajo de Schiap. Incluso realizó unos insólitos botines de cuero con pespuntes bordados que dibujaban los dedos de los pies
En su absoluta entrega surrealista, Elsa Schiaparelli también llegó a hacer una colonia para hombres en forma de pipa (ese fue su guiño a Magritte), guantes con uñas de pitón rojas, botines con flecos de piel de mono largo y un collar con incrustaciones de insectos y bolsos luminosos: con adornos que se iluminaban con pilas.
Tifón. Paracaídas. Stop, look & listen. Le Cirque. Astrología. Commedia dell’Arte. Païenne (Pagana). Le Cirque... esos fueron algunos de los títulos que recibieron sus propuestas que advertían de su desbordante creatividad interrumpida, de pronto, por la Segunda Guerra Mundial. Hasta el verano de 1940, Elsa luchó para mantener su Couture House en el negocio con el fin de mantener la mayor cantidad de trabajos posible e incluso lanzó un perfume, Sleeping. En vista de las incursiones aéreas, creó ropa práctica y cómoda: monos con cremallera s visibles y a veces multicolores dotados con maxi bolsillos destinados a contener el equivalente a un bolso de mano, un abrigo con una bolsa integrada, vestidos transformables...pero en junio salió de París para ofrecer conferencias en Estados Unidos sobre el tema “La ropa y la mujer”, con gran éxito de asistencia.
En Dallas, fue la primera europea en recibir el premio Neiman Marcus por servicios a la moda. También en Estados Unidos rechazó la oferta de ser directora del departamento en el MoMA y regresó a París cargada con con 13,000 cápsulas de vitaminas para ayudar a Free France, lo que le acarreó problemas. En una escala en las Bermudas, la aduana confiscó la carga, sospechando que Elsa estaban haciendo contrabando, lo que unido a su condición de italiana en París la puso en una condición de riesgo. Así es como desde mayo de 1941 hasta julio de 1945 se instaló en Nueva York a esperar el final de la guerra.
Cuando Francia fue liberada volvió para presentar una colección a principios de septiembre de 1945 y fichar a Hubert de Givenchy como director creativo de la boutique Schiaparelli, e incluso construir una fábrica de perfumes en los suburbios de París que, además de los existentes, se hizo los lanzamientos de Roy Soleil, Zut y Succès Fou .
A buen precio
En 1945 lanzó su colección Constellation, un guardarropa para mujeres viajeras con piezas por menos de 12 libras
Pero no fue hasta unos años más tarde cuando volvió a causar sensación. Esta vez su invento era Constellation, un guardarropa de seis vestidos, un abrigo reversible y tres sombreros pensados para las mujeres que viajaban. Todos por menos de 12 libras que Schiap pudo presentar en agosto de 1949 a pesar de la huelga de parte de sus talleres de alta costura,
Todavía se podían ver alfileres, muestras de tela y sin ojales. Sin embargo, el estilo juvenil, la osadía evidente y el vestido de noche con un sujetador visible llevaron al New York Times a describir la colección como “llamativa”. Newsweek incluso le dedicó su portada. Sin embargo todo era demasiado inestable en esos tiempos. Incluso para Schiap.
Por eso, a pesar de estos éxitos, un número creciente de licencias en Estados Unidos (ella fue la primera en lanzar una línea de gafas de sol de diseñador) y buenas ventas para sus perfumes, Elsa entendió que el mundo de la Alta Costura había cambiado. Decidió cerrar para siempre.
Ya era 1954 y cambió todo ese mundo fantástico de lujo, desfiles, inventos y costura por la confección de su autobiografía Shocking Life. Murió mientras dormía en 1973 y aunque la historia podía haber terminado así, Diego Della Valle decidió resucitar ese espíritu rebelde.
Shiaparelli es una maestra de la modernidad, su trabajo refleja el caos y la esperanza de la turbulenta era que vivió”
El empresario compró la firma y sus archivos y, durante la muestra Schiaparelli and Prada: Impossible Conversations celebrada en el Met de Nueva York de 2012, reabrió la casa de costura en el Hotel de Fontpertuis. Otra vez el número 21 de la place Vendôme volvió a revivir la extravagancia de su teatral creadora (autora en 1937 del vestuario de Mae West en Every day’s a holiday, y en 1940 de Les Monstres sacrés, de Jean Cocteau),.
Dos años después, la firma resurgida creó su primera colección de alta costura y el año pasado, tras un baile de nombres en el que sonó sobre todo el de Marco Zanini, el escogido fue el tejano Daniel Roseberry. Viene tras una larga experiencia como diseñador de Thom Browne y ha entendido muy bien los códigos de la firma que tanto le debe al surrealismo.
Modernidad
“Es un gran honor para mi recoger el testigo que dejó Elsa Schiaparelli 85 años atrás. Schiaparelli era una maestra de la modernidad; su trabajo refleja el caos y la esperanza de la turbulenta era en la que vivió. Hoy, nos encontramos a nosotros mismos haciéndonos grandes preguntas para perfilar nuestra identidad: ¿Qué aspecto tiene el arte? ¿Qué es la identidad? ¿Cómo nos vestiremos para el fin del mundo? Schiaparelli dio respuesta a estas preguntas con honestidad y humor, pero uno de sus grandes legados es su compromiso con la fantasía, su comprensión de que la necesitamos en tiempos complicados”, afirma Daniel Roseberry.